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Historia

Cuando Juan Ponce de León fundó Paradas hace 561 años

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Hace 561 años que Juan Ponce de León funda Paradas  en 1460 en el término de Marchena por don y II otorgando la Carta Puebla que conserva el Archivo Municipal de Paradas.

En el siglo XIV Beatriz Ponce de León, hija bastarda de Pedro Ponce de León, se casa con el capitán Alfonso Guillén de Villafranca, aportando la heredad de la torre de Paradas que entonces era un cortijo donde se cultivaba cereal, que luego compra Juan Ponce de León para fundar este nuevo pueblo el uno de febrero de 1460.

Juan Ponce de León tuvo 28 hijos de 8 mujeres distintas, y ninguna la legítima, ya que el heredero nacería de la criada Leonor Núñez, madre del Duque de Cádiz.

JUAN PONCE DE LEON 

Hijo de Pedro Ponce de León, I conde de Arcos, y de María de Ayala, Juan accedió al gobierno de su casa en 1448. Heredaba un floreciente mayorazgo compuesto por el condado de Arcos, las villas de Marchena, Mairena, Rota con sus almadrabas y Bailén, así como Paradas, Los Palacios, Chipiona, Guadajoz, casas principales en Sevilla y otros muchos bienes patrimoniales.

Desde que vio a Leonor Núñez en Marchena, Juan Ponce de León se prendó de ella, y a pesar de ello se casó con su prometida la rica y poderosa Leonor de Guzmán, aunque no tardó en aborrecerla. En el pleito de 1510, un vecino de Marchena decía haber oído decir a Juan Ponce de León que su legitima esposa le parecía «una grande asna y que tenía orejas de asno», otro afirma que don Juan «no la quería bien porque era fea y pecosa».

Le gustaba más Leonor Nuñez que era joven y guapa a la que siempre trató como su esposa. El problema era que Leonor Núñez dejó en Toledo a su marido, el bordador Juan del Paraíso. Vamos que «salió del paraíso para meterse en el infierno» según ella misma escribió. El bordador inició un pleito para reclamar a su legítima mujer, y vino a buscarla a Marchena pero de nada le sirvió. Su mujer le advirtió que no lo intentara porque  «la mayor tajada sería la de la oreja».

SE CASÓ CON LA CRIADA DE SU ESPOSA

El Señor de Marchena habia tomado a Leonor en contra de la voluntad de su propio padre, que le negaba el matrimonio con ella y de ella misma que se defendía y se negaba con todas sus fuerzas alegando que era casada.

Al final la hizo madre de ocho hijos y la recluyó a la Torre de Los Navarros, donde fue naciendo la prole, ya que su padre el conde Don Pedro, se oponía a tenerla en Sevilla ni en Marchena ni le permitía casarse con ella mientras él y su legítima esposa vivieran.

CUANDO LEONOR LLEGÓ A MARCHENA

El enfrentamiento paterno filial fue de tal magnitud, que cuando murió el conde Don Pedro, en 1441, su hijo no fue al entierro. Llegado el dia en que Don Juan Ponce de León se convirtió en señor de Marchena y heredero, lo primero que hizo fue ir a la Torre de los Navarros a por su amada Leonor.

Leonor Núñez fue conducida al castillo de Mairena del Alcor al amanecer del 3 de noviembre de 1448 para casarse con Don Juan ante una imagen de San Eutropio asistidos por sus criados Marta Rodríguez y Pedro de Pineda. Asistieron los Jerónimos del monasterio de Buenavista fray Juan de Medina y fray Pedro de Illescas y fueron testigos los vecinos de Mairena.

Los esposos se trasladaron a Marchena junto a sus hijos y ella pocas veces volvió a salir del Palacio de  Marchena donde tuvo que convivir con la irrefrenable promiscuidad de su marido Don Juan que ya antes de casarse con ella «se había echado con una tal Isabel Trigueros» en Mairena.

Además, en otras mujeres con las que convivió, a veces simultáneamente, tuvo otros muchos, hasta un total de veintiséis. A través de ellos, el conde de Arcos desarrolló una intensa política de alianzas con otros linajes que aumentó el poder y el peso social de su casa.

Juan Ponce de León tuvo un papel clave en la guerra contra el reino de Granada entre 1448 y 1454, donde él era uno de los grandes puntales de la defensa de Andalucía. Además, Juan Ponce de León acudió a las campañas desarrolladas por Enrique IV contra Granada entre 1455 y 1458. En enero de 1471, murió Juan Ponce de León y fue enterrado en el panteón familiar del Monasterio de San Agustín de Sevilla desde donde se trasladó en el XIX al Pabellón de Sevillanos Ilustres donde aún permanece enterrado. 

Locos y Quijotes en la familia Ponce de León de Marchena y Sevilla

UN HERMANO LOCO

Durante toda su vida Juan Ponce de León, padre del Marqués de Cádiz tuvo que cuidar a su hermano Diego, por estar loco. Diego Ponce de León, hijo de Pedro Ponce de León, abuelo de Rodrigo, Marqués de Cádiz y Manuel El Valiente estuvo casado con Aldonza Portocarrero hija de Luis Méndez Portocarrero.

Aunque no se menciona que fuese loco, en el testamento, su padre no le deja bienes y ordena a sus hermanos que lo mantengan. «Por ende mando que el dicho don Diego no aya cosa alguna de los dichos mis bienes”. Al primogénito y sucesor -don Juan Ponce de León, le encomienda “que tome e reçiba en su cargo al dicho don Diego mi hijo, su hermano, e lo tenga en el logar e por la vía e
manera que él entendiere e más cumpla, e lo mantenga e vista e calçe segund le pertenesçiere en quanto el dicho don Diego hubiere” tal y como publica Carriazo en su obra «Un precedente del Quijote en la Sevilla del descubrimiento».

Los Jardines, Paradas (Sevilla)

LA CARTA PUEBLA

La Carta Puebla era una especie de contrato agrario colectivo que regulaba el uso de las tierras cultivables, el uso de los bienes del común, la concesión de solares para viviendas, la obligación de permanencia, el régimen municipal. Se concedían exenciones fiscales y privilegios además de tierras.

La Carta Puebla o documento fundacional, indica expresamente la prohibición de repoblar Paradas con vecinos de otros pueblos de los Ponce al objeto de no despoblar dichos municipios y se le dota de una feria de ganado y mercancías con el fin de atraer pobladores. En el municipio se conserva la tradición que los pobladores de Paradas llegaron de la comarca de Astorga, capital de la Maragatería leonesa. 

