Marchena también tenía su Tarasca que salía en el Corpus
José Antonio Suárez López
Según la leyenda fue Santa Marta quien acabó con la Tarasca a su paso por Aix (Sur de Francia) con Magdalena y Maximino (primer Obispo de Aix).
Santa Marta, sin miedo, solo preguntó dónde se encontraba ese famoso dragón. Le mostraron un pequeño bosque cercano hacia donde se dirigió sin ninguna defensa y sola donde dice la leyenda que acabó con la bestia por medio de plegarias. Apareció victoriosa subida en su lomo, cruzando así la ciudad, glorificando el nombre del Cristo que es como se la representa en el Corpus.
Cada Jueves de Corpus salía en Marchena hasta el siglo XVIII La Tarasca, una mujer con una custodia sobre un dragón alado con siete cabezas según explica Ramón Ramos en su investigación sobre el Corpus Barroco en Marchena. Costumbre introducida en las cortes españolas en tiempos de los Reyes Católicos y que aún se conserva en las calles de Granada.
La Tarasca salía en Marchena desde 1568, acompañada por unos diablillos llamados «mojarrillas» simbolizando los pecados con trajes grotescos y coloridos portando vejigas llenas de piedras para armar ruido.
Iban acompañados por danzas de gitanos y turcos, gigantes y cabezudos. El Ayuntamiento de Marchena contrataba para la procesión del Corpus varios grupos de danzantes desde 1578 llamados danzas de turcos, danzas de gitanos, danza de cascabeles y danzas de mojarrillas, todos grupos locales.
En torno a 1600 existían grupo de danzas de Diego López, Bartolomé del Olmo, Urbano Benitez, Diego Fernández, Pedro de Aguilar, todos maestros de danzas.
También había maestros de danzas gitanos como Sebastián García, Beltrán Bustamante, Diego Salguero, Francisco Heredia, Baltasar de los Reyes, Alfonso Nicolás Montoya, y María Parla.
Los ministriles tocaban desde el balcón principal del Ayuntamiento mientras se tiraban fuegos artificiales en las vísperas. Barriles con pez iluminaban las plazas y torres, y hachas alumbraban las fachadas principales.
La Tarasca no es otra cosa que una alegoría del triunfo del bien sobre el mal, de la belleza sobre lo monstruoso. Proviene de la región francesa de Tarascón, en la Provenza, donde se originó en el siglo XIV. Desde allí la tradición se extendió por muchas otras ciudades tanto francesas como españolas, sobre todo por la franja mediterránea.