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El fraile cornudo, la serpiente maldita y la virgen bendita: el bien y el mal en la cultura popular

En el imaginario popular la lucha entre el bien y el mal está claramente representada en pinturas, canciones y parte de la cultura popular. En el pasado se creía en la existencia del mal como imagen contrapuesta al bien de modo que cada una le daba sentido a la otra.
El diablo se representaba con un fraile cornudo, con patas de gallo o de ave y un manto rojo, color del pecado como contraposición del azul, divino. La figura del fraile cornudo aparece pintada en el altar mayor de San Juan pintado por Jorge y Alejo Fernández en torno a 1492 señalando al inframundo y contrapuesto a Jesús. Y además aparece mencionado en coplas populares como figura contrapuesta la Inmaculada a la que se representa pisando una «serpiente maldita» otro símbolo del mal.
En la Jerigonza, un baile popular de Marchena extendido por América y España desde el siglo XV se habla de la Virgen bendita contrapuesta a la serpiente maldita. La Girigonza aparece escrita por vez primera en una melodía de las ensañadas de Mateo Flecha el viejo del XVI en un diálogo entre la virgen y el maligno. «Aquí veré yo como bailaréis vos a la giringonça».  «¡Saltar y baylar con voces y grita!» ¡Y vos renegar, serpiente maldita! La Virgen bendita os hará baylar a la giringonça.
El musicólogo Torner afirma que La Jeringoza es uno de los casos mas interesantes de nuestro país pues se trata de una danza del siglo XVI que se mantiene aún viva con múltiples modificaciones y en la versión sevillana se contaba por Navidad.

La versión de la Jeringoza recogida de mayores de Marchena dice textualmente «que salga usted que la quiero ver bailar, saltar y brincar volar por el aire» un elemento sobrenatural insertado en una sencilla canción popular, mientras que otra versión conservada en Portugal habla del «fraile cornudo» con una letra bastante similar a la de Marchena, añadiéndole el aviso de que «esta es la tonadica del fraile».

También la versión sevillana recopilada por José Muñoz Sanromán tiene la particularidad la referencia religiosa y el hecho de que se cantaba por Navidad y añade «saltar y brincar y vos renegar, serpiente maldita, la virgen bendita, os hace danzar a la girigonza». Igualmente en Jaén y Cádiz es un baile asociado a las zambombas navideñas.

