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“Ahora madre, entiendo tu manto”: María Hurtado conmueve a Marchena con un pregón tejido de fe, memoria y verdad

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Hay instantes en los que las palabras rompen en lágrimas, y otros en los que se hacen carne en los corazones de quienes las escuchan. Este domingo, en el templo abarrotado de San Juan, María Hurtado Bellido no ofreció solo un pregón. Abrió el pecho, remangó el alma y se colocó su túnica morada, no de tela, sino de verbo. Fue el atril su cruz, y la voz, la guía de una Marchena que ya huele a cera y azahar.

Desde la primera palabra hasta el último amén, María no dejó a nadie fuera. Habló a los cofrades y a los descreídos, a los que rezan cantando y a los que esperan en silencio. No lo hizo desde la superioridad, sino desde el suelo gastado de quien ha caminado todos los Viernes Santos. Su pregón fue, como dijo en sus propias palabras, “una levantá inmortal hacia ese balcón del cielo que brilla de manera perpetua en nuestros corazones”.

María habló con voz de nieta, de madre, de hermana y de Verónica. Recordó aquel año 2013 cuando cumplió su sueño de salir en la mañana del Viernes Santo y, justo ese día, su abuela Conchita partió al cielo. “Ese día no fue un día más en tu vida, María. Tu abuela también había cumplido un sueño”.

 Desde el primer instante, quiso comenzar donde todo empieza: en la Caridad.  “Herederos del buen Miguel Mañara”, recordó María, “con más de 375 años del aniversario de su fundación, han amparado al desamparado cada Domingo de Ramos, cuando el sol brilla sobre nuestros cuerpos”. Y evocó con una intensidad casi litúrgica el gesto solemne de esos hermanos de riguroso luto que, “caracterizados por un brazalete azul donde portan su escudo y una actitud seria propia de los más prudentes”, acompañan el féretro con una fidelidad inquebrantable. Para la pregonera, no se trata solo de una procesión: “Podemos escuchar uno de los sonidos más característicos del Domingo de Ramos: la esquila que acompaña el féretro que portan sus hermanos en el discurrir desde Milagrosa hacia San Sebastián”.

 “Hermano de la Santa Caridad, a medida que escuches más de cerca el sonido de esa campanita, más próximo estará el momento de que seas tú el siguiente en tocarla”, proclamó, con una ternura que solo la experiencia puede dar. 

“No hay banda, ni palio, ni palmas, ni claveles. Hay cera, hay cruz, hay compostura”, dijo, reivindicando lo esencial. Porque si en otras cofradías hay esplendor, en esta hay hondura. “La Santa Caridad no necesita pregón. Su ejemplo habla por ella”. Pero ella lo dio. Y lo dio bien. Con voz emocionada, recordó que “esta hermandad no solo desfila: acompaña, consuela, acoge, vela a los que parten y reza por los que quedan”. 

 Para María, la Caridad es más que una cofradía: es la raíz misma del Evangelio. “Hay hermandades que brillan con luz de cera, otras con luz de plata… pero la Santa Caridad brilla con la luz del servicio”. Por eso, su agradecimiento fue explícito, sin rodeos: “Gracias por cuidar a los que ya no están, a los que sufren, a los que nadie ve”.

Y cerró su evocación con la mirada puesta en lo eterno: “El Domingo de Ramos comienza con muerte, pero no con desesperanza. Ellos nos enseñan que todo final es también comienzo”. Por eso, “esta levantá va por todos los directores espirituales que nos acompañan durante todo el año a través de los cultos para alimentar nuestra fe”, y también por aquellos que, como los hermanos de la Caridad, “trabajan sin descanso para hacer visible lo invisible”.

Y así nos llevó a su infancia, cuando, con la impaciencia desbordada, pedía a su padre que la llevara a San Agustín. “Papá, venga, vamos ya para arriba que sale la Borriquita”, recordaba con una sonrisa casi infantil. Allí, entre la expectación del templo y el nervio en la garganta, aguardaba ese instante único en que se abren las puertas y comienza la vida pública del Señor. “Allí esperando al momento de mayor tensión, pues el miedo a esas edades no existe. Papá, que están de rodillas, que están desmontando el paso, que están bajando al Señor…”.

“Abrir el paso. Os traigo la salvación”, proclamó María, haciendo suyas las palabras de un Dios que se baja del cielo para jugar con sus hijos. “Es muy sencillo: escucharme y acompañarme. Acercaros a mí. Soy nuestro Padre Jesús de la Paz, montado en una borriquita, y vengo a salvar al pueblo de Marchena”.

El pregón se convirtió entonces en catequesis para los pequeños, en voz materna que susurra esperanza: “Niños y niñas de este pueblo, id a vuestras casas, corred la voz, que salgan todos a verme. Avisad a vuestras abuelas, que todos se vistan con sus mejores galas. A vuestros padres, decidles que os dejen estar por la calle junto a mí, que no pasa nada. Es el día de la Paz en Marchena”. Porque este día no es solo un comienzo litúrgico: es un renacer espiritual, un estallido de fe que convierte las calles en una nueva Jerusalén.

Con ternura dirigió esas palabras también a sus propios hijos: “Jesús y Jorge, hijos míos, ¿habéis escuchado el mensaje que el mismo Dios que ha bajado a la tierra ha dicho? Confiad, tened fe y amad desinteresadamente. Poneos en sus manos y agarrad fuerte esas ramitas de olivo que tienen la savia de la salvación. No las soltéis y no olvidéis llevarlas cada año después de misa a vuestras casas. Ponedle el lacito que más os guste, pero amarradla bien fuerte: tiene que durar todo un año”.

Desde ese instante del pregón, Marchena entera se vio montada en ese pollino, como si cada palmo de calle fuera una nueva bienvenida al Hijo de Dios. Y en la voz de María resonó el gozo de quien ha aprendido que la infancia no es una etapa, sino un don espiritual. Porque cada vez que sale la Borriquita, los que fuimos niños volvemos a serlo.

Y así, con la paz como estandarte, María nos recordó que la Semana Santa no empieza el Domingo de Ramos. Empieza mucho antes, en las miradas limpias de los niños, en los altares de cartón, en la rama de olivo que tiembla al viento… Y en el corazón que se prepara, año tras año, para volver a decir: “Papá, venga, que sale la Borriquita”.

Hay imágenes que no necesitan música para conmover, ni lágrimas para hablar. Basta con su andar sereno. Así es la Virgen de la Palma en la voz y en el corazón de María Hurtado, que la evocó en su pregón con la reverencia de quien ha sentido su consuelo tras la estrechez de la vida. “Madre de la Palma, eres madre de los que viven en acción de gracias. Llénanos este bonito día de algarabía”, dijo, iniciando con una súplica jubilosa lo que muy pronto se convirtió en letanía de devoción.

La estrechez del cancel de su iglesia fue imagen del alma que se prepara para acoger lo inmenso. “Tras la estrechez, aparece la calma. Palma, después de tu salida el pueblo impaciente te espera. El cancel está abierto. Comienza la Semana Grande y con ella uno de los mensajes: Dios aprieta, pero no ahoga”. Y en esa imagen de puertas que se abren está el símbolo del alma que se ensancha, del pueblo que espera, del milagro que comienza.

