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La guerra contra los conversos, el huerto, el hospital y la capilla de San Miguel

Don Juan Gil, miembro de la Real Academia de la Lengua Española y uno de los expertos más importantes de España y autor del libro «Los Judeoconversos y la Inquisición en Sevilla», aporta más luz al conflicto de los judeoconversos dentro del clero en Marchena en 1525 en base a una carta del sacerdote de Marchena Francisco García.

Según expresa Juan Gil. «El interés de esta carta estriba en que revela que en Marchena se había entablado una guerra a muerte entre el sacerdote Francisco García y los demás miembros del clero de la ciudad, incluido el vicario: la llamada por él cofradía». El documento se refiere a la llegada de los dominicos, y al templo de San Miguel. 

Portada:  Escudo de la Inqquisición en el templo de Santo Domingo de Marchena. 

La carta se conserva en el Archivo Histórico Nacional, Osuna, legajo 175, D, 2. Se trata de una carta muy interesante del sacerdote Francisco García, escrita el 21 de enero de 1525 y dirigida al duque de Arcos.

Tras analizar el documento original Juan Gil ha analizado su significado y expresa en este artículo su aportación sobre el tema: 

Las causas de este encono no están tan claras como quisiéramos. Según García, irritó a sus émulos que el duque de Arcos le concediese una casita cercana a la huerta de San Miguel, donde antes vivían unos santeros; allí residía nuestro hombre, celebrando misa en la iglesia por las tardes, predicando el Evangelio y, según él, haciendo milagros como un verdadero santo.

El resto del clero le había hecho ver que no decir misa por la mañana contrariaba las constituciones eclesiásticas; pero no por ello nuestro hombre dio a torcer su brazo. Como suele suceder en este tipo de enfrentamientos, surgieron las inevitables murmuraciones: hubo quien se quejó de que García acusaba a sus rivales de estar amancebados; también se dijo que prohibía a la gente echar limosna en la colecta de la iglesia de sus antagonistas.

Documento original de 1525. 

En la casa del duque, dos escribanos aseguraron a uno de los cofrades que conseguirían que el duque expulsara finalmente de la “casilla” de San Miguel y hasta de Marchena a su mortal enemigo. Los conjurados no iban a la iglesia de García, pero se reunían en la huerta de San Miguel, donde un Benjumea –un apellido conocido en la Marchena de aquella época- se atrevió a echar pestes del sacerdote, “hijo de la tal que lo parió”. Para colmo, eran ellos los que tenían la llave de la iglesia, con lo que nuestro cura se hallaba expuesto sin remedio a cualquier insidia.

            García perteneció a esa clase de hombres que ven el mundo desde una perspectiva maniquea: huelga decir que a él le tocó ser el bueno y el santo, mientras que sus oponentes fueron la personificación del mal. En este simplista reparto de papeles en blanco y negro, García se presentó a sí mismo como un Jesús redivivo. Por consiguiente, no solo dio a sus adversarios respuestas similares a las réplicas de Cristo a los fariseos, sino que se atrevió a decir que el huerto de San Miguel podría ser un trasunto del huerto de Getsemaní, si la facción contraria llevaba a cabo sus siniestros designios y le daba muerte.

            Pero había otra razón que, además de reforzar todavía más este paralelismo, explica también el odio existente entre unos y otros: al decir del sacerdote, obsesionado con esa idea, todos sus rivales tenían sangre judía en las venas, mientras que él, libre de mácula, era un verdadero martillo de la Sinagoga, de modo que, si el duque de Arcos le prestaba su apoyo, se convertiría en el caudillo de los cristianos viejos de Marchena y restauraría en la ciudad la pureza del cristianismo, echado a perder por los conversos.

La Iglesia de San Miguel de Marchena, era a principios del XVI una pequeña ermita en una zona despoblada. 