LA FERIA DE MAYO

La Feria de Mayo de Paradas, es una de las más antiguas de Andalucía, que se inició en 1485, veinticinco años después de la fundación de Paradas, creada por Rodrigo Ponce de León, Marqués de Cádiz con autorización del Rey hace 534 años. Se dejó de celebrar por siglos y se recuperó en 1865, como feria Ganadera.

Don Juan, fundó la parroquia de San Eutropio y le puso ese nombre a su hijo después de salir victorioso en una batalla en La Rochela, Francia, cerca de Saintes, de donde el obispo Eutropio fue martirizado por los romanos.

A este santo Juan Ponce de León se encomendó en batalla y prometió fundar una iglesia y tener un hijo con el nombre del santo y así lo hizo, construyendo la parroquia de Paradas sobre unas ruinas romanas.

Paradas, Spain - 'Iglesia Parroquial de San Eutropio'

QUIEN ERA EUTROPIO PONCE DE LEON

Estropo o Eutropio Ponce de León nació en Marchena en 1460 y vivió en Jerez hacia 1470 donde fue recibido como caballero veinticuatro de la ciudad jerezana, ocupando el escaño que en él, renunció su suegro, Pedro de Vera conquistador de Canarias.

En 1466 Juan Ponce de León, Señor de Marchena y I Conde de Arcos firma un documento para otorgar la mayoría de edad a sus hijos que tuvo con Catalina González de Oviedo, en terceras nupcias que fueron Enrique, Lope, Beltrán, Eutropio, Constanza y Sancha.

Eutropio Ponce de León se casó en Jerez con Catalina de Vera hija del Comendador Pedro de Vera famoso por la crueldad con que castigó a los indios guanches de Canarias, a los que mató empalándolos.

La parroquia de Paradas era filial de de San Juan de Marchena, como sucedía con el resto de las iglesias de Marchena. A efectos administrativos San Eutropio era una iglesia más de Marchena. Cada año el día de San Juan Bautista el Duque mandaba que se renovaran los cargos municipales de Paradas, como el alcalde, alguacil y jurados. Parte de las obras de arte de la parroquia de Paradas proceden de Marchena.

CUANDO PARADAS CONSIGUE  LA INDEPENDENCIA DE MARCHENA

En 1784 Joaquín Riquelme en nombre del regimiento y la villa de Paradas acudió al rey Carlos IV pidiendo la segregación del término de Paradas de Marchena. 

Plaza de San Juan de Letrán, Paradas (Sevilla)

Los paradeños pedían sus propias tierras en función del número de habitantes, sacado del de Marchena que tenía «cinco millones de varas de terreno» es decier 56.200 fanegas, por lo que a Paradas correspondía 13.680 que antes formaban parte del término de Marchena. La falta de término municipal de Paradas dio lugar durante tres siglos a muertes, pleitos y enfrentamientos entre vecinos de Paradas y Marchena.

En 1570 de Felipe II prohibe, a petición del Duque que los vecinos de Paradas, Morón, Arahal y Puebla de Cazalla entren a cortar leña, pastar ni cazar en el Monte Palacio por ser propiedad del duque y estar en suelo de Marchena. Ya entonces el Duque inició un pleito contra los vecinos de Paradas.

TRES SIGLOS DE PLEITOS ENTRE MARCHENA Y PARADAS

Por este motivo Paradas pidió al Rey tener un término propio y el privilegio de villa en 1763 a lo que Marchena se opone porque suponía perder tierras de su propiedad. El Concejo de Marchena argumenta que «si se aumentara un pueblo (Paradas) decaerá el otro (Marchena)». Marchena presentó una serie de alegaciones y pleitos legales en contra que solo hicieron retrasar la «independencia» de Paradas.

En 1784 Joaquín Riquelme en nombre del regimiento y la villa de Paradas acudió al rey Carlos IV pidiendo la segregación del término de Paradas de Marchena y poco despues el rey le concede su término municipal a cambio de dinero.

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Historia

Los Borbones y la pérdida de poder económico de la Iglesia

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La llegada de la dinastía Borbón a principios del siglo XVIII marcó un giro importante en las relaciones entre la Iglesia, la nobleza y el Estado en España. Los nuevos monarcas borbónicos, influenciados por el absolutismo francés y las ideas ilustradas, buscaron reforzar la autoridad real sobre los asuntos eclesiásticos y económicos. En la práctica, esto se tradujo en leyes y decretos que recortaron privilegios tradicionales de la Iglesia y limitaron su poder financiero. Ya desde el reinado de Felipe V (1700–1746) se comenzó a obligar al clero a someterse a la jurisdicción civil.

Las actividades económicas del clero también fueron objeto de restricciones. En el ámbito local, los Borbones endurecieron la aplicación de los estancos y rentas, sin exceptuar a conventos o párrocos. En palabras de un cronista, “desde 1700 con la llegada de los Borbones… las leyes se volvieron más restrictivas para la Iglesia, que comenzó a perder privilegios.

Así, curas como el de Paradas que antes podían comerciar vino para fondos parroquiales vieron cómo incurrían en ilícito si no respetaban los monopolios oficiales. Los ejemplos de 1717 y 1736 en Marchena/Paradas confirman esa pérdida paulatina de inmunidad económica eclesiástica: lo que en siglos previos quizás se hubiera tolerado como “pequeño tráfico” del clero, bajo los Borbones terminó en procesos penales.

Otra medida drástica fue la expulsión de los Jesuitas en 1767. Carlos III suprimió la influyente orden en todos sus dominios acusándola de desobediencia y de instigar revueltas (como el motín de Esquilache). Más allá de las razones políticas, la expulsión implicó la incautación masiva de colegios, haciendas y bienes jesuíticos –muchos de ellos productivos– en beneficio de la Hacienda Real.

En Andalucía, esto abarcó viñedos, olivares, cortijos y bodegas que los Jesuitas administraban (recordemos la gran viña de Marchena que quedó bajo control de la Corona tras 1767). La salida de los regulares y la venta de sus bienes significó un golpe al poder económico de la Iglesia y, a la vez, alivió a competidores civiles que veían en esas órdenes religiosos a unos rivales en los mercados locales.

Ya a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, las guerras y las revoluciones aceleraron los cambios. Durante la invasión napoleónica (1808–1814), las tropas francesas saquearon por igual las reservas del Estado, de la nobleza y del clero: en Marchena, por ejemplo, fueron vaciados el Pósito público (silos municipales de grano), la Cilla de la iglesia (granero de diezmos) y las “paneras” ducales.

Esta destrucción del patrimonio alimentario agravó el hambre y sembró resentimiento contra todos los antiguos poderes. En medio de ese caos, las Cortes de Cádiz (1812), primer parlamento liberal español, decretaron la abolición de los señoríos jurisdiccionales y sentaron bases para secularizar bienes eclesiásticos.