María supo captar ese contraste entre el rostro sereno y la hondura del mensaje. “¿Qué hay en tu mirada, Palma? ¿Dónde escondes tus lágrimas?”, se preguntaba, y cada palabra parecía buscar cobijo entre los entrevarales de ese palio que, año tras año, vuelve a tejer la esperanza con hilo de oro. “Los entrevarales son como los barrotes de las ventanas: están hechos para asomarnos a verte”, dijo, con una sencillez estremecedora.

Cuando el alma se arrodilla y el cuerpo detiene su prisa, es porque el Señor de la Humildad ha pasado.  María Hurtado, en su pregón de la Semana Santa de 2025, no solo recordó la escena; la vivió de nuevo con la emoción intacta y la convirtió en espejo de tantas vidas marcheneras. 

“Señor de la Humildad, una escuela de paciencia nos das”. Una lección aprendida en silencio, en los días lentos, en las noches largas, en los hospitales y en las salas de espera, donde “tus fieles desesperan sentado, como tú, en la piedra dura de la vida intentando comprender su rumbo”.

El Señor de la Humildad se convierte así en compañero de viaje, en intercesor del que no tiene fuerzas, en consuelo del que no entiende. “Junto a ti visitéis los hospitales, la residencia, las salas de espera…”. El lenguaje se volvió íntimo, casi confidencial. El tono del pregón descendió al susurro, al tú a tú de quien habla con su Dios en lo más profundo del alma.

Pero no se detuvo ahí. María hiló esta devoción con otra tradición muy marchenera: la saeta. “Una escuela de saetas, esa en la que se enseña a orar con una entonación que nunca falla, la que se canta desde el alma, la que está orada desde la autenticidad y con un pregón de un ángel desde ese balcón que sagrado parece estar afinado de año en año”. La saeta no es aquí un adorno musical, sino una plegaria que se eleva como incienso desde los balcones al cielo.

Hablar del Señor de la Humildad, es hablar de una enseñanza sin estridencias, de un ejemplo que no necesita alarde, de una presencia que sana sin tocar. “Regresa a tu templo con tu centuria detrás y no dejes nuestras vidas nunca en el azar. Pues hágase según tu voluntad”, concluyó María, dejando la oración como última palabra, como única respuesta posible ante el misterio de un Dios que se detiene para mirar al hombre desde su mismo nivel.

Hay una esquina de Marchena donde cada primavera se mece una novicia entre naranjos y flores. La Virgen de los Dolores no camina sola: la acompañan los suspiros de generaciones que han buscado en su rostro el consuelo a penas antiguas y recientes. María Hurtado lo expresó con palabras suaves y estremecidas, con la devoción de quien sabe que el dolor, cuando se ofrece, también puede ser redentor. “En el barrio de Santa Clara hay una Virgen con una mirada infinita y suplicante hacia el firmamento”, dijo. Y con esa frase abrió la puerta de un convento que es también refugio del alma.

Ella está “con un pañuelo colgando que casi te lo da si se lo pides”. Esa imagen sencilla –una mano tendida, un paño dispuesto a secar lágrimas ajenas– resume siglos de devoción popular. “Está esperándonos para consolar esas lágrimas que seguro que hoy no saben a sal, pues ya se ha encargado ella de quitarles ese mineral”.

El peso del pueblo está en ese pañuelo. “¿Cómo podemos pedirte tanto?”, se preguntó la pregonera, con una humildad desarmante. “¿Qué cansada tienes que acabar cada Miércoles Santo? ¿Cuánto pesa ese pañuelo sobre el que has absorbido todos los dolores de tu pueblo?”. Es la maternidad espiritual llevada al extremo: una madre que recoge, que escucha, que carga con lo que los demás no pueden.

En esa noche silenciosa de primavera, María reconoció que “madre dolorosa, es normal que mires al cielo en busca de tu consuelo”, pero le pidió algo más: “Baja tu mirada, que tus hijos queremos quitar la daga que atraviesa tu corazón, esa que profetizó el viejo Simeón”.

Hay nombres que se pronuncian con ternura. Nombres que no pesan, que no hieren, que no exigen. El de Jesús, cuando es niño, se dice con la suavidad con la que se acaricia un recuerdo, con la delicadeza con la que se habla de la infancia. Así lo proclamó María Hurtado en su pregón, elevando al Dulce Nombre de Jesús a la altura de un símbolo universal de consuelo y fortaleza: “Dulce Nombre de Jesús, siento la incongruencia de tu pronombre: ¿cómo puede ser dulce el que sabe, con tan pronta edad, lo que le espera?”.

Y sin embargo, lo es. Porque en ese rostro de niño con mirada sabia se concentra la ternura de Dios encarnado. “Tu nombre es dulce, y eso se refleja en la miel de tus labios”, dijo María, evocando la imagen de un Jesús que no teme, que se ofrece, que se entrega desde su inocencia.

Hablar del Dulce Nombre es hablar del primer asombro, del descubrimiento infantil de lo sagrado. “Aún recuerdo cómo te miraba de niña a niño”, confesó la pregonera. “Me fijaba en la pequeña crucecita de plata, la misma que después en madera yo portaría el Viernes Santo por las mismas calles que tú habías pisado”. Esa coincidencia entre la mirada del pasado y la vivencia del presente unió en una sola emoción a la niña que fue y a la mujer que ahora pregonaba.

María comprendió la paradoja de este Niño-Dios, que a pesar de su aparente fragilidad “tiene una mente de un diamante irrompible hacia el amor más puro y brillante que existe: el amor de Dios”. En esa contradicción entre niñez y divinidad, entre dulzura y sufrimiento, reside la grandeza de su imagen, y así lo expresó con una ternura que emocionó a todo el templo: “No llores, Dulce Nombre de Jesús, que todos los niños y niñas de tu pueblo te están mirando, te están ayudando”.

Y con un gesto de esperanza, selló el legado de generaciones: “Hoy los costaleros que te llevan son los mismos niños ya hechos hombres, y con la ayuda de tus ángeles, a pulso te elevarán al mismo cielo”.

Desde lo alto de una azotea, en un rincón que roza el cielo, una niña lanzaba su primera petalá sin saber que estaba sembrando una devoción que años más tarde haría florecer con palabras. Así nacía el amor de María Hurtado por la Virgen de la Piedad. “Desde la azotea de Cayetano veía de pequeña la salida del Dulce Nombre y desde allí también le ofrecía una petalá a la Virgen de la Piedad”, confesó con voz de memoria emocionada.

No hay calle en Marchena más silenciosa que aquella por la que pasa la Virgen de la Piedad. No hay rincón más íntimo que su paso lento, medido, donde todo parece pararse para dejar que el pueblo respire su consuelo. “Si te mecen, déjate llevar, Piedad es nuestra manera de que puedas andar”, proclamó María, poniendo en boca del pueblo ese susurro que se convierte en plegaria cuando Ella aparece.

La oración siguió fluyendo, tejida como los bordados de su manto: “Si te levantan al cielo, déjate llevar, Piedad es la manera de hacerte volar”. Porque esta Virgen no solo camina, no solo llora: se eleva. La eleva su pueblo, que la sostiene con amor callado, la mece con ternura infinita. “Si te rezan en silencio, déjate llevar, Piedad es nuestra manera de tus penas quitar”.

