Humildad
Peña Flamenca y Hermandad de la Humildad organizan un homenaje a «El Nazareno»
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7 años agoon
La Peña Flamenca de Marchena y la Hermandad de la Humildad organizan de forma conjunta la primera exaltación de la Saeta y Homenaje a Miguel El Nazareno que será en la sede de la Peña el 10 de Marzo a las 9,30 Horas con entrada gratis.
En este acto el director de la Escuela de Saetas del Señor de la Humildad, Roberto Narváez realizará una conferencia explicada con cantos, sobre la evolución de la Saeta desde sus inicios como canto con reminiscencias monacales que se observan en las cuartas y quintas de Jesús Nazareno y Cristo de San Pedro, hasta su configuración como cante flamenco en el XIX que podemos ver en las carceleras de la Soledad.
En este acto participarán los alumnos de la Escuela de Saetas del Señor de la Humildad ilustrando las palabras de Roberto Narváez con sus cantes.
La saeta antigua de Marchena conserva diez estilos propios y autóctonos, transmitidas por tadición oral por la Escuela de Saetas Señor de la Humildad, la primera de España en ser creada. Estas saetas antiguas se llaman según el numero de versos cuartas, quintas o carceleras que aun se cantan hoy día, serían llevados desde Marchena a la ciudad de Sevilla donde se mezcló con los aires flamencos que componen la saeta actual.
Aún hoy la tradición saetera de Marchena sigue nutriendo a Sevilla, a través de las escuelas de saetas de Marchena que fue el germen de la escuela de Saetas de la Hermandad de la Cena.
Las quintas y sextas del Cristo de San Pedro S. XVII es la Saeta mas antigua de España conservada según Roberto Narváez director de la Escuela de Saetas de Marchena. Tienen una entonación llana que la emparentan con el canto gregoriano. Cuando se termina de cantar cada saeta no se aplaude sino que se menciona el nombre del titular de la hermandad.
Las cuartas de Jesus Nazareno de Marchena las cantaban los nazarenos de la cofradia que en vez de cirios llevan unas tablas pintadas contando de forma ordenada la Pasion, al igual que las saetas.
En Mairena la saeta más antigua se llama saetas de Marín cuyo origen es el siglo XIX y las cantaba Marín el Viejo allá por el último tercio del siglo pasado. También en este siglo nacen las cuartas del Señor de la Humildad de Marchena.
La llamada saeta «revoleá» de Mairena es oriunda de Marchena, donde ya no se canta realizada por Marín el Cantaor el primero en interpretarla. En Paradas la antigua saeta nace en el S XIX.
También en el XIX nacen las saetas carceleras de Marchena que tienen tres estilos y las cantaban los presos al paso de la Soledad por la puerta de la cárcel. Hay varios estilos de carceleras en Marchena, la carcelera y las moleeras.
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Actualidad
El origen de las Vírgenes negras y su simbología medieval
Published
1 mes agoon
27 abril, 2025
La Virgen de Montserrat es una de las vírgenes negras más veneradas. La leyenda dice que la imagen fue encontrada en el año 880 por unos niños pastores tras ver una luz en la montaña. Posteriormente, se construyó un monasterio.
El himno oficial dedicado a la Virgen de Montserrat es el «Virolai», también conocido como «Rosa d’abril, Morena de la serra». Fue escrito por Jacint Verdaguer, un sacerdote y poeta catalán del siglo XIX. Este himno es especialmente popular durante las festividades y celebraciones en honor a la virgen.
La relación entre las figuras de las vírgenes y elementos naturales como montañas o ríos es un tema recurrente en el culto mariano y tiene raíces profundas en la historia religiosa y cultural de muchas regiones. Esta conexión a menudo simboliza la intersección entre lo divino y el mundo natural, destacando el papel de María como un puente entre el cielo y la tierra.
La Virgen de Montserrat, conocida como «La Moreneta», está intrínsecamente ligada a la montaña de Montserrat en Cataluña, España. Según la leyenda, la imagen fue hallada en una cueva de esta montaña. La montaña misma, con sus formaciones rocosas únicas y su presencia imponente, se considera un lugar de espiritualidad y contemplación.
La montaña misma es vista como un lugar de retiro espiritual, un sitio donde lo divino se manifiesta en la tierra. Montserrat, con sus picos serrados y vistas impresionantes, se percibe como un lugar donde el cielo y la tierra se encuentran, haciendo de la montaña un lugar perfecto para el monasterio y el santuario de la Virgen.
