Durante la presentación, se destacó la importancia de este proyecto, que ha sido posible gracias al programa de desarrollo rural de Andalucía 2014-2022 y la gestión del Grupo de Desarrollo Rural Serranía Suroeste Sevillana. Los trabajos han contado con la implicación de la empresa Vensa Restauración y Conservación, además de colaboradores locales como Carpintería Hermanos Vela, entre otros.
La restauración del coro alto, una celosía de madera policromada de más de 8 metros de ancho, ha sido un reto técnico que requirió limpieza, consolidación y reintegración cromática. También se intervino el «can» derecho, una pieza estructural seriamente dañada por ataques xilófagos, reemplazando su interior por un soporte metálico para garantizar su estabilidad mientras se preservaba su aspecto original.
Por otro lado, la puerta de entrada fue renovada mediante la sustitución de sus tablas exteriores por madera de iroco, respetando los herrajes originales y garantizando su funcionalidad por generaciones.
El hermano mayor, Antonio Molina, subrayó la responsabilidad de la Hermandad en preservar su patrimonio, no solo como legado espiritual, sino como bien cultural para el pueblo de Marchena. Además, agradeció la colaboración de todos los hermanos y entidades que han hecho posible esta restauración, valorada en más de 78.000 euros.
La celosía de madera policromada del coro alto de la Iglesia de Santa Clara de Marchena es una obra notable del patrimonio histórico local. Según los registros históricos, la celosía data de 1785, un año en el que se constata su existencia como parte integral del coro alto del templo. Este elemento se diseñó con una función específica: tamizar la luz y ofrecer intimidad a las monjas clarisas, permitiéndoles asistir a los actos religiosos desde el coro sin ser vistas por los asistentes en la nave de la iglesia.
Autoría y Estilo
Aunque no se ha identificado al autor exacto de la celosía, los análisis técnicos y estilísticos sugieren que fue realizada por artesanos locales del siglo XVIII con un alto grado de especialización en carpintería y policromía. Estos artesanos trabajaron bajo la influencia del estilo barroco tardío, caracterizado por una decoración rica y detallada, que es evidente en las molduras, cresterías y elementos ornamentales de la celosía.
Materiales y Técnicas
La celosía está compuesta por madera de alta calidad, probablemente pino o abeto, tratada para resistir las condiciones ambientales del interior del templo. La policromía, que se conserva en gran parte original, incluye tonos claros en el fondo (como el beige y el blanco) y detalles decorativos en azules y negros. Las técnicas empleadas incluyen la talla manual para los detalles estructurales y decorativos, y la aplicación de pigmentos y barnices de origen natural, característicos de la época.
Contexto Histórico
La Iglesia de Santa Clara, antigua sede del convento de monjas clarisas, fue fundada oficialmente en 1498 y acogió a la orden hasta 1964, cuando las últimas monjas dejaron el convento. La celosía del coro alto era un elemento esencial en la vida conventual, permitiendo a las religiosas participar en las ceremonias mientras mantenían su clausura.
Conservación
Antes de la reciente restauración, la celosía presentaba daños estructurales y estéticos significativos, incluyendo suciedad acumulada, grietas en la madera, ataque de xilófagos (insectos que dañan la madera) y alteraciones en la policromía debido a intervenciones previas mal documentadas. Estos problemas comprometían tanto su estabilidad como su apariencia original.
La celosía de madera policromada del coro alto de la Iglesia de Santa Clara de Marchena es una obra notable del patrimonio histórico local. Según los registros históricos, la celosía data de 1785, un año en el que se constata su existencia como parte integral del coro alto del templo. Este elemento se diseñó con una función específica: tamizar la luz y ofrecer intimidad a las monjas clarisas, permitiéndoles asistir a los actos religiosos desde el coro sin ser vistas por los asistentes en la nave de la iglesia.
El can derecho de la celosía del coro alto de la Iglesia de Santa Clara presentaba un estado crítico de deterioro estructural, que comprometía la estabilidad de todo el conjunto. Este elemento, esencial para sostener la gran viga que recorre la celosía, había sufrido un ataque severo de xilófagos (insectos que se alimentan de madera), que dejó su interior prácticamente hueco y sin capacidad portante.
El daño fue tan severo que la madera original perdió prácticamente toda su capacidad estructural. Aunque los xilófagos ya no estaban activos, el deterioro acumulado había reducido el can a una delgada capa exterior.
La profundidad del daño incluso había causado agujeros visibles en el exterior, lo que alertó a los restauradores sobre el riesgo de colapso.
El can apenas cumplía su función de soporte. Durante la inspección, los restauradores notaron que estaba casi suelto, sostenido más por las condiciones generales de la estructura que por su propia integridad. Dada la importancia del can en la estabilidad de la celosía y la gran viga que soporta, su estado representaba un peligro real para la conservación de la pieza y la seguridad de la estructura.
Solución adoptada
Los restauradores tomaron una decisión técnica clave: mantener el can como elemento decorativo, pero reforzarlo estructuralmente desde el interior. Esto permitió preservar su apariencia histórica mientras se aseguraba su función. El can fue desmontado cuidadosamente para evitar daños adicionales. Antes de su manipulación, se protegió su superficie exterior con papel japonés y adhesivo para evitar desprendimientos de la policromía.
Se diseñó y fabricó un can metálico interno, que asumiera toda la carga estructural que el can original ya no podía soportar. Este elemento metálico se diseñó específicamente para encajar dentro del can de madera. El can de madera fue ahuecado en su interior para alojar el núcleo metálico. Se consolidaron las partes exteriores, reparando las zonas dañadas con injertos de madera en las áreas que presentaban pérdida de material.
Una vez restaurado y reforzado, el can fue colocado nuevamente en su posición original, ahora cumpliendo únicamente una función decorativa. El núcleo metálico oculto dentro de él asume toda la carga estructural.
Sin embargo, el can derecho no fue el único desafío al que se enfrentaron los restauradores. La celosía, de más de 8 metros de ancho y rica en ornamentación barroca, también mostraba suciedad acumulada por siglos de uso, especialmente por el hollín de velas y polvo ambiental, lo que había formado una costra que ocultaba su policromía original.
Además, se detectaron grietas profundas en la madera, pérdida de adherencia en la pintura decorativa, y la presencia de repintes antiguos que habían cambiado de color con el tiempo, alterando la armonía estética del conjunto. Estas lesiones se abordaron con técnicas modernas, incluyendo limpieza química con disolventes específicos, consolidación de las grietas mediante inyecciones de resina, y la eliminación cuidadosa de repintes incompatibles.
Otro problema recurrente fue la presencia de piezas desplazadas o sueltas, algunas de las cuales estaban tan inestables que podían desprenderse al manipular la estructura. Estas se reubicaron y fijaron en su posición original con materiales compatibles, mientras que las molduras y elementos decorativos faltantes se reprodujeron en madera tallada a mano, respetando los diseños originales. Los elementos metálicos, como clavos y herrajes, también fueron tratados para eliminar la oxidación y asegurar su funcionalidad, volviéndose a integrar en la celosía tras ser restaurados.
La restauración no solo se centró en la parte frontal de la celosía, sino también en su reverso, donde las patologías eran similares. Se realizaron limpiezas profundas, consolidaciones y reposiciones necesarias, logrando un resultado homogéneo que preserva tanto la funcionalidad como la estética del elemento. Además, la puerta de entrada de la iglesia, otro componente esencial, fue intervenida reemplazando las tablas exteriores deterioradas por nuevas de madera de iroco, garantizando su resistencia al tiempo y respetando los herrajes originales para mantener su apariencia histórica.