Un saetero republicano redimido por una saeta al Cristo de San Pedro
José Antonio Suárez López
No ha habido época en la historia cofrade de Marchena donde no haya habido piques o pleitos entre hermandades que fueron un motivo más para mejorar enseres y formas de procesionar.
El pique entre la Hermandad de Cristo San Pedro y la de Jesús Nazareno fue tan acusada a principio de siglo, que los hermanos de Jesús Nazareno llegaron a reprender a un predicador porque en su homilía en San Miguel mencionaba tanto la palabra Cristo que la Hermandad de Jesús le pidió que por favor no mencionara en sus prédicas al Cristo (de San Pedro) y que en su lugar dijera Jesús Nazareno según nos cuenta el folclorista Muñoz y Pabón en «La lectura Dominical», (Madrid) del 8 de abril de 1905.
El primer saetero famoso del que tenemos noticia era Tuerto Pollo célebre a finales del XIX cuando Muñoz y Pabón nos revela en el mismo Dominical la leyenda del famoso saetero hermano del Cristo de San Pedro.
Cantaor y saetero «que ponía los pelos de punta» a decir de las viejas hasta el punto de que se decía de él que tenía «un coro de ángeles metido en aquel pecho» fue expulsado de la Hermandad del Cristo de San Pedro por apoyar a la República de Castelar (1873-74).
El saetero afectado por su expulsión de su hermandad de toda la vida, se fue a ver a Jesús Nazareno, según Muñoz y Pabón era prendido por la cohorte romana y preso en el interior del Palacio Ducal, tal como le suceidó al Rabí Galileo en el palacio de Poncio Pilatos. «Se han abierto las puertas de palacio». Jesús bajaba por la Puerta de Marchena y el Tiro de Santa María para salir a la Plaza de Ducal ante una muchedumbre tan grande como la que invadió Jerusalén en la fiesta de la Pascua.
El saetero Tuerto Pollo apenado porque no le cantaría saetas a su Cristo de San Pedro, su hermandad desde que era niño, estuvo toda la mañana conteniéndose para no cantarle saetas a Jesus Nazareno. Pero a las tres de la tarde del Viernes Santo el Tuerto Pollo ya no pudo aguantarse más y se fue para el Cristo de San Pedro que acaba de salir.
La multitud vio un hombre corriendo como loco hacia el Cristo. Un hombre desarrapado que rechazaba bruscamente a los que intentaban detenerlo, avanzando entre negras filas de penitente, se quitó el sombrero y cayó de rodillas con los brazos en cruz frente al Cristo de San Pedro en los cuatro Cantillos.
Derramando lágrimas cantó una lastimera saeta con una voz tan profunda que hizo conmover a las piedras de Los Cantillos. «Cristo que te estás muriendo, de calentura y de sed, qué lástima que mis lágrimas, no las pudieras beber».
Tan bien y tan emocionadamente cantó que las mujeres envueltas en sus trajes de manto y saya lloraban y los hombres tenían que morderse los labios para no hacerlo y los niños se agarraban a las faldas de sus madres al ver a la oveja descarriada volviendo al redil de su padre.
Uno de los cargos de la hermandad que presidía el paso, régimen en mano dijo llorando: -«Es menester que este hombre vuelva a la hermandad». «¡Que vuelva, que vuelva, que se admita» comenzó a decir la gente. Y asi un buen rato hasta el punto en que al Hermano Mayor no le quedó más remedio que decir allí mismo-«Admitido». Y antes de diez minutos ya estaba el Tuerto Pollo vestido de nuevo de nazareno con su hermandad de siempre, redimido por una saeta. Palabra de Muñoz y Pabón.