Virgen de la Cabeza
La romería de la Virgen de la Cabeza se celebra cada año el último domingo de abril. En 2024, el último domingo de abril cae el día 28. Esta fecha es especialmente significativa para los devotos, ya que se reúnen en el cerro del Cabezo en Andújar, Jaén, para honrar a la Virgen de la Cabeza en uno de los eventos de peregrinación más antiguos y concurridos de España. La festividad incluye procesiones, misas, y actividades culturales que atraen a miles de peregrinos cada año.
La tradición cuenta que en 1227, un pastor llamado Juan Alonso de Rivas experimentó una aparición mariana mientras buscaba a uno de sus toros perdidos en la montaña. Según la leyenda, la Virgen María se le apareció en la cumbre del cerro del Cabezo y le pidió que construyera un santuario en ese lugar. Este hecho milagroso es el núcleo de la devoción a la Virgen de la Cabeza. Desde 1245 esta cofradia tuvo hermandades por lo que se considera la primera y más antigua romería andaluza.
El Cerro del Cabezo: La Virgen de la Cabeza es venerada en el cerro del Cabezo en Andújar, en la provincia de Jaén. Según la tradición, la Virgen se apareció en la cumbre de este cerro a un pastor en el siglo XIII, quien luego encontró una imagen de María en el mismo lugar.
Conexión con la Naturaleza: El cerro del Cabezo, como un elemento natural prominente en la región, es considerado un sitio de milagros y manifestaciones marianas. La romería anual a este cerro es uno de los eventos religiosos más importantes de la zona, atrayendo a miles de devotos que suben al cerro como parte de su peregrinación espiritual.
Que exista una virgen negra en Marchena (Virgen del Buen Suceso, de Santa Clara) fechada según la documentación disponible, y a falta de estudios más profundos, en torno a 1600, es «interesante por anacrónico, las cosas nunca son por casualidad y quien encarga la imagen tiene la clara intención de mantener la simbología de las vírgenes negras» según Hernández Lázaro.
Antonio Hernández Lázaro, más conocido por su libro «El paso de palio» acaba de publicar en Almuzara un estudio sobre «Las vírgenes negras del sur» y su rica simbología que según su autor es producto del sincretismo religioso y cultural donde se plasman las diosas madre mediterráneas, Isis, Astarté, Cibeles. Traídas a Europa por los templarios e impulsadas por los tolerantes benedictinos y cluniacenses se difunden en el medievo por el camino de Santiago y en Andalucía emergen con la reconquista.
Prohibidas por la iglesia tras el fin de los templarios, las vírgenes negras proliferaron por Europa medieval hasta el siglo XIV (Montserrat, Merced de Jerez, Regla, V. de la Cabeza. Guadalupe, Atocha) y luego desaparecen, inlcuso algunas vírgenes que fueron negras fueron pintadas de blanco, según el autor como Consolación de Utrera, de la que se tienen datos escritos que fue negra según Hernández Lázaro. Además no descarta que las patronas de Ecija y Carmona hubiesen sido negras alguna vez.
«En España las vírgenes negras que hay después de esa fecha son un homenaje a la simbología medieval» aclara, mientras indica que sólo tienen un componente étnico las vírgenes negras que van a América del Sur o Filipinas.
Según Juan Morales Sastres la virgen negra o Virgen del Buen Suceso llegó a Marchena en torno a 1600. Alonso Angel de Jesús, vecino de Madrid, hizo tres imágenes iguales, y soñó que debía regalar una al Convento de Santa Clara de Marchena y aquí la trajo colocándola en el altar Mayor sobre el Sagrario, donde estuvo hasta hace poco.
LA VIRGEN DEL BUEN SUCESO
La Virgen del Buen Suceso se hizo famosa en Madrid después de aparecérsele en 1607 en una cueva a Gabriel de Fontanet y Guillermo Martínez cuando iban a Roma a pedir al papa licencia para fundar la orden de los obregones con la que atender los hospitales madrileños asolados por la peste. El papa cuando oyó la noticia de la aparición de la Virgen dijo «qué buen suceso» y así bautizaron a la imagen. En 1611 instalan la imagen en un hospital madrileño.

Virgen del Buen Suceso en Marchena
La Virgen se hace famosa en Madrid y su devoción se extiende por toda España. Bernardino de Obregón, fundador de esta orden atendió a Felipe II en su última enfermedad y murió de peste negra el 6 de agosto de 1599. En Sevilla la orden de los Obregones funda su hospital con el nombre de Buen Suceso en 1637 y una cofradía del mismo nombre ese año.