El Jueves Santo en Marchena no comienza en el reloj, sino en el corazón de quienes esperan que se abra el portón franciscano. De allí sale cada año, envuelto en lirios morados y recogimiento, el Cristo de la Santa y Vera Cruz, llevando consigo la memoria de generaciones que han hecho de este paso una oración viva. María Hurtado, con la emoción serena que da el amor antiguo, abrió su evocación con una confesión sincera: “Cuando habla mi corazón de la Vera Cruz, habla de recuerdos, sobre todo aquellos que guardo con un cariño muy especial”.

En su niñez, María deseaba ser costalera, pero en aquellos años no se podía. Así que se conformaba “con ir a los ensayos y llevar la radio”, porque lo importante no era el rol, sino estar cerca del Señor que camina entre sombras y cal. 

La Vera Cruz, para María, no es una cofradía más: es la cofradía de su familia materna los Bellidos. Ess casa el Jueves Santo se convertía en una casa hermandad, «donde las túnicas de mis primos estaban muy bien colgadas y planchadas en los muebles del salón de cada casa”. 

 “El Jueves Santo en Marchena todo parece transformarse”, proclamó la pregonera. “La noche se oscurece, el cielo comienza a eclipsarse ante tu inminente muerte. Se abre un portón en la capilla franciscana, donde en el cancel espera un nazareno que porta esa peculiar cruz de guía”.

En ese momento, Marchena se vuelve un templo al aire libre. “Suena cornetas y tambores y una rampa de madera sobre la que rachean suavemente con un poco de cuerpo a tierra”, y Él baja “camino del barrio más monumental, entre esquinas que se retuercen, muy padeciente, coronado de espinas y la sangre derramada”. La marcha no es música, es latido; la cera no es luz, es lágrima; y el paso no es madera, es altar: “Una elegante levantá a pulso siempre te eleva, esas trabajaderas sagradas que rachean suavemente y que rezan sin parar en una noche que parece que no tiene final”.

María describió el instante en que la silueta del Cristo se proyecta sobre las paredes blancas del barrio, como una aparición: “De repente, por las paredes encaladas previamente, una silueta se refleja del Señor que pasa por tu casa. Verte. ¡Cuánta elegancia hay en tu barrio! ¡Qué silencio tan solemne!”. Porque si algo distingue a la Vera Cruz es el recogimiento que envuelve su discurrir, la sobriedad que no necesita ornamento, el rezo callado que no exige respuesta.

Hay nombres que no se pronuncian, se respiran. Nombres que no hacen falta decir en voz alta porque ya viven en el corazón. Así es la Esperanza en Marchena: no necesita presentaciones ni alardes. Basta con mirarla para entender por qué su manto verde no es un color cualquiera. “Dicen que el color de la Esperanza no es un verde normal”, explicó María Hurtado. “A mí me recuerda al verde del mar”. Pero no a un mar en calma, sino al mar que lucha, al que no se rinde. “El mar revuelto, ese que arrastra toda la arena del fondo cuando rompe la ola, justo ese es el color”.

Así la sintió la pregonera desde niña. No como un símbolo decorativo, sino como una necesidad vital. “La Esperanza te tripula para poder navegar, allá en tu fondo más profundo que te arranca el alma sin avisar”. Y como quien se aferra a una tabla en mitad del naufragio, elevó su canto: “Cuando la mar esté revuelta, a cara a cara mírala: es la Esperanza la que te salva de la deriva en alta mar”.

Por eso, la Esperanza de Marchena no es simplemente bella. “No vas a ser bella, Esperanza, tienes que serlo por necesidad”. Porque cada mirada busca en Ella una respuesta, un consuelo, un sí o un no que cambie el rumbo de una vida. “Sino, ¿cómo te miramos esperando encontrar la respuesta a ese sí o a ese no que ansiamos escuchar?”.

En esa mezcla de ternura y fortaleza, María fue desgranando su oración íntima: “Bella es la Esperanza que de verde tiñes el mar cuando la ves pasar, va demostrando un no sé qué que te sacia cuando se va”. Porque verla no basta. Se necesita, se ansía, se espera. “Bella es la Esperanza que de verde tiñes el mar del que anhela encontrar los vaivenes de la vida que aparecen cuando no los sabemos tolerar”.

La pregonera describió con palabras sentidas esa conexión íntima entre la Virgen y su pueblo, donde cada uno lanza plegarias en silencio. “Miras para abajo, para nuestros ojos encontrar esas plegarias que te lanzamos y que en ti la respuesta está”. Y entonces se comprende que Ella, coronada y serena, no está solo para embellecer una calle, sino para sostener un alma. “Bella es la Esperanza, esa que porta alfajín de Capitán General y coronada está, la que navega sobre un palio estrellado hecho de terciopelo y plata, impregnada en nazar, y llevas más de 20 años siendo Reina de Marchena, de la cristiandad y de todo el mar”.

Hay imágenes que no se nombran sin estremecerse. Y en Marchena, si hay un nombre que agita las entrañas del pueblo entero, ese es el de Nuestro Padre Jesús Nazareno. El Señor que no se menciona, se reza; el que no se mira, se sigue; el que no se explica, se siente. Y eso hizo María Hurtado: sentir. “¿En serio? ¿No me lo puedo creer? ¿Y ahora qué hago?”, se preguntaba recordando el instante en que se encontró frente a Él, tras veinte años de espera en una lista “que parece ser eterna para ponerme por un instante frente a ti, cara a cara”.

Su voz, que tantas veces se quebró a lo largo del pregón, pareció quebrarse aún más cuando pronunció esas palabras: “Ese día no sabía si hablarte desde mi tristeza o desde el agradecimiento”. Porque el día que María se revistió de Verónica fue el mismo día en que su abuela Conchita se despidió de este mundo. Y no, no fue casualidad. “Tú decidiste que yo, vestida de Verónica, justo ese día ascendiera a ti”.

Aquella escena no fue solo un rito ni un sueño cumplido: fue un abrazo entre generaciones, un gesto de la Providencia. “Tu rostro yo limpiar o tú el mío. A mí no podía estar nerviosa ese día, solo quería hablar contigo y que me explicaras qué es lo que pasaría”. Y en ese diálogo íntimo entre nieta y Señor, entre túnica morada y paño blanco, se selló una alianza de vida entera.

“No vi a mi abuela desde el balcón viendo pasar a su nieta, sino que fui yo la que la acerqué a ti al balcón infinito del cielo”. Y en ese gesto, María comprendió algo esencial: que cuando Dios está por medio, no hay casualidades, solo misterios que se revelan con amor.

No es extraño que su camino nazareno lo viva como una misión. “Por eso camino descalza y de morado, desde San Miguel, cuando las puertas están de par en par, un Viernes Santo de madrugada, bajo un cielo estremecido de gargantas que se rompen a rezar”. Porque seguir a Jesús Nazareno no es solo vestir la túnica: es descalzarse del mundo, entregarse sin medida, fundirse en cada chicotá con el latido de su pueblo.

Con la emoción contenida de quien ha sentido esa madrugada en la piel, fue relatando cada recoveco del recorrido, cada paso que Él da por las calles de Marchena. “Bajo una luna llena primaveral, camino descalza y de morado, siguiendo una cruz de guía bajando de la Rabal”. Esas calles, que de día son barrio, en su paso se hacen santuario: Plazuela del Topo, calle Estudio, calle Sevilla, San Sebastián, Milagrosa, Santa Clara… “Calle Sevilla, que no sube, que reza por la paz bajo una palma merced y pilar”.