Otra vez, por tanto, se repetía en Marchena el drama de Jerusalén: un nuevo Cristo –el sacerdote- se enfrentaba a una taifa de hombres desalmados que se reunían dentro de sus casas en conciliábulos secretos (“sin campana”, dijo pintorescamente García) con el único y exclusivo fin de tramar su perdición. Estos rufianes, no contentos con haber obstaculizado por todos los medios la concesión de la “casilla” al sacerdote, al ver el fracaso de su plan urdieron una conjura más sofisticada: “uno de ellos” fue a visitar al dominico fray Alonso de Zayas y le ofreció el terreno de la casa para que su Orden erigiese en él un convento: la manera más limpia y eficaz de deshacerse del enemigo por su expulsión.

¡Ojalá viniesen pronto a Marchena los frailes predicadores!, observó irónicamente García al comentar ese ofrecimiento al duque, pues con su llegada se establecería el tribunal del Santo Oficio, empezarían a arder los huesos de los conversos enterrados en el cementerio (cristiano, por supuesto) y colgarían en la iglesia los sambenitos de los penitenciados.

Interior del templo de Santo Domingo. 

            No satisfecho con haberse comparado con Cristo, García pasó a equiparar sus cuitas con los lances y persecuciones de los mártires. Marchena no era su parroquia; que si lo fuera, afirmó, él no dudaría en morir por ella, tal y como por su iglesia había sacrificado la vida Thomas Beckett. La mención a san Martín está tomada de una carta de Sulpicio Severo.

El hexámetro es una sentencia del Medievo. Otros ejemplos, como el del Papa san Clemente, están tomados del santoral antiguo. A pesar de los latines con que empedró su carta, nuestro sacerdote no fue un hombre culto: estropeó algunas citas (por ejemplo, no supo recitar el verso como era debido), cometió solecismos como escribir pingui tauri e in vnam ciuitatem (se trata de un locativo) e incurrió en una falta de ortografía, poniendo gismes por chismes (un galicismo derivado de schisma, ‘cisma’).

            Solo me resta expresar mi agradecimiento a don José A. Suárez por haberme facilitado esta oportunidad de conocer tan interesante documento, lo que me ha permitido escribir este artículo. «Comentarios a una carta del sacerdote Francisco García, escrita en Marchena en 1525.  Juan Gil».

Transcripción del texto realizada por Don Juan Gil. 

«IHS  Yllustrissimo señor

            Secretum meum tibi propter metum Judeorum[1], porque quiero dezir cómo, después que  V. S. fue Osuna, supe que estos duros de ceruiz et incircuncisi corde[2] dieron otra petiçión, sin la que no adjudicó, con que dezían tolle tolle[3], diziendo en esta segunda que, pues me mandaua dar la casilla y huerto, que se tomasse lo otro y me lo diesse. Iten, supe cómo fue vno d’ellos a fray Alonso de Çayas y dixo que en çiertos cabildos que avían hecho sin campana, como de antes, saluo en sus casas, abían determinado de darles ese sitio para monesterio y que lo tomassen en sus manos: querían desistir y renunciar su derecho por echarme de aquí, sin inçitar a V. S. a que vea cómo cumplen su mandado.

            Con gran dolor me quexo a Dios d’estos que tan mal me quieren sin tener razón para ello. Querría que paresçiéssemos delante V. S. y dixessen la quexa que tienen de mí y por qué me quieren tan mal, pues que yo les quiero bien. ¡Pluguiera a Dios que los frayres açeptaran su Ruego! Que pudiera ser que algún tiempo vieran en esta yglesia colgados los pellejos de las zorras sus parientes, que demoliuntur vineas[4], porque, yendo allí la Orden de los predicadores, a quien la Sancta Inquisiçión fue dada, lo primero que hizieran fuera desenterrar los huessos confesunos que allí están enterrados y desterrar las hisopadas de agua que viene a echar vn sastre en este pago de tierra virgen sobre las sepulturas de sus antepassados.