Aunque la restauración absolutista de Fernando VII revirtió temporalmente algunas medidas, el impulso liberal resurgió con fuerza. Entre 1835 y 1837, durante la regencia de Mendizábal e Isabel II, se consolidó definitivamente la Revolución Liberal que desmanteló el antiguo poder económico de la Iglesia.

En pocos años se: abolieron los diezmos y exacciones fiscales eclesiásticas,  se expropiaron y subastaron propiedades rústicas y urbanas del clero (la Desamortización de Mendizábal en 1836 y de Madoz en 1855 terminaron de liquidar la mayor parte de los latifundios de la Iglesia), y  se suprimieron conventos y órdenes religiosas contemplativas.

Al promediar el siglo XIX la Iglesia española había dejado de ser la principal terrateniente y recaudadora en el agro: pasó a depender de un presupuesto estatal (Concordato de 1851) para sostenimiento del culto y clero, renunciando a la mayoría de sus rentas autónomas.

Este cambio legislativo tuvo fuertes efectos sociales y culturales. Por un lado, liberó enormes extensiones de tierras antes amortizadas, permitiendo la expansión de una burguesía agraria (aunque en la práctica muchas fincas desamortizadas pasaron a latifundistas, no a pequeños campesinos).

Estas transformaciones alimentaron también conflictos ideológicos: el anticlericalismo ganó adeptos entre sectores populares que percibían a la Iglesia como aliada del antiguo orden feudal, mientras los católicos tradicionalistas resentían la pérdida de influencia social de la institución eclesial.

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Actualidad

Cuando los judeoconversos controlaban el tráfico de esclavos en Sevilla y provincia

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La esclavitud constituyó un fenómeno social y económico de gran importancia en Andalucía durante los siglos XV al XVII, con el Reino de Sevilla como uno de los principales centros de este comercio humano en la Europa meridional. Aunque las investigaciones sobre la esclavitud en grandes núcleos urbanos como Sevilla o Cádiz están bien desarrolladas, los estudios sobre ciudades medias como Carmona, Écija, Marchena y Osuna son más limitados. También se han documentado mercados de esclavos en localidades como Jerez de la Frontera y Utrera,

Los trabajos que desempeñaban eran variados: servidumbre doméstica, trabajo agrícola, oficios artesanales, cocina, crianza de niños e incluso labores portuarias o servicios sexuales.

La sociedad justificaba este comercio mediante argumentos religiosos y civilizadores. Se aceptaba que la esclavitud era «una pena justa por pecados, herejías o guerras», y que los esclavos debían ser «evangelizados y redimidos mediante el servicio». Esta paradoja moral permitió a una sociedad profundamente católica sostener un sistema de esclavitud sin sentir contradicción aparente.

Los esclavos eran vendidos y comprados mediante contratos notariales, en plazas, ferias o en los propios domicilios.

Luis de Peraza describía así la Sevilla de 1535: «Hay moros esclavos de todas las partes de África, cristianos e infieles. Hay infinita multitud de negros y negras de todas las partes de Etiopía y Guinea, de los quales nos servimos en Sevilla y son traídos por la vía de Portugal«5.

Como señala el estudio sobre Jerez y Utrera, existía una «élite mercantil judeoconversa andaluza [que] había penetrado en la trata negrera y establecidos mecanismos de conexión con el sistema esclavista portugués»2

Los conversos portugueses controlaron los asientos (contratos de monopolio para el comercio de esclavos) entre 1580 y 1640, aunque su influencia ya era notable en el siglo XV. Familias como Rodrigues, Jiménez, Noronha, Mendes, Pallos Dias, Caballero, Jorge, Fernandes Elvas y Caldeira eran prominentes en estas actividades, estableciendo redes internacionales basadas en lazos familiares y religiosos.

Los pueblos sevillanos funcionando como mercados secundarios que se abastecían principalmente de tres grupos: esclavos negros procedentes del África subsahariana, moriscos esclavizados tras las rebeliones del siglo XVI, y canarios cautivos tras la conquista del archipiélago. Como señala Alfonso Franco Silva en su obra sobre esclavitud, Sevilla era punto de conexión entre las rutas atlánticas y mediterráneas africanas y europeas.

El mercado de esclavos en Sevilla y Marchena, fuente de riqueza para élites y banqueros

Los esclavos subsaharianos procedentes principalmente de las regiones de Guinea, Congo y Angola, llegaban a través del sistema comercial portugués. Estos «esclavos guineos» o «de nación guineo» aparece documentada en Utrera, donde se registra la venta de personas como «Pedro, de nación guineo de mar Congo» y «María, de las del Congio»2.

En Jerez de la Frontera y Utrera, por ejemplo, se han documentado «433 compraventas en las que se mercadea con un total de 472 personas esclavizadas» entre 1567 y 1590 aproximadamente.

A partir de la rebelión de las Alpujarras (1568-1571), los moriscos del Reino de Granada que participaron en la sublevación fueron esclavizados y distribuidos por toda Andalucía. Según documenta Elena Lobo, «el grupo más numeroso» de esclavos andaluces»2. Tras la conquista de las Islas Canarias a finales del siglo XV, muchos nativos, especialmente gomeros, fueron esclavizados y trasladados a la Península. El mercado sevillano recibió un «contingente numeroso de prisioneros y de gomeros rebeldes»3.

Los esclavos berberiscos y turcos del norte de África y del Imperio Otomano, erran capturados en acciones navales. Antonio Domínguez Ortiz señala que su número disminuyó significativamente a partir del siglo XVII debido al «descenso de la actividad naval de España en el Mediterráneo»4.

La Esclavitud en Marchena: Un Caso Documentado

 Según la documentación disponible, Marchena participó activamente en el comercio de esclavos desde finales del siglo XV, con especial énfasis en esclavos canarios.

Esclavos, conversos, piratas y corsarios en la Andalucía de Rodrigo Ponce de León

Tras la conquista de las Islas Canarias, los monarcas castellanos cedieron en 1480 sus derechos sobre la trata de esclavos canarios a Alonso de Quintanilla y Pedro Fernández Cabrón. Este último «a veces actuaba llegó a la isla junto con Pedro de Vera, conquistador de Gran Canaria en 1483 y hombre de confianza de Rodrigo Ponce de León»3. Esta conexión podría explicar la presencia de esclavos canarios en Marchena, señorío de los Ponce de León.

Se han documentado casos específicos de transacciones de esclavos canarios en Marchena:

  • El 12 de marzo de 1490, «Gómez de Barrionuevo, vecino de Marchena, compró una esclava canaria llamada Malgarida, que fue liberada por el obispo de Canarias, con el argumento de que era horra es decir libre»3. Este caso generó un conflicto legal que llegó hasta la Real Cancillería de los Reyes de Castilla.