Y en ese discurrir lento, fatigado, arrastrando la cruz, María descubre que no solo camina Jesús. Camina el pueblo entero con Él, cada cual con su herida, cada cual con su fe. “Camino descalza y de morado hasta llegar al más sagrado altar del Monumento, donde está Jesucristo ya no muerto, sino vivo”. Porque Jesús no cae, se arrodilla. No se cansa, se entrega. “Tú que caminas, tú que no te paras, tú que no te cansas y el que nos miras cara a cara”.

Hay lágrimas que no se ven, pero que mojan por dentro. Lágrimas de sal y de silencio, de fe y de desahogo. Lágrimas como las de María Santísima de las Lágrimas, que no brotan solo de sus ojos tallados, sino de todos los que la miran. María Hurtado, con la emoción desbordada, se dirigió a Ella no como pregonera, sino como hija, como mujer, como madre, como alguien que un día descubrió que aquellas manos abiertas no solo recogían súplicas: también sostenían vidas.

“Virgen de las Lágrimas, tengo que pedirte perdón por haberte dado de lado durante tantos años”, confesó con humildad, reconociendo que sus miradas y sentimientos “se concentraban en tu Hijo primero”. Pero la vida, con su manera extraña de ponernos en nuestro sitio, hizo que fuese precisamente Ella quien la tomara de la mano en uno de los momentos más íntimos y reveladores. “Me pusieron junto a ti. Mejor dicho, en tus manos. Siempre abiertas se quedaron desde entonces, como hacen todas las madres”.

Ese instante, que quedó “fosilizado” en el corazón cofrade de la pregonera, ocurrió cuando estaba embarazada de su hijo Jorge. “Con uno de mis hijos en mi vientre pude acompañarte al son de la misma marcha que hoy aquí ha acontecido: Amarguras, Fondeanta”. La misma marcha que abría el pregón y que ahora regresaba para abrazar la memoria de aquella noche. “Lo admito: estaba algo triste de no poder hacer mi estación de penitencia ese año. Aunque lo intenté, me puse mi túnica, pero solo aguanté hasta pasar el arco”.

En su interior, una vida latía, y afuera, otra Vida —la de la Virgen— se desbordaba en compasión. “Qué mágicos son los momentos”, dijo, cuando, “a la voz de un Jorge costalero al mando de su capatá, daba voz a otro Jorge, el de mis adentros”. Porque no todas las lágrimas son de tristeza, y María supo reconocerlo: “También las hay de agradecerte, Virgen de las Lágrimas, que tu amargura se desvanece y la vida resurge al pasar y verte”.

De ese dolor hecho belleza brotó una descripción que conmovió a todo el templo: “Ahora, Madre, entiendo tu manto. Tu manto azul, de azul cobalto. No va a ser de otro color si está lleno de penas y de llanto”. Un manto que no cubre solo una imagen, sino que arropa a todo un pueblo. “Lo llenas tanto y tanto que es el océano de Marchena cada Viernes Santo”.

Y como ola tras ola, sus palabras se hicieron poesía. “Ahora, Madre, entiendo tu manto: de Nazarenos ahogados entre el dolor acumulado de los porrazos que la vida te golpea cuando menos estás preparado”. Ese manto, dijo, recoge las lágrimas de las madres que luchan en silencio, “de las que los vaivenes del día a día te consumen más todavía y esperan a verte para desahogar su agonía”.

Hay imágenes que parecen detenidas en el tiempo. Y otras que, aunque inertes, respiran. El Santísimo Cristo de San Pedro no camina, pero avanza en el alma de quien lo contempla. Así lo vio María Hurtado cuando, con la voz encogida, narró su primer reencuentro con Él al saber que sería pregonera: “¿Cómo no sentir ese dolor, Santísimo Cristo de San Pedro, al verte pasar a través de las calles estrechas, donde el silencio se rompe con el crujir de tu madera y el rachear del esparto sobre el suelo desgastado, al eco de tu ‘Miserere’ y entonaciones de quintas y sextas?”

En ese momento, lo esencial no fue hablar, sino ver. “La primera hermandad que fui a visitar fue esta”, confesó, “y ¿qué vi? Vi a ese Cristo que está allí, a lo lejos, en Santo Domingo, fundido en madera. Madera convertida en talla. Talla traducida a vida”. Porque en Marchena, el arte no es adorno, sino dogma: las imágenes respiran y sangran, y el Cristo de San Pedro es prueba de ello.

Fue en una visita posterior cuando la pregonera se atrevió a mirarlo desde más cerca, desde abajo, desde sus pies. Y en ese ángulo inédito descubrió una dimensión hasta entonces desconocida: “Tuve el atrevimiento de acercarme y, desde ese ángulo, pude percatarme de algo que jamás vi en la tarde del Viernes Santo: la dureza que padeciste. Tus manos moradas, tus brazos estirados, tus piernas fatigadas, tus pies ensangrentados y tu rostro, Señor, desfigurado”.

No lo dijo con aspavientos, sino con la seriedad de quien ha tocado el dolor. “Parece que vives, aunque estás recién muerto”, sentenció. Porque en el Cristo de San Pedro no hay dulzura ni calma, sino el espanto contenido de una muerte real. Y eso fue lo que más conmovió a María: la crudeza.

Recordó, entonces, aquella última vez que Marchena lo vio por sus calles, en andas y sin dosel, y comprendió por qué sus hermanos quisieron bordarle un dosel de terciopelo que disimulara las heridas: “Tuvieron que mandar hacer tal reliquia para que se pudieran disimular tus lesiones, tu frialdad, tus traumatismos, tus llagas y esa mirada perdida en busca de consuelo”.

El dosel, entendido como refugio, no como adorno. “Todo, Señor, para salvar a tu pueblo”. Porque no hay ornamento más sagrado que el que envuelve el sufrimiento. María lo entendió y lo explicó con una claridad conmovedora: ese dosel no es sólo belleza, es compasión. Un escudo bordado frente al horror.

La noche del Viernes Santo no se apaga del todo mientras quede encendida la mirada de una madre. Y en Marchena, esa madre tiene un nombre: María Santísima de las Angustias. A Ella se dirigió María Hurtado con un susurro convertido en plegaria, con ese respeto que sólo se puede tener hacia quien lo ha perdido todo y, sin embargo, sigue en pie.

“Madre, aunque eres modelo y maestra de la fe, me ha costado enfrentarme a ti”, comenzó diciendo. No porque no la amara, sino porque representa aquello que a nadie le gusta atravesar: “Representas una de las advocaciones que menos queremos sentir en nuestras vidas: la angustia, el temor, el miedo, la desesperación”.

La pregonera imaginó su dolor no desde la distancia, sino como hija, como madre, como mujer. Y se preguntó con temblor en la voz: “¿Qué día tan largo tuviste que pasar? ¿Cuál fue el más duro? ¿Su condena? ¿Las burlas? ¿Ver cómo caminaba y caía con la cruz? ¿Ver cómo lo crucificaban? ¿O tenerlo de nuevo entre tus brazos ya sin vida?”