Y pues, por no perder el templo y rem[em]brança del huerto y las limosnas, saçerdotes y gentiles y conuerssos han hecho tan[tos] conçilios sobre quitarme la çera, persiguiendo a Jhesuchristo en la buena obra que aquí yo he hecho y hago, [porque ha] ocho días que los espero a penitençia y conformidad después que V. S. se fue, y no viene hombre [ningún] a cumplir lo que V. S. mandó: tesos, como la otra vez que les mandó con Pedro de la Barrera que me [dieran] rrecabdo, y nunca me lo dieron ni dixeron, que yo me fue a mi ventura el domingo siguiente a dezir missa, para ver sy me apedrearan sobre ello; y, con esta tesonía, ni avn a descomponer la imagen de Nuestra Señora no han assomado por acá, que todavía se está de Pascua y otras vezes las fiestas [se] está de Quaresma. Y agora dizen que se quiere yr la grulla, o es yda, que tienen por santera.

Y pues ellos han dado ocasión a que yo escriua todas estas cosas a V. S., que callara por no darle enojo, y son tan contrarios a lo que yo exerçito en esta yglesia, no conosçiendo (como çiegos de maliçia) la sancta intençión que V. S. tiene a que la ánimas de los pobres deste çerro sean consoladas, Exurge, Domine, (Ps. 9) et exaltetur manus tua, ne obliuiscaris pauperum[5]; y pues han conspirado y declinado jurisdiçión, diciendo que a Sant Pedro martir (que, aunque fue hijo de judíos ereges, por ser sancto y enemigo d’ellos ellos le mataron en asechança) le quieren por su Çésar, él no lo queriendo, parésçeme que, por lo que ha hecho y dicho en su petición, que se lo deue tomar todo, para que V. S. tenga esta vocación y casa limpia de diabólicas expurçiçias, y me la dé de su magnífica mano, para que yo biua y acabe mis días en seruiçio de Dios y de V. S. en este Recogimiento, dándome a la contemplación de la Sagrada Escriptura.

 

Y para que en esto no aya dilaçión y acaben las faltas y menguas que ay en esta yglesia, digo a V. S. con el propheta en el Psalmo prealegado, uides quoniam tu laborem et dolorem (id est, meum) /1v/ consideras, vt tradas eos y la yglesia in manus tuas[6]; y pues estos no çesan de infamarme dondequiera que me tienen deuoçión en esa villa, diziendo que eché estos sancteros de aquí por meterme en esta casilla que tenían, y otras cosas que, buena examinaçión y sano juyzio, de mi intençión estaré sin culpa, no me paresçe que deuo callar a V. S. cómo han dicho delante algunos amigos míos que sería bien cortarme las alas, y que prediqué contra el tributo de Çesar, diziendo que no echasen limosna en el çepo o su gazofilacio saluo que me lo diesen a mí, y otras cosas de falsedades, y que yua con gismes a V. S. Y ellos y el vicario y saçerdotes del templo, viendo la gente que aquí venía y viene, hizieron conçilio, diziendo: “Quid facimus, quia iste multa signa facit? Si dimittimus eum predicantem[7], perderemos nuestra gente y ofrenda.

Quítesele la çera, o, sy no, ande a demandar azeyte y trigo con los hermanos para la cofradía, y no diga missa tan tarde”. Y con esta ansia y palabras que fueron a sant Juan los leuitas, diziendo: “Tu [q]uis es? Sy non es Christus, quid ergo baptizas?[8], me llamaron y dixeron que cómo confesaua y dezía missa hora que no estoruaua que no viniesse la gente a missa a la yglesia parrochial, como era obligada; y mostraron[me] vn mandamiento de los prouisores passados sobre çierto debate y adentellamiento que truxeron olim[9] con [los] clérigos naturales que no dixessen missa saluo por la mañana, y que yo quebrantaua la constituçión que habla en esto.

Entre çiertas cosas les dixe que yo no quebrantaua la constitución y que por esso les predicaua algo del Euangelio, por que satisfiziessen al preçepto de la Yglesia, y que quántas quebrantauan ellos. At illi tacuerunt[10]. Como los que vinieron Nuestro Redemptor, diziendo: “Quare discipuli tui non lauant manus, cum manducant panem?[11], por que mi respuesta fue quasi la que Nuestro Señor dio a aquellos. Y cómo no çesan de regañar, han dicho que dixe a V. S. de sus mançebas e importuné que las mandasse echar, como sy las conosçiesse yo, y V. S. no velasse sobre su pueblo.