  • También en 1490, «se inicia causa en la Real Cancillería de los Reyes de Castilla para que se ejecute un contrato a petición de Diego Núñez, vecino de Marchena, el cual había comprado un canario de La Gomera que igualmente le tomó el obispo de Canaria por ser horro por mandado del Rey»3.

Marchena, la esclavitud al servicio de los Ponce de León

«Marchena tuvo un mercado esclavo permanente desde el siglo XV», afirma Mira Caballos. El Duque de Arcos llegó a poseer «hasta 200 esclavos repartidos entre sus palacios de Marchena y Sevilla».

Rodrigo Ponce de León (1443-1492), X señor de Marchena y III conde de Arcos, emergió como una figura clave en la configuración política y económica del Reino de Sevilla durante el periodo de transición entre los reinados de Enrique IV y los Reyes Católicos.

Su apoyo al partido portugués en la guerra de sucesión castellana (1475-1479), su matrimonio con Beatriz Pacheco (hija de Juan Pacheco, marqués de Villena), y sus incursiones en el norte de África lo situaron en el centro de las redes de poder que sustentaban el comercio esclavista andaluz. Las fuentes documentales revelan su participación directa en operaciones militares con implicaciones en la trata de seres humanos, así como conexiones con redes conversas portuguesas que facilitaban la compraventa de esclavos.

Los esclavos del Duque de Arcos y la esclavitud en Marchena

Beatriz Pacheco actuó como nexo entre su marido y las facciones pro-portuguesas, particularmente después de que Juana la Beltraneja contrajera matrimonio con Alfonso V de Portugal en 1475. La documentación del Archivo General de Simancas (AGS, Sec. Nobleza, Leg. 2345) muestra que Rodrigo mantuvo correspondencia con nobles portugueses, negociando apoyos logísticos para sus campañas militares a cambio de concesiones comerciales1.

En 1483, Rodrigo Ponce de León recibió autorización real para armar naves y realizar corso contra infieles en las costas de Berbería, con derecho al quinto real sobre el botín, incluyendo esclavos.

Así es la ruta de los esclavos por el barrio de San Juan de Marchena

Existen documentos en el Archivo General de Simancas (AGS), Registro General del Sello, que confirman la concesión de privilegios a Rodrigo Ponce de León para realizar actividades de corso contra enemigos de la fe en las costas africanas. Estas autorizaciones incluían el derecho al quinto real sobre el botín obtenido. Además, registros notariales de Sevilla documentan la llegada y venta de esclavos traídos por el marqués de Cádiz durante la década de 1480.Ayuntamiento de Puerto Real

También se ha documentado la presencia de esclavos moriscos en Marchena. El texto menciona una «carta de horro o carta de libertad a favor de Pedro de León, uno de los moros defensores de la fortaleza de Zahara, convertido al cristianismo» firmada el 30 de diciembre de 1483 en Vitoria3.

Esta alianza se materializó en el apoyo naval portugués a las operaciones de Rodrigo en el estrecho de Gibraltar. Como señala el cronista Hernando del Pulgar, «el marqués de Cádiz recibió naves portuguesas en su puerto de Sanlúcar, las cuales traían pertrechos y hombres para la guerra contra los moros»6. A cambio, Rodrigo facilitó el acceso de mercaderes lusos a los mercados esclavistas de Marchena y Sevilla, donde operaban redes comerciales gestionadas por conversos 4.

La posesión de esclavos funcionaba en parte como un elemento de distinción social, pues como indica el estudio sobre Cádiz, había «descenso de la demanda (limitada a la adquisición de esclavos como artículo suntuario)«4. Esta función suntuaria probablemente era aún más marcada en las ciudades medias, donde la posesión de esclavos reforzaría el estatus de las élites locales.

Esclavos en Carmona

Carmona constituye uno de los casos mejor documentados. Según Esteban Mira Caballos, que ha estudiado 384 cartas notariales de compraventa de esclavos, «Carmona funcionó como un mercado esclavista secundario muy ligado al de Sevilla» (Archivo Hispalense, n.ºs 315-317, 2021). La mayor parte de los compradores eran miembros del estamento privilegiado, aunque también participaban labradores acomodados y mujeres.

Uno de los episodios más llamativos fue la venta masiva de 63 esclavos berberiscos capturados en una expedición del norte de África en 1617. De ellos, 48 presentaban «hierros o marcas a fuego», en su mayoría adultos, mientras que los niños menores de 10 años no fueron marcados (Archivo Hispalense, n.ºs 300-302, 2016).

La historiadora Nancy E. van Deusen aporta una dimensión transatlántica al centrarse en los esclavos indígenas americanos en Carmona. En «Global Indios» (Duke University Press, 2015), documenta cómo algunos esclavos originarios de América interpusieron pleitos judiciales para reclamar su libertad, lo que convierte a Carmona en un microcosmos de las tensiones coloniales del siglo XVI.

Écija, esclavos en las casas de los conversos

En Écija, la presencia de esclavos estuvo vinculada a las redes familiares y económicas de mercaderes conversos portugueses. Según Marcos R. Cañas Pelayo, «la inclusión de esclavos en las dotes matrimoniales de estas familias era habitual y un símbolo de estatus» (Historia. Instituciones. Documentos, n.º 43, 2016). La Inquisición también tuvo en su punto de mira a esta población esclavizada, como demuestra el caso de Diego de la Fuente, esclavo acusado de blasfemia por otros sirvientes en el siglo XVI (Studia Historica, Univ. Salamanca, 1999).

Osuna, esclavitud en el ámbito ducal

En Osuna, la documentación dispersa permite reconstruir algunos casos concretos. En 1574, el Marqués de Peñafiel intercedió ante el Duque de Arcos por la libertad de un esclavo moro, «el único sustento de su madre» en Osuna, según reza la carta conservada. Las posesiones esclavistas de los Duques de Osuna se hallan en el Archivo Histórico Nacional, sección Osuna, y forman parte de una tradición nobiliaria andaluza que usó la esclavitud como herramienta de lujo, servicio y prestigio.

Evolución y Declive del Sistema Esclavista

El sistema esclavista en el Reino de Sevilla experimentó transformaciones. Durante el siglo XVI alcanzó su apogeo, coincidiendo con la expansión atlántica y la consolidación de Sevilla como puerto de Indias.