La escena es desgarradora. Y María no la suavizó, no la embelleció con palabras vacías. Fue al centro del abismo, al instante exacto en el que la Virgen recoge a su Hijo muerto. “Ya no hay mayor espanto, pues llegó el instante. La palabra está cumplida. La muerte ha discurrido por las calles. Tu hijo, crucificado, ya sin dolor, esperando la salvación, su resurrección”.

Cada palabra fue tallada con lágrimas. “Madre, en esta noche teñida de luto, donde las calles de Marchena han intercambiado luces por sombras y el silencio se ha apoderado del murmullo, la cera de tus nazarenos va llorando por el suelo”. Esa cera que llora, como tú, como todos.

“Seis lágrimas de angustia resbalan por tu bello y blanquecino rostro, donde el sofoco del pánico que debiste sufrir le dan color a tu mejilla”, continuó, como quien ha sostenido la imagen entre las manos y ha sentido el temblor del alma. “Madre de negro y pálido corazón, aunque sintieras en tu garganta ese nudo que te hace callar, aunque sintieras en tu alma ese dolor que te ahoga aún más, aunque sintieras en tu corazón cien puñales al hincar… angustias más desamparadas quisieran los marcheneros quitar”.

El Sábado Santo en Marchena no es una noche de duelo, sino un umbral. Y ese umbral tiene forma de paso: el Santo Entierro, el “resumen del que todo lo consume”, como lo definió María Hurtado, con el corazón lleno y la voz hecha incienso. Porque tras la muerte, dijo, “es el poliedro perfecto, donde Cristo yacente, descendido de la cruz, triunfante, duerme por poco tiempo”.

No habló sólo del silencio ni de la solemnidad, sino del milagro tallado en madera. “Si hubiese sabido tu escultor, Jerónimo Hernández, que luego vendría un Guzmán Bejarano para dejarnos perplejos ante tan majestuosa obra, no se lo hubiese imaginado. Nada falta, Señor”. Y es que ese paso no es un paso: es un retablo andante que late con cada zancada.

Es un libro abierto, con capítulos de oro y lirios morados. “Es un retablo abierto que camina entre decorados con lirios pasionantes, que van haciendo justicia ante tu paso”. En sus esquinas, las cuatro esquinas del mundo: “¿Quién no ha mirado a sus esquinas, con sus evangelistas? A San Lucas, acompañado con la fuerza del toro. A San Marcos, con el poder del león. A San Juan, con el águila que todo lo divisa. O a San Mateo, con ese ángel que nos aguarda”.

Y allí, en el vértice de todo, en el centro geométrico de la fe, está Él: “Sí, porque en el vértice, en el extremo de tu poliedro, Señor, estás una vez más tú, transformado en polígono, para que podamos vivir a través de ti”. Un paso que, al avanzar, no pisa, sino que flota. “Da igual que subas a toda prisa con un izquierdo que rachea por el susurrar del paso del tiempo, ante un suelo desgastado y unas paredes que, si hablaran, Señor, quizás no seguirían en pie”.

Marchena no sólo lo contempla, lo acompaña. Y Él, a su vez, la guía en su ascenso hacia la esperanza. “Sigue subiendo hacia la mota más alta y atraviesa esa puerta medieval, esa que nos acerca más de ti, pues tu fe nos guía”.

Pero no va solo. Le siguen las que no fallan nunca. “Seguido de tus tres Marías: Salomé, Magdalena, María Cleofás, y la Verónica, que nos muestra tu Santa Faz”. Son ellas las custodias del silencio, las guardianas de ese cuerpo que duerme, pero que no ha muerto del todo.

Y María lo proclama con la certeza de quien lo ha sentido en carne viva: “Santo Entierro, que no te hemos enterrado. Que a tu sepulcro te hemos acompañado solo para que vuelvas a vivir, ahora sí, toda la eternidad”.

Cuando ya la Semana Santa declina, cuando las túnicas se guardan y el silencio vuelve a tomar las calles, una figura sigue en pie. Es la Virgen de la Soledad, coronada de estrellas, sostenida por la oración de un pueblo entero que, aunque la llama sola, nunca la deja sola.

Así la describió María Hurtado, con ese respeto que sólo se profesa a lo que es eterno. “Madre, eres modelo de amor, y das todo aunque te duela”, comenzó, en un tono de íntima veneración. “¿Cómo te llaman Soledad, con un pueblo que te corona y que sola no te deja estar?”

La contradicción de tu nombre no hace sino subrayar el consuelo que repartes. “Te llaman Soledad, pero en tu tiro te cobijan y no te dejan escapar. Te llaman Soledad, pero eres la madre de todos los marcheneros”, afirmó la pregonera, recogiendo ese anhelo callado que acompaña a tantos en la noche más honda del año.

Hay instantes que sólo Marchena entiende. Uno de ellos ocurre bajo tu palio, cuando los cirios titilan y las bambalinas tiemblan. María no lo dejó pasar: “¿Capatá, qué se siente cogiendo ese llamador de plata? ¿Dónde están puestas todas las plegarias de un pueblo? Saber que en ti está la voz que hace que los milagros se cumplan”.

No son versos, son verdades de fe. “Cuántos rezos de madre desconsolada hacia la madre de Marchena, Soledad Coronada”. Madres que encuentran en ti un espejo, un refugio, un bálsamo. Porque tú, aunque rota, sigues de pie. Porque tú, aunque te llamen Soledad, estás acompañada de todas las mujeres de Marchena: “baja, acordonada por mujeres que sola no te van a dejar, vestidas de manto y que no paran de rezar”.

Tu palio es más que orfebrería, es un cielo tangible. “Tu palio repleto de estrellas relucientes entre una palmera muy ducal que tiene siete hojas, una por cada hermandad”, dijo María, hilando historia, estética y símbolo en una sola imagen. “Tus bambalinas son lunas que se mecen sin parar, camino de ese sepulcro que vacío dicen que está”.

María nos lleva al instante último de tu tránsito por las calles, allí donde los adioses se pronuncian sin voz. “Soledad, abre un poco esas manos, déjalas de apretar, que desde mi ventana te lanzo una plegaria más. Recíbela: de cariño es igual de importante que las demás, pero esta tiene más peso. No, no es para mí. Es para quien tú ya sabes”.

Y en ese gesto final, en ese cerrar de manos, María Hurtado depositó el anhelo más profundo de todos: salud para quienes luchan. “No te olvides, Soledad, a por otro año de salud para los que están”. Porque si alguien puede guardar ese deseo, eres tú, que llevas siglos custodiando el dolor, la esperanza y la fe de Marchena.

“Cierra tus manos. El secreto dicho está. ¡Viva la Soledad Coronada! ¡Viva María sin pecado original!”. Con esa exclamación concluyó María su ofrenda, con el corazón en vilo y los ojos húmedos de quien ha comprendido que la Soledad no es ausencia, sino compañía fiel hasta el final.

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Calor para el inicio del caminar de las hermandades rocieras de Marchena y campiña sevilana y cordobesa

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La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) ha emitido una alerta por una ola de calor que afectará a Sevilla y gran parte del sur peninsular durante la última semana de mayo de 2025. Se prevé que las temperaturas alcancen los 40 °C en la capital hispalense a partir del miércoles 28 de mayo, con valores que podrían mantenerse elevados hasta principios de junio.