Cúpula del convento de Santo Domingo, actualmente en el Casino de Marchena. 

Plázeme que V. S. sabe la verdad. Sy algo le fueren a dezir de mí que dañe mi honrra, no me condene sin ser oýdo, dado que confío que V. S. sabrá y conosçerá que propter inuidiam etc.[12] Y porque me han dicho que de los que escriuen en la casa de V. S. dos se ofrecieron un cofadre que acabarían con V. S. que me echasse de Sant Miguel y aún de Marchena, sy en algo me acusaren, mándeme llamar, para que me diga: Non audis quanta aduerssum te dicunt testimonia? Secretum meum tibi etc.[13].

Pues que quiçá no escreuiré otra como esta a V. S., con su soportaçión no dexaré de dezir cómo vn niño que me sirue la missa algunas vezes, nieto del mesonero Vela, truxo el otro día a vnos rrufianes de comer que estauan en el huerto de Sant Miguel, y les dixo: “¿Por qué estáys aquí?”, y Respondió uno que se dize Benjumea y dixo: “Por que no nos vea el viejo rruyn de tu amo, ¡pese a tal con la tal que lo parió!”.

Tumbas de la casa ducal de Arcos en el interior del convento de Santo Domingo. 

Fuéronse, pero ya son venidos, por el aparejo que hallan aquí. Y este me truxo las llaues /2r/ de Sant Miguel, oy sábado, del mesón de su abuelo, que se las dio este Rufián que estaua almorçando con otros rufianes en el mesón. Veo esto y siéntolo a par de muerte, y no oso hablar y d’esto y de aver dicho un cofadre a Martín Sánchez, el carpintero, que me dixesse que me quitasse de demandar la casilla y huerto, sy no, que no sé qué. Temo que vn día me echen vn rrufián que me mate, y que sea este el huerto de Gethsemaní, donde prendieron a Christo, y por que no me afrenten como a Cabeça de Vaca, clérigo, porque no daua en casamiento a su sobrino a quien lo afrentó.

            Suplico a V. S. que digo con Moyses: Aut dele me de libro tuo, aut non parchas populo isto[14] id est, estos que andan comigo con tanto hipihape que no me quiero desaperçebir, porque de los descuydados se hazen los muertos y desonrrados, nam felix quem aliena pericula faciunt cautum[15]. Escriuo estas cosas a V. S. por que, sy su temporal fauor en esta buena obra no me haze espaldas, viendo tantos peligros serame forçoso cumplir lo que dixo Jhesuchristo:

Si persecuti vos fuerint in vnam ciuitatem, fugite in aliam etc.[16], que aún en esto obedesçeré la exposiçión de Santo Augu[stín], pues no son estas mis ovejas; que sy fuesen, aquí esperaría la muerte como el glorioso Sancto Thomás, arçobispo de Canturia, que murió por su yglesia. Pero aquí no es mía la yglesia, y ay más sediçión sobre mí que avía en Roma sobre Sant Clemeynte, ubi quidam diceba[nt: Bo]nus est, alii spiritu diabólico dicebant: Malus est et seducit populum[17]. No sé qué haré, p[ero] fiando del auxilio diuino, por que sea aptus regni Dei[18] en no boluer atrás, ya que tom[é] el arado del sancto Evangelio en la mano, para que huyan las aues malas y las peruerssas raýzes y çiz[a]ñas no impidan esta sancta sementera, puesto en tanta tribulación, quedo diziendo a V. S. con sant Martín:

Escudo de los Dominicos y de los Ponce de León en el cancel de Santo Domingo de Marchena. 