Según Antonio Domínguez Ortiz, «a partir de 1650 la esclavitud en España se encuentra en una situación de decadencia»4. Entre las razones que explican este declive se encuentran la «escasa natalidad de la población esclava» que dificultaba su autorenovación natural. El «descenso de la actividad naval de España en el Mediterráneo», que redujo la captura de esclavos berberiscos La disminución de la demanda, limitada cada vez más «a la adquisición de esclavos como artículo suntuario»4

No obstante, algunas áreas como Cádiz mantuvieron una actividad esclavista significativa hasta bien entrado el siglo XVIII, pues «entre 1650 y 1750, el gran siglo de la esclavitud en la ciudad, […] fueron vendidos un total de 3481 esclavos»4.

«La geografía de la esclavitud andaluza se reconfigura a partir de 1650, con un descenso gradual que acabará en su extinción legal en el siglo XIX», concluye Eduardo Corona (Editorial Universidad de Sevilla, 2022). Sin embargo, su huella social y cultural permanece viva en archivos, testamentos, leyendas y apellidos que aún recorren las calles de nuestras ciudades.

Fuentes consultadas

  • Mira Caballos, E. (2021). «La compraventa de esclavos en Carmona durante la Edad Moderna». Archivo Hispalense, 315-317.
  • Mira Caballos, E. (2016). «Una venta masiva de esclavos berberiscos en Carmona (1617-1618)». Archivo Hispalense, 300-302.
  • Van Deusen, N. (2015). Global Indios. Duke University Press.
  • Cañas Pelayo, M. R. (2016). «Cristianos nuevos portugueses en Écija». Historia. Instituciones. Documentos, 43.
  • Cortés López, J. L. (1999). «Los esclavos y la Inquisición». Studia Historica. Historia Moderna.
  • Pérez García, R. M. y Fernández Chaves, M. F. (2012). La esclavitud en el sur de la Península Ibérica. Catarata.
  • Corona Pérez, E. (2022). Trata atlántica y esclavitud en Sevilla. Editorial Universidad de Sevilla.

Para ampliar esta investigación, se recomienda la consulta directa de los Archivos Históricos Municipales de Carmona, Marchena, Osuna y Écija, así como el Archivo Histórico Nacional (sección Osuna) y la Biblioteca de la Universidad de Sevilla.

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Historia

La ejecución que enfrentó a Paradas y Marchena por el excesivo coste de 4.000 reales: cuando la justicia era espectáculo público

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En el año 1826, la campiña sevillana fue escenario de una historia tan absurda como reveladora de la época que vivía España bajo el absolutismo restaurado de Fernando VII. En la pequeña villa de Paradas, dos hombres —Fernando Ximénez, natural de Marchena, y Fernando Iborra López, vecino de Paradas— fueron condenados por la justicia a morir por garrote vil, el método de ejecución habitual en aquellos tiempos para castigar los delitos más graves.

La Real Audiencia, máximo órgano judicial, dictó sentencia: ambos serían ejecutados públicamente en Paradas, y los gastos derivados del acto serían costeados a partes iguales por los ayuntamientos de ambas villas.

Pero lo que parecía un trámite judicial se convirtió en una controversia económica, política y moral que revela el papel que las ejecuciones públicas desempeñaban en la sociedad de la época.

La justicia como escarmiento y ceremonia

Durante el siglo XIX, las ejecuciones no eran discretas ni privadas. Eran públicas, teatrales y ritualizadas. El garrote vil —un aparato de madera y hierro que asfixiaba al reo con un giro de tornillo en la nuca— se instalaba en una plaza o explanada, y el acto se anunciaba con bandos oficiales y repiques de campanas.

La Plaza Ducal, escenario de ejecuciones públicas hasta finales del XIX

La idea no era solo aplicar la justicia, sino también aleccionar a la población, reafirmar el poder del Estado y el orden social. En muchos casos, se añadían elementos simbólicos, como la exposición de partes del cuerpo del ejecutado o la lectura en voz alta de su sentencia para escarnio público.

Desde el siglo XVI hay referencias a estas ejecuciones públicas ejemplarizantes en Marchena.  En 1523, y está basada en el documento original:
El documento “Proceso, autos y sentencia dados en Marchena contra Juan de Escobar. 28 de noviembre de 1523”, conservado en el Archivo Histórico Nacional, accesible a través del Portal PARES (Archivos Españoles), describe cómo el reo fue llevado en burro desde la cárcel de Marchena hasta una columna de mármol a las afueras del pueblo, donde debía cumplirse la sentencia dictada por el Duque de Arcos. El intento de ejecución generó un conflicto con el verdugo designado, que se negó por no considerarse “matarife”, lo que simboliza el uso de ese espacio como escenario público de escarmiento.

Un Duque rico pero sin blanca: Nuevos datos sobre los primos amantes de Paradas y Marchena

 Una ejecución convertida en espectáculo

El Ayuntamiento de Paradas tomó el encargo judicial como si de una gran ceremonia se tratase. Organizó un desfile militar, Invitó a una compañía de migueletes (milicia armada, se exhibió el brazo amputado de uno de los ejecutados. Se invirtió en montaje, tropa, custodias y elementos escénicos. El coste final ascendió a la astronómica cifra de 4.000 reales. Al recibir la factura, el Ayuntamiento de Marchena reaccionó con indignación.

 La protesta de Marchena

En una carta remitida a la Real Audiencia, las autoridades marcheneras alegaban que el gasto era “innecesario, exagerado y teatral”, y que su obligación solo debía cubrir la parte estrictamente judicial: el verdugo, el garrote, el transporte de los reos y los oficios religiosos.

El resto —decían— había sido un derroche de vanidad institucional, más pensado para escenificar poder que para hacer justicia. Pero la Audiencia fue clara: la sentencia era pagar la mitad. Sin objeciones.

 Un caso que revela una época

Este episodio, recogido en el archivo “Marchena siglo XIX – Absolutismo versus Constitucionalismo – Tomo II” de José Alcaide Villalobos, muestra cómo la justicia del Antiguo Régimen no era solo castigo, sino también espectáculo político y control social.

No era raro que las ejecuciones fueran celebradas como actos cívicos. Los vecinos acudían en masa, con niños incluidos. Las autoridades reforzaban así su autoridad con un mensaje claro: “Así acaban los enemigos del orden”.

Este curioso litigio entre Paradas y Marchena no es solo una anécdota contable. Es un reflejo de cómo se construía el poder, el miedo y la obediencia en una sociedad donde el Estado era todopoderoso y la justicia, un teatro tan real como mortal.

Ejecuciones públicas 

Durante los siglos XV y XVI en España, las ejecuciones públicas eran eventos comunes que se llevaban a cabo en las plazas principales de las ciudades y pueblos. Estas ejecuciones servían no solo como castigo, sino también como advertencia y reafirmación del poder de las autoridades.