Según las previsiones, el domingo 1 de junio, día en que muchas hermandades sevillanas inician su peregrinación hacia El Rocío, se espera que las temperaturas máximas en Sevilla alcancen los 34 °C, con cielos despejados y sin probabilidad de precipitaciones.

El Plan Romero 2025, el dispositivo de seguridad y emergencias que acompaña a las hermandades durante la Romería del Rocío, se activará el próximo lunes 2 de junio y permanecerá operativo hasta el jueves 12 de junio.

Salida de la Hermandad de Marchena

La Hermandad de Marchena comenzará su peregrinación el domingo 1 de junio a las 9:00 h con la Misa de Romeros en la Parroquia de San Sebastián. Tras la eucaristía, el Simpecado recorrerá las calles del municipio, realizando visitas a los templos de Santa Clara, Santo Domingo, Veracruz y San Andrés, donde quedará depositado. La comitiva continuará hacia  Montepalacio para unirse con Osuna, hermandad con la que realiza su camino al Rocio.

Misa de Acción de Gracias

Como culminación de las actividades, la Hermandad de Marchena celebrará una Misa de Acción de Gracias el sábado 14 de junio a las 21:00 h en la Parroquia de San Sebastián de Osuna, agradeciendo la participación y el fervor de todos los devotos durante la Romería .

Salida de la Hermandad de Osuna

Por su parte, la Hermandad de Osuna iniciará su camino el sábado 31 de mayo a las 9:30 h con la Misa de Romeros en el Convento de los Padres Carmelitas. Tras la misa, el Simpecado recorrerá las calles de Osuna, haciendo una parada en el Ayuntamiento antes de emprender su peregrinación hacia El Rocío. La hermandad continuará su camino hacia La Puebla de Cazalla, Paradas y Arahal, siguiendo su ruta hacia El Rocío .

Camino conjunto

Ambas hermandades se encontrarán en Montepalacio, donde celebrarán su primera misa conjunta en La Mocheta. A partir de ahí, compartirán el resto del camino hacia El Rocío, fortaleciendo los lazos de fraternidad.

Viajes organizados para la Romería

Para facilitar la participación de los fieles en los actos principales de la Romería, la Hermandad de Osuna ha organizado un viaje el Sábado 7 de junio con un autobús desde Osuna para la Presentación de la Hermandad ante la Hermandad Matriz de Almonte. Los interesados pueden obtener más información contactando con Antonio Algarra al teléfono 636 10 61 31 .

El Domingo 8 de junio organizan un viaje para asistir a la salida procesional de la Virgen del Rocío. El autobús saldrá a las 17:00 h desde la Parada de Autobuses de Osuna y a las 17:30 h desde el Recinto Ferial de La Puebla de Cazalla. El precio del viaje es de 20 €, y el regreso está previsto para el lunes 9 de junio a las 8:00 h desde la Gasolinera “La Canaliega” en El Rocío.

HERMANDAD DE PUENTE GENIL

La Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Puente Genil iniciará su peregrinación número 43 hacia la aldea almonteña el sábado 31 de mayo de 2025. La jornada comenzará con la Misa de Romeros a las 9:00 h en la Parroquia de Santiago el Mayor. Tras la eucaristía, la comitiva partirá desde la Plaza de Santiago, recorriendo las calles de Puente Genil antes de emprender su camino hacia El Rocío.

El itinerario previsto incluye paradas en localidades como Herrera, El Rubio y La Campana. Según fuentes locales, la hermandad tiene previsto pasar por Marchena el lunes 2 de junio, realizando una parada en el convento de San Andrés para visitar a las monjas y realizar una ofrenda floral.

la Hermandad del Rocío de Puente Genil pasará por el término de Marchena el lunes 2 de junio de 2025, realizando una parada para el sesteo a las 13:00 horas en La Cobotilla. La comitiva saldrá a las 16:00 horas con destino a Montepalacio, donde pernoctará en el término de Paradas.

HERMANDAD DE CORDOBA

La Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Córdoba iniciará su peregrinación hacia la aldea almonteña el jueves 29 de mayo de 2025, con la celebración de la Misa de Romeros a las 16:30 horas en la Real Iglesia de San Pabloy se dirigirá posteriormente hacia los caminos de la campiña sevillana psando por caminos de Ecija, Fuentes de Andalucia, Paradas y Arahal. 

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Hoy recogida de Alimentos en 500 puntos de recogida y con 3.500 voluntarios

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La Fundación Banco de Alimentos de Sevilla ha puesto en marcha hoy, viernes 23 de mayo, su tradicional Recogida de Primavera, que se extenderá hasta mañana sábado 24. Esta campaña se desarrolla en más de 500 puntos de recogida distribuidos por toda la provincia, con la colaboración de alrededor de 3.500 personas voluntarias. El objetivo es abastecer de alimentos a más de 30.000 personas usuarias durante los meses de verano, cuando la demanda suele aumentar.

Bajo el lema «Alimenta la Esperanza», la campaña combina la recogida física de alimentos en supermercados con donaciones económicas que pueden realizarse directamente en la línea de caja. Entre los productos más necesarios se encuentran aceite, leche, arroz, legumbres y caldos. Las aportaciones económicas permiten al Banco de Alimentos adquirir productos deficitarios según las necesidades específicas.

Para quienes prefieran realizar donaciones económicas, existen varias opciones:

  • A través de la página web www.supersolidario.com, donde también es posible inscribirse como socio o socia con una aportación periódica.

  • Mediante Bizum, utilizando el código 33495 y seleccionando la opción de donativo o aportación solidaria.

  • Realizando transferencias a las cuentas bancarias habilitadas:

    • BBVA: ES24 0182 6000 1402 0801 8302

    • Santander: ES75 0049 1256 3721 1006 3782

    • Caja Rural del Sur: ES51 3187 0810 9810 9482 7522

    • Caixabank: ES20 2100 7326 1022 0032 5971

Los donantes que deseen obtener un certificado fiscal de su aportación pueden validar su ticket en la opción habilitada en la página de la fundación: https://www.bancodealimentosdesevilla.org/desgrava-tu-ticket/.

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Marchena acondicionará el Parque de La Alameda con nuevos aseos y zona para autocaravanas

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El Ayuntamiento de Marchena ha aprobado oficialmente el expediente de contratación para la ejecución de las obras incluidas en el Programa de Fomento de Empleo Agrario (PFEA) 2024, que contempla una intervención en el Parque del Sector 4 “La Alameda”. El proyecto consistirá en mejoras generales, nuevas instalaciones, la construcción de unos aseos y el acondicionamiento de una zona como estacionamiento para autocaravanas.

Este contrato, de naturaleza mixta (obra y suministro de materiales), ha sido valorado en 70.822,65 euros, incluyendo IVA, y está dividido en 13 lotes que abarcan desde materiales de construcción hasta elementos de fontanería, cerrajería, electricidad, pintura, mobiliario urbano y ropa de protección. El valor estimado del contrato, excluido IVA, asciende a 58.531,11 euros.

La obra consiste en mejorar la infraestructura del parque, dentro del programa estatal dirigido a trabajadores desempleados, preferentemente eventuales agrarios. La actuación ha sido cofinanciada a través de una subvención pública recogida en la Resolución del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) del 21 de febrero de 2025.