Grauis quidem est, Domine, corporee pugna milicie nec deficientem causabor etatem: munia tua deuotus implebo. Fiat voluntas tua[19]. Por tanto, Exurge, bueluo dezir, iudicare pupilo et humili, vt non apponat se homo, scilicet, la cofadría, magnificare se super terram[20]. Y quando V. S. quitare todo esto a estos, qui, sicut tauri pingui circundant me[21], año y medio ha que andan bramando por aventarme, y me prefiere aquí de su mano, para que yo asiente mi spíritu, tunc eripies me de contradicionibus populi et constitues me in caput gentium[22], id est, de los christianos viejos, que me oyen de buena gana y, por mi amonestaçión y su buena condiçión, rruegan a Dios por la vida y estado de V. S. Yllustríssima, el qual conserue en su seruiçio esse mismo Dios, Nuestro Señor, por muchos años y buenos. Amén. De Marchena, xxi de enero de 1525″.

            En el sobreescrito se lee: “Al yllustríssimo y muy magnífico señor duque de Arcos et çetera, mi señor, en Osuna”, “De vuestra señoría indigno capellán, Françisco García”.

En 1525 era Duque de Arcos y Señor de Marchena Rodrigo Ponce de León y Ponce de León, que muere en 1530. 

Escudos de los Ponce de León sobre su enterramiento en Santo Domingo de Marchena. 

[1] “Te entrego mi secreto” (cf. Isaías 24, 16 “guardo mi secreto para mí”) y “por el miedo a los judíos” (expresión que se repite en Juan 7, 13; 19, 38; 20, 19).

[2] “Y no circuncidados en su corazón” (Jeremías, 9, 26, cf. Ezequiel 44, 7).

[3] “Quita, quita” (Juan, 19, 15).

[4] “Las zorras que derriban las viñas” (Cántico, 2, 15)

[5] “Ves que tú consideras mi trabajo y dolor, para entregar a estos en tus manos” (Salmo, 9 B, 12).

[6] “Ves que tú consideras mi trabajo y dolor (esto es, el mío), para entregar a estos en tus manos” (Salmo, 9 B, 12).

[7] “¿Qué hacemos, porque este hace muchos prodigios? Si le dejamos predicar” (Juan, 11, 47).

[8] “¿Tú quién eres? Si no eres el Mesías, ¿por qué bautizas?” (Juan, 1, 25).

[9] “En otro tiempo”.

[10] “Pero ellos se callaron” (Lucas, 14, 4).

[11] “¿Por qué tus discípulos no se lavan las manos cuando comen pan?” (Mateo, 15, 2).

[12] “Por la envidia” (Eclesiastés, 45, 22).

[13] “No oyes cuántos testimonios dicen contra ti?” (Mateo, 27, 13) y “Te entrego mi secreto etc.” (cf. Is. 24, 16 y supra).

[14] “O bórrame de tu libro, o no tengas piedad de este pueblo” (cf. Éxodo, 32, 32).

[15] “Dichoso quien escarmienta en la desgracia ajena” (la sentencia es un hexámetro muy citado: Felix quem faciunt aliena pericula cautum, que ya se encuentra en los Chronica maiora de Mateo Paris, ed. Henry Richards Luard, Londres, 1876, III, p. 260).

[16] “Si os persiguen en una ciudad, huid a otra” (cf. Mateo, 10, 23).

[17] “Donde unos decían: Es bueno, y otros, por espíritu diabólico, decían: Es malo y pervierte al pueblo” (cf. Passio Clementis, 10 [A. Fábrega Grau, Pasionario hispánico, II, Madrid-Barcelona, 1955, p. 43]).

[18] “Apto para el reino de Dios”.

[19] “Es dura, Señor, la batalla de la milicia corporal y no pondré por excusa mi edad que desfallece. Cumpliré devotamente tus obligaciones. Hágase tu voluntad” (Sulpicio Severo, Epístolas, III [Migne, Patrologia Latina, XX, c. 182 C]).

[20] “Levántate para juzgar al pupilo y al humilde, para que el hombre no se ponga más a magnificarse sobre la tierra” (Salmo 10 B, 18).

[21] “Que como toros robustos me rodean” (Salmo, 21, 13).

[22] “Entonces me librarás de las habladurías de la gente y me pondrás como cabeza de tu pueblo” (Salmo 17, 44).