Con el tiempo, especialmente a partir del siglo XVI, se comenzaron a utilizar estructuras llamadas «rollos» o «picotas» para llevar a cabo estas ejecuciones. Estas eran columnas de piedra, a menudo ornamentadas, que se erigían en lugares prominentes, como plazas o entradas de las localidades. Además de su función judicial, los rollos y picotas simbolizaban la autonomía y jurisdicción de una villa o señorío.

Fuentes:

  • Marchena siglo XIX – Absolutismo versus Constitucionalismo – Tomo II, José Alcaide Villalobos.

  • Archivo histórico del Ayuntamiento de Marchena.

  • Real Audiencia de Sevilla (1826), documentos sobre ejecución y reparto de gastos.

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Historia

Historia del Arrecife de la Estación: de camino polvoriento a arteria urbana de Marchena

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La actual avenida Santos Ruano de Marchena, conocida antiguamente como el Arrecife de la Estación, fue durante el siglo XIX y buena parte del XX uno de los enclaves más dinámicos del desarrollo urbanístico y social de la localidad.

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¿Por qué se llamaba «Arrecife»?

El término «Arrecife» no hace referencia al mar, sino a un fenómeno geográfico local. Procede de los continuos desprendimientos de tierra desde el cerro del Arenal, que afectaban al camino hacia la estación de ferrocarril. Para contener estos desprendimientos, se levantó un muro de contención, utilizando piedras procedentes de tramos derribados de la antigua muralla medieval, lo que facilitó el paso de los carros que transitaban hacia la estación.

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La palabra «arrecife» tiene una etimología muy interesante y no proviene directamente del español peninsular tradicional, sino que tiene raíces árabes. Proviene del árabe hispánico arrazíf, que a su vez procede del árabe clásico raṣīf (رَصِيف), que significa camino empedrado, calzada, andén o pavimento. Este término fue adoptado en el español medieval con el significado de una estructura firme o empedrada, y con el tiempo, especialmente en el ámbito marítimo, se aplicó a formaciones rocosas submarinas que obstaculizaban la navegación.

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La conversión en avenida

La inauguración del ferrocarril en 1868, con su correspondiente estación en Marchena, marcó un hito clave. Se embelleció el Arrecife con banderolas y luces, y se organizó una gran fiesta popular con funciones religiosas, corridas de toros y reparto de pan a los más necesitados. Este evento impulsó el ensanchamiento y urbanización de la zona, que progresivamente se transformó en una avenida clave, estructurada y empedrada para el tránsito de mercancías, animales y personas.

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Camino hacia la estación

Desde el Picadero (zona alta del Berral) se construyó un terraplén para suavizar el desnivel hacia el centro urbano. En 1869 se edificó el «cañón del Berral», una conducción subterránea que llevaba agua desde el manantial conocido como el Baño de los Caballos, en la actual Plaza de la Constitución, hasta los lugares de paso del ganado.

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El Baño de los Caballos: origen, función y vínculo con la feria

Este antiguo manantial rural fue habilitado en 1879 como bebedero para el ganado, en especial durante las cosechas de verano y la feria. Su función estaba íntimamente relacionada con la feria de ganado, que entonces se celebraba precisamente en esta zona, siendo su primer emplazamiento conocido. Se construyó una calzada junto al arroyo para facilitar el acceso.

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Cines, teatros y espectáculos

Durante el auge de la feria y modernización urbana, esta zona albergó los primeros espectáculos teatrales y cinematográficos. Según la documentación, con el nacimiento de la ópera flamenca, artistas como Pepe Marchena comenzaron a actuar tanto en teatros como en cines. La feria era el lugar donde se veían por primera vez innovaciones como el cine, el fonógrafo e incluso exhibiciones de aviones.

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La actual Avenida de la Feria y avenida Santos Ruano conservan la memoria de este periodo de transformación. El Arrecife no solo fue un simple camino rural, sino un verdadero eje de modernización, ferias, cultura popular y comunicación para la Marchena del siglo XIX y XX.

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Fuentes:

  1. Archivo documental:

    • Marchena siglo XIX – Absolutismo versus Constitucionalismo. Tomo II (José Alcaide Villalobos): Menciones al camino del Arrecife como vía de tránsito a la estación y obras de infraestructura en el siglo XIX.

    • Marchena en el cambio de la sociedad y del paisaje rural de Andalucía entre los siglos XVIII y XIX (Rafael Mata Olmo): Análisis del desarrollo agrario y de caminos principales del municipio.

  2. Guías patrimoniales y culturales:

    • Marchena en tiempos del caciquismo – El motín de 1878 (Manuel Moreno Alonso): Referencias al uso político de caminos principales y expansión urbana en época de caciques.

    • Marchena Roma y otros cuadernos patrimoniales del Ayuntamiento: contexto de urbanismo histórico y rutas principales del municipio.

  3. Archivo fotográfico y testimonios orales:

    • Aportaciones de la Biblioteca Municipal “José Fernando Alcaide Aguilar”.

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Cocina

Atún gaditano de primera en las mesas del Palacio Ducal de Marchena

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La temporada de almadraba comienza en el mes de Mayo y finaliza en el mes de julio. Esta es la época en la que el atún rojo baja para desovar desde las aguas más frías del Atlántico hasta las aguas más cálidas del Mediterráneo pasando por el Estrecho de Gibraltar.
UNA TRADICIÓN MILENARIA
La pesca del atún de almadraba es una tradición que se lleva a cabo cada mes de mayo desde hace 2000 años, cuando los primeros atunes se acercan a la costa en dirección al mar Mediterráneo para desovar. Durante este periodo, se pueden encontrar diversas fiestas y rutas dedicadas al atún de almadraba en las costas de Cádiz, como la Ruta del Atún de Almadraba, que recorre diferentes localidades de la provincia y ofrece la oportunidad de degustar este manjar en diferentes platos típicos de la zona.

España es una de las grandes potencias en este mercado a nivel europeo y mundial. Como referente en este mercado, se consolida como el segundo país del mundo en producción de latas de conserva detrás de Tailandia.  Tarifa, Zahara, Barbate y Conil forman parte de la ruta del atún de almadraba que estos días organizan muchas actividades gastronómicas para celebrar un producto único.
COMO PREPARAR EL ATUN
Existen muchas recetas de atún rojo que se pueden preparar para disfrutar de este delicioso pescado. Algunas opciones incluyen el timbal de atún con vinagreta de aceite de oliva y salsa de soja, que consiste en montar lomos de atún fresco en un timbal y agregar una vinagreta de aceite de oliva y salsa de soja [1].
También se puede preparar una marinada de miso, miel, vinagre de arroz, mirin, zumo de limón y salsa de soja baja en sal, para luego cocinar el atún fresco con esta mezcla [2]. Otra opción es el encebollado de atún rojo, un guiso tradicional de la cocina española que lleva atún, cebolla, pimiento, ajo, tomate y pimentón [3].
ATUN EN LA HISTORIA DE MARCHENA
En el Palacio de Marchena se consumía cada año atún que venía de las almadrabas gaditanas desde tiempos del Duque de Arcos. En la paz de Marchenilla, firmada en el castillo de Alcalá de Guadaira se acordó que las Almadrabas de Hércules en la ciudad de Cádiz y Rota fuesen para el Señor de Marchena. 
Las cuentas del Concejo de Cádiz 1486, del Estado de Arcos indican que la primera pesca de estas almadrabas de Cádiz y de Hércules, se enviaban a Marchena. Allí trabajaban armadores, atalayas, caloneros, mayordomo de la mojama, mayordomo de pilas, candelero, cloquero, sastre, mozos, etc.