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Mateo de Orellana: un ecijano alarife del edificio de San Jerónimo de Marchena

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Mateo de Orellana, arquitecto y alarife, desempeñó un papel crucial en el desarrollo urbano y artístico de la villa de Marchena entre 1600 y 1627, periodo en el que se vivía una profunda transformación impulsada por la nobleza local.
Nacido en Écija en el último tercio del siglo XVI, Orellana se formó en una ciudad vibrante y rica en tradiciones constructivas, donde llegó a ocupar el cargo de alarife del Consejo, título reservado a los maestros que gozaban de confianza institucional para supervisar obras públicas y privadas.
Desde su cargo en Écija, intervino en distintos proyectos que lo acreditaron como un maestro de sólida formación técnica y sensibilidad artística. Su estilo, vinculado a las corrientes tardo-renacentistas con aportes ya plenamente barrocos, llamó la atención de los promotores marcheneros, vinculados a la Casa de los Ponce de León, que a finales del siglo XVI y principios del XVII acometían importantes reformas urbanas y religiosas en la villa.
En 1600, el licenciado Luis de Molina le encarga la culminación de unas casas en la calle Carrera, en Marchena, que eran de su propiedad.  En el contrato aparece como vecino de Écija, obligándose a realizar el patio con tres lienzos y dos galerías de arcos de medio punto sobre columnas de mármol según informa Juan Antonio Arenillas.
En esa fecha participó en la reconstrucción de la Iglesia del Convento de San Agustín de Écija. Siguió trabajando en Marchena en el Convento franciscano, ejecutando la capilla mayor entre 1612 y 1613, (hoy desaparecida) y Juan Antonio Arenillas cree que pudo ser el autor en 1616-17, de una tribuna y una escalera de caracol en San Juan Bautista de Marchena.  Mientras tanto seguía trabajando en la torre del Convento de Santo Domingo y San Pablo de Écija.
Su obra más significativa fue el Colegio de San Jerónimo de Marchena, proyecto educativo y religioso encomendado en sus últimos años de vida. Precisamente, Orellana falleció en septiembre de 1627, en plena ejecución de esta construcción, dejando inconcluso su último legado.
En la firma del contrato de San Jerónimo fue su fiador el licenciado Luis de Molina, y realizó la carpintería Juan Jiménez,  mientras que el maestro jerezano Alonso Álvarez Albarrán, hizo los escudos, y el cantero de Cabra, Juan de Morales ejecutó la portada. La arquitectura fue proyectada por el fraile jesuita Pedro Sánchez y ejecutada por
Orellana, con un lenguaje clasicista de gran sobriedad, sólo alterado por la presencia de la portada con la escultura de San Jerónimo y los escudos.

El Colegio de San Jerónimo se fundó sobre el solar de unas casas que pertenecieron a la familia morisca de Alonso de Villacastín, cuyo solar dejaron libre tras la expulsión general de los Moriscos de 1610, en la plaza de San Andrés por el clérigo de la iglesia de San Juan, Gonzalo Fernández, presbítero de  San Juan que dejó en su testamento en 1609 dinero para la construcción de un colegio para estudiantes pobres que quisieran ser sacerdotes donde los jesuitas impartiesen clases de filosofía y moral.
El lugar elegido fue junto al Colegio de la Encarnación y junto a la puerta de Osuna, y se mantenía con las rentas del colegio Jesuita de la Encarnación o Santa Isbel.  En 1619, el arquitecto jesuita Pedro Sánchez dio las trazas y condiciones para construirlo y la albañilería fue realizada por Mateo de Orellana, junto a Juan Jiménez, como carpintero. 
Intervención en Sevilla
Además de su labor en Marchena, Orellana fue llamado en 1622 por el III duque de Arcos, Rodrigo Ponce de León, para intervenir en un pleito entre los franciscanos terceros y el duque por un terreno adyacente al palacio Ponce de León en Sevilla. El maestro trazó un plano del palacio y participó en la elaboración de informes junto a otros destacados alarifes y arquitectos de la ciudad. Finalmente, en 1627, se acordó la cesión del terreno a cambio de la construcción de una tribuna en la iglesia franciscana.
Legado y fallecimiento
Mateo de Orellana falleció en septiembre de 1627, mientras se encontraba trabajando en las obras del Colegio de San Jerónimo en Marchena.
Fuentes consultadas:
  • Fernando García Sánchez, “Nuevas aportaciones al palacio de los duques de Arcos en Sevilla. Plano, informes y construcción de una tribuna (1622-1627)”, Ucoarte. Revista de Teoría e Historia del Arte, nº 12, 2023.
  • Manuel Antonio Ramos Suárez, El Colegio de la Encarnación de Marchena. De la Compañía de Jesús al Colegio de Santa Isabel, Marchena, 2008.
  • Écija Artística – Colección Documental, siglos XVI y XVII, Universidad de Sevilla.

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25 años de historiografía sobre «los primos amantes» de Marchena y Paradas

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Aprovechando la preseentacion hoy 22 de Mayo, de la novela “El amor secreto entre Marchena y Paradas nunca contado”, de Pedro Rojas Pedregosa, el investigador paraedeño Joaquin Ramon Perez Buzón repasa la historiografía sobre este tema desde el año 2000 al 2025.

La historia de los primos hermanos Escobar, el marchenero Juan y la paradeña Catalina que, como Romeo y Julieta, tuvieron tantos problemas para amarse, ha sido premiada de nuevo en el Certamen Villa de Marchena Memorial Rosario Martín, en su vigésimo quinta edición.

Con esta investigación Joaquín Ramón Pérez Buzón, obtuvo el primer premio de Ensayo en la XXI edición de dicho concurso, siendo publicada por la Editorial Alfar en 2021 con el título “Amor y rebeldía en Paradas y Marchena (1523)”.

Ahora, con motivo de las bodas de plata del certamen, este trabajo ha recibido también el galardón honorífico Rosa de las Letras, al ser elegido entre los ensayos premiados en los primeros veinticinco años de andadura. Enhorabuena al IES Isidro de Arcenegui y Carmona por mantener y enriquecer este extraordinario certamen durante tan amplio período de tiempo.

En la modalidad de Poesía ha resultado ganador de la misma condecoración Rosa de las Letras el poemario “Sin título”, de Antonio Felipe Fernández Aguilar y en la de Relato “El escribiente del palco platea”, de Juan Carlos Pérez López. 

El drama de los primos enamorados, que ha cumplido algo más de quinientos años, sigue de actualidad tras ser recordado en los últimos años en distintas versiones.

Hoy día el 22 de Mayo, se va a presentar la novela “El amor secreto entre Marchena y Paradas nunca contado”, de Pedro Rojas Pedregosa, sobre el mismo tema.

Puede ser una imagen de texto que dice "PRESENTACIÓN DE LA NOVELA Pedro Rojas Pedregosa AMOR SECRETO ENTRE MARCHENA Y PARADAS NUNCA CONTADO 20:00 H JUEVES, 22 DE MAYO BIBLIOTECA MUNICIPAL DE MARCHENA CON LA PARTICIPACIÓN DEL AUTOR Y PRESENTACIÓN A CARGO DE JESÜS GARCÍA SOLANO COLABORA EXCMO AYUNTAMIENTO DE MARCHENA *"

El título nos da pie para repasar la historiografía que se ha ocupado de aquel acontecimiento. Su primera divulgación se remonta nada menos que al año 2000, cuando lo trató el profesor universitario Francisco Núñez Roldán en las VI Jornadas de Historia de Marchena, dentro de una ponencia que llevó por título “Justicia y gracia en Marchena. Siglos XVI y XVII”.