El investigador Torner, afirma que esta danza pudo haber servido para «sacar los demonios del cuerpo» por eso se refiere a la serpiente maldita (Tornet 1969. Num 195) que luego aprovecharían los franciscanos para simbolizar el triunfo de la Inmaculada sobre el pecado y  popularizar el culto a la Inmaculada.
Tan extendida estuvo esta imagen del diablo representado como fraile cornudo con patas de gallo que podemos recogerla incluso en juicios de la Inquisición sevillana en el siglo XVIII en unos testimonios de una gitana acusada de «embrujera sortílega».
GITANAS QUE DIBUJARON AL DIABLO COMO UN FRAILE CORNUDO CON PATAS DE GALLO
Al igual que sucedía con moriscos y judeo conversos el gitano comienza a ser visto con ojos de sospecha para el Estado eclesial y surgen numerosas sentencias contra gitanas como supuestas hechiceras y de hacer tratos y acuerdos con el diablo.
Entre otros símbolos y rituales se la acusa de entregar a un panadero un pliego de papel para poner paz en medio de un matrimonio mal avenido donde había dibujado una mujer muerta y un hombre con patas de gallo y cuernos.
Tras las pragmáticas de los Reyes Católicos pidiendo a los gitanos que cesen de vagar, se acojan a un señor y tomen oficio, la Iglesia decreta en 1601 en el sínodo toledano que los curas, párrocos y jueces eclesiásticos, prohibieran a los gitanos “hablar su lenguaje, traer su traje, andar en compañías y cantar la buenaventura” y en 1626, además de prohibir a los sacerdotes, amonestar y asistir “a los matrimonios de los gitanos” sin la correspondiente licencia del obispado.
«La gitana lo cogió de la mano y lo entró en una casa. Saco una cartera de una faltriquera y de ella sacó el cabo de una vela, del cual sacó una migaja de cera, hizo un gallo y lo puso en la punta de un alfiler y se lo puso al panadero en la mano y le echó al gallo una poca de agua encima y con palabras que dijo anduvo el gallo alrededor y luego le dijo la gitana que para que viera que era verdad lo que le decía mandara pedir medio pliego de papel mientras ella iba a visitar diez iglesias».
«La gitana le dijo al panadero que se pusiera el papel debajo del pie izquierdo y llenó un lebrillo de agua le dijo que levantara el pie. Cogió el papel y agarró al panadero de la mano y le dijo que echara dinero en el agua. Cogió el medio pliego de papel y lo metió en el agua y le enseñó que en el papel había dibujada una mujer muerta y un hombre con unos pies de gallo y unos pitones en la cabeza y pintados cuatro reales de a ocho y le dio unos polvos muy colorados y unos granos que decía que eran de helechos. El grano para que hubiera fortuna y los polvos y los polvos para untarlos a la mujer en las plantas de los pies y le dijo que con esto estarían en paz».
Los cuatro reales de plata y el lebrillo de agua al que se le hacen cuatro cruces aparecen también en el juicio de Catalina la Santa, gitana jerezana, vecina de Arcos quemada en Sevilla en  1759, además de una sortija en un ritual para facilitar un casamiento.
El recorrido por las siete iglesias -recorrer las estaciones- era una costumbre que se hacía el Jueves Santo para recordar las penurias vividas por Jesús como acto de redención con el número 7 el número sagrado. El hecho de que aquí aparezcan diez iglesias indica que se han añadido a esta práctica otras tres en un culto ajeno al catolicismo.
La Inquisición reconocía el delito de hechicería cuando se invocaba al demonio se acusaba entonces de pacto con él y cuando se mezclaban en los hechizos objetos u oraciones sagradas.
El «Directorio de Inquisidores», escrita a mediados del siglo XIV, nos dice que hay tres clases de invocadores de diablos y los distingue así: «Los de la primera son los que le tributan culto de latría, sacrificándole, arrodillándosele … Los segundos se ciñen al culto de dulía o hiperdulía, mezclando nombres de diablos con los de santos en las letanías, y rogándoles que sean sus intercesores con Dios».
Gitana de Franz Hals.
El testigo y demás ministros «llevaron al panadero a casa del corregidor, contó lo sucedido y prendieron a la gitana» según aparece en el juicio de la Inquisición a Rosa de la Encarnación murciana gitana avecindada en Osuna que fue juzgada por la Inquisición de Sevilla en 1716.
Durante siglos muchas personas creían firmemente en la posibilidad de establecer pactos con el diablo para obtener habilidades, conocimientos o poderes que de otro modo serían inalcanzables. Estos pactos, a menudo formalizados por escrito, se consideraban medios efectivos para adquirir valentía, inteligencia o destrezas específicas. La creencia en la eficacia de tales acuerdos estaba profundamente arraigada en la mentalidad de la época, influenciada por la religión y las supersticiones prevalentes.

Ejemplo de PACTO CON EL DEMONIO
«Archivo Histórico Nacional Inquisición. 1748
Digo yo Ventura Rodríguez, que hago pacto con el demonio con efecto que me de licencia para saber torear, escapar, echar banderillas, estoquiar, saltar los toros que quiera y otras habilidades, tener mucho corazón. Amistad con grandes de España y otros y saber hablar y correr. Año 1748″. 

La Iglesia Católica condenaba estas prácticas, considerándolas herejías y asociándolas con la brujería. Sin embargo, la persistencia de estas creencias llevó a numerosas acusaciones y juicios por brujería, donde se alegaba que los acusados habían realizado pactos con el diablo para obtener sus habilidades.
FUENTE: Alegación fiscal del proceso de fe de María Rosa de la Encarnación, vendedora de ropas por las calles, originaria de Osuna, seguido en el Tribunal de la Inquisición de Sevilla, por sortílega.
La gitana hechicera de Jerez, vecina de Arcos y la Santa Inquisición
LOS PROCESOS INQUISITORIALES DE HECHICERIA EN EL TRIBUNAL DE TOLEDO DURANTE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVII Por M. Luz de las Cuevas Torresano
El origen de la Jeringoza, una danza popular con origen en el XVI