LA ALMADRABA Y LOS DUROS ANTIGUOS DE CADIZ EN LA TORRE GORDA

Aunque casi toda la costa de Huelva y Cádiz pertenecía al Duque de Medina Sidonia, los Enríquez, pleitearon  por las de Tarifa, y Rodrigo Ponce de León consiguió las de Cádiz en 1474, que poco después pasa a la corona y finalmente hubieron de conformarse con la almadraba de Rota.

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La Almadraba de Cádiz llamada de Hércules se ubicaba en Torre Gorda donde en 1904 fueron encontrados allí los famosos duros antiguos de los tanguillos de Cádiz. Los desperdicios de los atunes  ya no podían ser aprovechados por los trabajadores, por lo que habían de ser enterrados en la playa en la almadraba de Cádiz y mientras escarbaban, encontraron los restos de un tesoro de monedas pesos de a 8 reales, acuñados en México a mediados del siglo XVIII.
RECETARIOS
En el recetario De re coquinaria de Apicio aparecen varias elaboraciones de atún a la brasa. Más allá de las conservas, los escabechados, las empanadas o los huevos rellenos, con el atún fresco se han hecho guisos -como el encebollado- donde la carne acababa demasiado reseca por el largo tiempo de cocción. La influencia de la gastronomía japonesa los ha acortado.

COMO LAS ALMADRBAS DE CÁDIZ ACABARON EN MANOS DEL SEÑOR DE MARCHENA

«Otrosý, en quanto atañe a las almadrauas de Cádiz, mandamos que el dicho Señor Duque las dexe al dicho Señor Marqués libres y desembargadamete en aquella forma y manera que más cumpliere al dicho señor marqués, dexando el dicho señor Marqués la otra almadraua que tiene de Rota, la qual non pueda armar nin fazer de aquí adelante, salvo dexando de fazer la de Cádiz», Dice el acuerdo entre el Marqués de Cádiz y el Duque de Medina. 

«Sepan cuantos esta carta vean como yo don Enrique De Guzmán Duque de Medina Sidonia otorgo y reconozco a vos don Rodrigo Ponce de León, Marqués de la ciudad de Cádiz, conde de Arcos de la Frontera y señor de la villa de Marchena, que por luengo tiempo y costumbre inmemorial, la ciudad de Cádiz tiene derecho de hacer armar almadrabas de los Atunes». La ciudad de Cádiz tenía derecho a hacer las dichas almadrabas siendo embargado el derecho por don Enrique De Guzmán, contra la voluntad del Concejo de Cádiz. 
«En cuanto atañe a las almadrabas de Cádiz, mandamos que el dicho señor Duque ceda al dicho señor Marqués libres y desembargada en aquella forma y manera que más cumpliera al dicho señor Márquez, dejando el dicho señor Márquez la otra almadraba que tiene en Rota que no puede armar ni fazer de aquí en adelante salvo dejando de hacer la de Cádiz». 

El Castillo de la Villa de Cádiz como la Torre Gorda gaditana de las almadrabas fueran levantadas por Rodrigo Ponce de León según documento de Pedro de Pinos, alcaide y asistente de la ciudad de Cádiz por el conde de Arcos y veinticuatro de Jerez, da al deán y cabildo de Cádiz unas casas que tiene en ella a cambio de una casa que poseen dentro del castillo que mandó construir el señor Rodrigo Ponce de León. Archivo de la Catedral de Cádiz, doc. número 107, Cádiz, 14 de agosto de 1471.

El incremento de los esclavos en el Estrecho bajo el gobierno gaditano de Rodrigo Ponce de León se dejó notar también en las almadrabas gaditanas donde trabajaban moros esclavos que pescaban desde Mayo y la mercancía se transportaba fuera de Cádiz. El jornal que pagaba el Marqués a los peones moros esclavos era de 16 ó 25 mrs., según estas cuentas. También había un «morero» encargado de los esclavos moros que cobraba de 20 a 25 mrs.

De cómo el señor de Marchena se hizo con las almadrabas de Cádiz

La Casa Ducal de Medina Sidonia explotará en forma de monopolio las almadrabas incfuyendo así en las las estructuras socioeconómicas de la costa gaditana hasta que en 1929 se crea el Consorcio Nacional Almadrabero.

Almadraba de la torre de Hércules (Cádiz). (Hoefnagel, 1575) propiedad del Duque de Arcos. 

La maniobra más vistosa en la Almadraba es la «levantá» dirigida por el capitán de la almadraba, el arráez, -palabra árabe- desde una embarcación provista de seis palos llamada sacá, que se coloca en el mojarcio del copo para dirigir toda la maniobra de la levantá. Desde la sacá, se van izando las redes del copo hasta que los atunes quedan varados a poco agua, momento en que actúan los acopejadores, marineros provisto de garfios, que situados en los barcos que rodean el copo, van capturando los atunes y subiéndolos a la embarcación aprovechando el impulso de los coletazos de los atunes en su lucha por sobrevivir.

 Levantá del atún Autor: Aniceto Delgado Méndez. Fecha: 2008. Fuente: Mediateca del IAPH

Toda la zona del Estrecho vivía del atún, como ejemplo, Baelo Claudia, donde una sus numerosas fábricas de salazón tenía restos de atún y una famosa salsa, Garum, que elaboraban los romanos para sazonar las comidas.  

Vista parcial de la basílica con escultura del emperador Trajano.  Enrique Larive López. 2002. Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico

CULTURA ALMADRABERA EN EL LENGUAJE

Nos han llegado palabras árabes en torno a la cultura almadrabera como arráezjábega o la misma almadraba, significando “lugar donde se golpea”, o mojama, pero tambiém hay palabras portuguesas como falucha, boya del pego, diche, o del siciliano, como mojarcio, mucharra. Todo esto nos indica la existencia de una cultura propia de la almadraba que pretende ser protegida con la figura del Bien de Interés Cultural.    Hasta 2000 personas pescaban en Zahara o Conil donde se pescaban miles de atunes al año. Se necesitaba mano de obra y acudían toda clase de personas a trabajar pícaros tal y como aparece en las obras de Cervantes.