Como muestra, esta portada del acta de aquella edición de las Jornadas, junto con la cabecera de una revista aparecida en Paradas con el nombre de Rizoma, dirigida por tres jóvenes paradeños: Daniel Jiménez Sánchez, Jorge Jiménez Portillo y Víctor Manuel Muñoz Sánchez.

En ella Joaquin Ramón Pérez Buzón participó en el año 2002 con un breve estudio sobre esta historia, que llevó por título “Los amantes de Paradas”. La portada de la XXI edición del Certamen Villa de Marchena, contiene el primer premio de Ensayo sobre el amor imposible de los primos Escobar.

La historia de los primos amantes de Paradas y Marchena, será plasmada en un libro

Asimismo, en 2016, en la revista Andalucía en la Historia encontramos un artículo titulado “Desafíos al control patriarcal. Disciplina y resistencia a la moral establecida”, donde el autor, Juan José Iglesias Rodríguez, hizo unas referencias a este asunto en un apartado breve, que llamó significativamente “Romeo y Julieta en Marchena”.

El 23 de Abril del 2021, para celebrar el Día del Libro, aparece un vídeo con una dramatización sobre el tema, con el título de “Historia de una puta bellaca”, organizada por el director de la iniciativa Marchena Secreta, José Antonio Suárez, con la colaboración de muchos vecinos y vecinas de esta villa. Es una pena que la pandemia malograra su representación teatral.

Un Duque rico pero sin blanca: Nuevos datos sobre los primos amantes de Paradas y Marchena

Poco después le otorgan el primer premio de Ensayo a Joaquin Ramón Pérez Buzón en la XXI edición del Certamen Villa de Marchena, cuya portada hemos visto en la ilustración en primer plano, y dos años más tarde, al cumplirse los 500 años de aquellos sucesos, revista Saber Más, se hace eco del aniversario con varios artículos.

En uno de ellos se recoge una ponencia que realizó Pérez Buzón en las II Jornadas de Cultura Villa de Paradas, titulada “Paradas 1523. Historia documentada del desafío de los primos amantes”.

Dos libros reviven la historia real de los «Primos Amantes» de Marchena y Paradas 500 años después

Pérez Buzón expresa «me quedó por hacer una definitiva composición que contara toda la desventura de los amantes, que es lo que solicité a la Diputación Provincial, estando en la actualidad pendiente de publicarse. En ella aparecerá también un nuevo documento menor, recientemente divulgado y varios dibujos que he realizado para amenizar el trabajo. Ya adelanté hace mes y medio alguna referencia documental y una ilustración en el artículo de esta revista Saber Más “Un duque rico pero sin blanca”.

Terminó esta comunicación con «otra imagen que también tiene un fondo arquitectónico marchenero y representa el momento posterior al rapto consentido de Catalina por su primo Juan, cuando se trasladan a La Puebla de Cazalla y salen de Marchena por la Puerta de Osuna».

Añade que «Un testigo los vio salir del recinto amurallado marchenero. En el documento del Archivo Histórico Nacional con signatura OSUNA, C. 169 D. 56-57 se puede leer: “Alonso, testigo recibido, dijo que lo que sabe es que ayer viernes a las tres de la madrugada, viniendo de Casares, encontró en el campo un mozón (es decir, un joven) con un sayo pardillo, hecho a nesgas (piezas triangulares), viejo, unas antiparas (es decir, unas polainas, cubriendo las piernas por delante), un velo tocado y unos zapatos de hebilla, y una lanzuela; caballero en un asno prieto, hocico blanco, herrado en el hocico, y delante sí llevaba una mujer tocada una toca (sic) e atapada con el canto de la toca, e cobixada con un mantillo e cobixada la cara con ella. E más adelante, llegando a la Barrera de la Puerta de Osuna, encontró a un Juan de Escobar, hijo de Pedro Álvarez, encima de un caballo morcillo calzado, e la cola grande, e a las ancas un mancebo de un sayo pardillo y una caperuza de ventalla colorada. Y este testigo los
vido porque la luna era muy clara”.

Añade Perez Buzón «He intentado representar lo que vería el testigo. En primer término Catalina y un joven, que en otro lugar se dice que era su primo Angulo el Rico, en un burro, con una lanza, y tras ellos Juan y un criado en un caballo. Irían separados hacia La Puebla para
despistar si los soldados del duque los buscaban. Juan Luis Ravé en su obra “El alcázar y la muralla de Marchena” nos informa de que a esta puerta, que iba hasta Osuna, se la llamaba Nueva porque podría ser del siglo XV, y nos la describe como flanqueada por dos torres con un arco de medio punto o de herradura transformado. Parcialmente desaparecida, la conocemos a través de un dibujo de la Comisión de Monumentos realizado por Gumersindo Díaz a principios del siglo XX, que es el que he seguido para su representación. Tuvo en alguna parte una pintura de una Inmaculada, cuyo esbozo hemos intentado sugerir en esta estampa».

«En definitiva, llevamos ya más de dos décadas conociendo por diversos medios una de las
historias documentadas más antiguas y sugerentes de nuestro pasado, que tuvo lugar en las
vecinas localidades de Marchena y Paradas» finaliza Buzón.

 

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Décima salida de la Cruz de mayo Nazarena el 30 de Mayo

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Con la llegada del mes de mayo, florecen las tradiciones y una de las más esperadas por la juventud cofrade de nuestra localidad es la salida procesional de la Cruz de Mayo Nazarena. Este año, el Grupo Joven de la Hermandad de Jesús Nazareno celebra la décima edición.

La salida tendrá lugar,el próximo jueves 30 de mayo a las 21:30 horas, desde la Casa Hermandad ubicada en la calle San Miguel. Desde allí, la comitiva recorrerá las siguientes calles del centro histórico: San Miguel, Plaza Alvarado, Rojas Marcos, San Sebastián, San Pedro, Santa Clara, Sevilla, San Miguel, para finalmente regresar a su punto de partida.

El cortejo contará con el acompañamiento musical de la Banda de Cornetas y Tambores de la Centuria Romana, un aliciente más para quienes disfrutan de las marchas procesionales y el ambiente cofrade.

Puede ser una imagen de 1 persona y texto que dice "χ CRUZ NAZARENA Recorrido: Salida, San Miguel, Plaza Αλν Alvarado, Rojas Marcos, San Sebastián, San Pedro, Santa Clara, Sevilla, San Miguel, Miguel,Entrada Entrada. VIERNES, 30 DE MAYO 21:30 HORAS CASA HERMANDAD タイイタッナ ARCHICOFRADÍA DEL SANTISIMO: DELSANTISIMOSACRAMENTO, SACRAMENTO, PONTIFICIA Y YREAL HERMANDAD DE NUESTR PADRE JESUS NAZARENO MARIA SANTISIMA ELASLÁGRIMAS, LASI NUESTRA SEÑORA LOS REMEDIOS SAN /AN EVANGELISTA"

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