En 1618 la expedicióm de Bartolomé García de Nodal, llevaba dos carabelas: Nuestra Señora del Buen Suceso y Nuestra Señora de Atocha, descubriendo Tierra de Fuego y dando nombre allí a una bahía como Buen Suceso. Antes, en 1580 el Rey español regaló una virgen negra con el nombre del Buen Suceso a los conversos filipinos y fue llevada a Parañaque por los agustinos y en 1594 se aparece en San Francisco de Quito a la Madre Mariana Francisca de Jesús Torres. El resto de las vírgenes de este nombre no son negras, salvo contadas excepciones.
Virgen del Buen Suceso Sevilla.
El próximo fin de semana publicaremos una extensa entrevista en Radio Saber Más a Antonio Hernández Lázaro que presentará su libro en Marchena.
Actualidad
El Convento de Santa María celebra esta madrugada los ejercicios de la Pasión de la Madre Antigua
Published
1 mes agoon
17 abril, 2025
Conventos y parroquias de Marchena inician hoy el Triduo Pascual a las 4 en Santa María, 4,30 en San Andrés, y a las cinco de la tarde en las tres Parroquias. En los días más importantes de la Semana Santa no hay misas.
Además el Convento de Santa María celebra esta madrugada de 1 a 4 los ejercicios de la Pasión de la Madre Antigua, que está enterrada en el coro de dicho convento que alcanzaron gran popularidad en su tiempo, fueron desarrollados por las hermandades vinculadas con la Madre Antigua como la Humildad de Marchena o la cofradía del mismo nombre en Cádiz
Marchena volverá a abrir su corazón esta madrugada de Jueves Santo con los Ejercicios de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, una tradición que se celebra ininterrumpidamente en el Convento de Santa María de las Clarisas Descalzas desde el año 1636. De 1:00 a 4:00 de la madrugada, las puertas del convento se abrirán para que fieles y devotos vivan intensamente la Pasión de Cristo, guiados por los textos de Sor María de la Antigua, religiosa que escribió estos ejercicios y que hoy descansa en el mismo convento.
Con el lema «Nosotras abrimos nuestras puertas, tú abre el corazón», las Clarisas invitan a compartir un momento de recogimiento único en la comarca, siguiendo el texto original de la Madre Antigua, una figura espiritual venerada en Marchena por su profundo legado de fe y contemplación. Además, se facilitarán libros del ejercicio para que los asistentes puedan seguir cada reflexión y oración.
Este acto se integra en una Semana Santa que en Marchena se vive con especial fervor, y que continúa con los siguientes horarios de misas en San Juan:
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Jueves Santo (17 de abril)
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Parroquia de San Juan: 17:00 h (Santos Oficios)
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Parroquia de San Sebastián: 17:00 h (Santos Oficios)
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Viernes Santo (18 de abril)
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Parroquia de San Juan: 17:00 h (Santos Oficios)
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Parroquia de San Sebastián: 17:00 h (Santos Oficios)
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Sábado Santo (19 de abril)
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Parroquia de San Juan: 21:00 h (Vigilia Pascual)
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Parroquia de San Sebastián: 23:00 h (Vigilia Pascual)
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Domingo de Resurrección (20 de abril)
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Convento de Santa Isabel: 10:00 h
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Parroquia de San Sebastián: 11:00 h
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Parroquia de San Juan: 12:00 h y 19:00 h
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En el capítulo primero de estas primitivas Reglas de 1820 de la Humildad se dispone que todos los miércoles del año se exponga en Santísimo Sacramento en el Altar Mayor, «después se lea un punto de meditación sobre uno de los Pasos o Misterios de la Pasión de Nuestro Redentor, y acabado se tenga una hora de meditación, después una breve exhortación que se concluirá con las letanías de Nuestra Señora la Virgen Santísima». La Madre Antigua pasó toda su vida en el convento de Santa Clara, luego pasó a las mercedarias de Lora, donde murió y su cuerpo fue trasladado a Santa María de Marchena, donde está su tumba.
“Así mismo, las hermanas podrán congregarse separadamente el sábado o lunes de cada semana en que tendrán los ejercicios de la Madre Antigua, como ya lo practican de antemano”.
HERMANDAD DE LA MADRE ANTIGUA DE CÁDIZ
En Cádiz e inspirado por los célebres ejercicios escritos por la Madre Antigua de Marchena se funda la Cofradía de la Madre Antigua, que se reunían en secreto para practicar los ejercicios de la Pasión en un descampado gaditano hasta que en 1730, el Obispo les ofrece instalarse en la Parroquia del Rosario, donde en 1756 se descubrió casualmente un subterráneo en el que, tras adecentarlo, continuaron con los ejercicios de piedad, llamándose Hermandad de la Santa Cueva.