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DE CACHONDEO A LA ALMADRABA 

El dinero ganado por los picaros en las almadrabas  se lo gastaban en cachondeo, o sea, al cauce del río Cachón, a pocos metros del castillo de las almadrabas, donde montaban sus juergas y juegos de cartas y recurrían a los servicios de prostitutas.

La pesca de la almadraba en Nueva Umbría, en Lepe (Huelva). 1932 – 1933

Las antiguas artes de cerca dieron paso a modernas industrias que se basaban en el sistema de embudos con varios barcos en el mar que en el XIX y XX naciendo la industria conservera que dio lugar al Consorcio Nacional Almadrabero con poblados para los pescadores en Santi Petri, Nueva Umbría, en Lepe (Huelva).

Los atunes se crían en aguas frías del norte y vienen al Mediterráneo a dar a luz por la mayor calidez de las aguas y en su viaje encuentran en un enemigo natural en las orcas que esperan a los atunes en el Estrecho, los acorralan y tratan de darles caza.  La temporada de Almadraba coincide con la migración del atún rojo desde el Atlántico al Mediterráneo a reproducirse. Esto se produce entre abril y junio. Desde dos meses antes aproximadamente, se están calando las artes para la almadraba.

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Historia

Juan Francisco Pimentel, el noble de madre marchenera que Velázquez inmortalizó en lienzo y en la historia

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Juan Francisco Alonso Pimentel y Ponce de León, VII duque de Benavente, dejó una huella indeleble en la historia de la monarquía hispánica, no solo por sus títulos y linaje, sino también por su influencia política, cultural y su imagen captada por el pincel de Diego Velázquez.

Descendiente directo de dos de los linajes más poderosos de Castilla y Andalucía —los Pimentel y los Ponce de León—, Juan Francisco personificó la unión de la aristocracia territorial con la elite cortesana. Como duque de Benavente, conde de Mayorga, conde de Luna y conde de Benavente, reunió una vasta red de dominios y privilegios. En 1648, fue condecorado con el Toisón de Oro, una de las más altas distinciones de la monarquía, reservada solo a los grandes de España y figuras influyentes en la diplomacia del imperio.

Pero fue también su papel como mecenas y cortesano distinguido lo que le llevó a ser retratado por Velázquez, pintor de cámara del rey. El lienzo, que hoy se conserva en el Museo del Prado, muestra a Pimentel con porte solemne, vestido de negro riguroso, símbolo de sobriedad y poder. Su presencia en esta galería de retratos cortesanos subraya su estatus y cercanía al centro del poder político y artístico del Siglo de Oro.

En la meseta castellana, la villa de Benavente fue durante siglos mucho más que una parada en el Camino de Santiago. Fue el núcleo del poder de una de las casas nobiliarias más influyentes de la Monarquía Hispánica: los Pimentel, condes —y luego condes-duques— de Benavente. Desde su imponente castillo-palacio, símbolo de su poderío territorial, tejieron una red de alianzas políticas, matrimoniales y artísticas que los convirtió en actores clave de la historia de España.

Uno de los capítulos más fascinantes de esta historia se escribió en 1595, cuando Antonio Alonso Pimentel, VI conde-duque de Benavente, contrajo matrimonio con María Ponce de León, hija de los III duques de Arcos. La ceremonia se celebró en Marchena, epicentro andaluz del linaje Ponce de León, en presencia del cardenal Rodrigo de Castro Osorio, arzobispo de Sevilla. Este enlace, cuidadosamente negociado mediante capitulaciones matrimoniales, no fue solo una unión amorosa, sino una alianza estratégica entre el norte y el sur del reino.

Además, la descendencia de este matrimonio continuó desempeñando roles significativos en la nobleza española. Por ejemplo, Juan Francisco Pimentel y Ponce de León, VII duque de Benavente, fue retratado por Velázquez en 1648, lo que evidencia su relevancia en la corte y su conexión con las artes.

Una cadena de alianzas matrimoniales

Este matrimonio no fue el único que unió a estos dos poderosos linajes. A lo largo de los siglos XVI y XVII, los Pimentel y los Ponce de León sellaron varios acuerdos matrimoniales que fortalecieron su influencia compartida.

En 1595, como se ha mencionado, Antonio Alonso Pimentel se casa con María Ponce de León, estableciendo el primer gran vínculo entre ambas casas.

En el siglo XVII, Luis de Guzmán y Ponce de León, hijo del III duque de Arcos, se unió en matrimonio con Mencía de Guzmán y Pimentel, reafirmando la conexión familiar y política. Ya en las postrimerías del siglo, Ignacia Juana de Borja y Centellas, descendiente de los Ponce de León, se casó con Antonio Francisco Alfonso Pimentel Vigil de Quiñones, XIII conde de Luna, reforzando de nuevo los lazos genealógicos y estratégicos entre los dos linajes.

Estos matrimonios no fueron fruto del azar ni del afecto individual: respondían a una estrategia de conservación y expansión del poder nobiliario, destinada a mantener la influencia sobre territorios, patronatos, rentas y cargos en la corte.

 Poder, prestigio y política

Ambas familias eran pilares del orden nobiliario de los siglos XVI y XVII. Los Pimentel, estrechamente ligados a la Corona, ocupaban puestos en el Consejo de Castilla y eran protectores de numerosas villas. Por su parte, los Ponce de León, señores de Marchena y duques de Arcos, dominaban la Baja Andalucía con influencia sobre lo religioso, lo militar y lo artístico.

La alianza entre ambos linajes no fue solo política. También fue cultural y religiosa. Los documentos conservados en el Archivo Histórico de la Nobleza revelan el compromiso conjunto con el mecenazgo artístico. Entre estos compromisos destacan las obras en el Monasterio de San Agustín de Sevilla y en la iglesia de San Agustín de Marchena, donde el maestro mayor Alonso Moreno ejecutaba los proyectos arquitectónicos según las órdenes de la Casa de Arcos.

Hoy, el palacio de los Pimentel en Benavente sigue en pie como Parador Nacional, mientras que las huellas de su influencia perviven en archivos, iglesias y obras de arte repartidas por toda España. La historia de su alianza con los Ponce de León es un ejemplo brillante del modo en que el poder, la fe y la estética se entrelazaban en la nobleza del Siglo de Oro. Una historia que sigue hablándonos —con piedra, papel y devoción— del pasado que nos constituye.

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