Los componentes de la Cofradía de la Madre Antigua realizaban con gran realismo los ejercicios dela Madre Antigua llegando a imitar los movimientos de Cristo durante la Pasión, es decir se autoflagelaban en un ambiente de gran recogimiento, oscuridad y silencio en la Santa Cueva gaditana.
Basado en «Las tres horas de Agonía de Cristo» del jesuíta Alonso de Mesía que también practicaba la Cofradía de la Madre Antigua el gaditano Francisco de Paula de Micón encarga a Joseph Haydn la composición «Las Siete Palabras», una de las más hermosas composiciones musicales sacras de su época. Esta música servía como acompañamiento en la ceremonia de Las Siete Palabras en la Santa Cueva, como pausa y reflexión musical en medio del sermón del predicador que iba narrando la pasión de Cristo.
Georg August Griesinger (1769-1845), biógrafo de Haydn, describe así la escena: «Las paredes de la iglesia estaban tendidos de tela negra, solo quedaba una gran lámpara colgando en el centro que rompía esta santa oscuridad. A mediodía se cerraban todas las puertas y entonces empezaba la música. Después de un preludio apropiado, el obispo se subía al púlpito, pronunciaba una de las siete palabras y la comentaba, bajaba del púlpito y se prosternaba delante del altar, este intervalo de tiempo se llenaba con la música».
Bajo el patrocinio de José Sáenz de Santamaría se encarga la música a Hayden y la capilla del Rosario gaditana se llena de fastuosas obras de arte. La austeridad de la cripta o cueva que había servido de aljibe romano, contrastaba así con el esplendor barroco de la capilla del Rosario donde se instalan unas pinturas encargadas al propio Goya.
Actualidad
La Humildad procesionó en su origen a un Cristo atado a la columna y un Señor coronado de Espinas, según Manuel A. Ramos
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1 mes agoon
14 abril, 2025
Lss imágenes del Señor de la Humildad y Virgen de los Dolores fueron reformadas a través del tiempo, siendo el Señor probablemente un Cristo coronado de espinas mientras que la dolorsa pudo estar arrodillada y tener las manos enlazadas siguiendo su iconografía tradicional a tenor de la documentación encontrada por Manuel A. Ramos.
Es la hipótesis que maneja el Doctor en Historia Manuel Antonio Ramos, tras una profunda investigación que expuso en una charla en Santa Clara en Marzo de 2023.
Jose Luis de la Fuente, fraile del convento de San Francisco de Marchena expone en Marzo de 1819 en un escrito que «desde tiempo inmemorial» la Venerable Orden Tercera, de Servitas de Marchena realizaba un Via Crucis recorriendo las iglesias que exponían el santísimo el Jueves Santo en la Noche «sin mas pompa ni insignias que su cruz que guía y dos faroles con la imagen del Señor en el paso de la columna, con cuatro faroles».
El mismo fraile promueve en Mayo de 1819 la fundación de la Hermandad Servita de los Dolores que salía el Viernes de Dolores además del Jueves Santo por el interior del claustro de San Francisco. De hecho cuando se reorganiza la hermandad en 1927 pide que la Virgen vuelva a salir el Viernes de Dolores.
El convento de San Francisco en 1827 regala a Lucas Fernández la imagen de la Virgen de los Dolores junto al altar y la capilla para su famlia. En el 35 expulsan a los frailes y en el 47 se traslada a Santa Clara. La Virgen fue sometida a varias reformas a lo largo de su historia tal y como se muestra en la documentación de la hermandad.
«Mantengo la teoria que la Virgen de los Dolores debió estar en su origen arrodillada y con las manos enlazadas». Posteriormente la estructura interna de la Virgen fue retocada para hacerla más alta apareciendo de pie.
El fraile De la Fuente añade que dejó de hacerse el Via Crucis con el Cristo Atado a la Columna por lo que la VOT quería recuperarla, con un cambio fundamental: «añadir otra que representa el paso de Coronación de Espinas». El Vicario autoriza que deje de salir el Señor Atado a la Columna y que se saque una imagen de la Coronación de Espinas, siempre que siga siendo un Via Crucis, y no perjudique a otras hermandades expone Manuel Antonio Ramos.
En la Apologia del altar y del Trono de 1819 muy difundido en los conventos, se recomendaba popularizar la iconografía del Cristo Coronado de Espinas con la simbología de Cristo-Rey, Fernando VII, monarquía absoluta y religión que iban de la mano frente a la amenaza liberal. «Convenía pues cambiar de iconografía y sacar una coronación de espinas de un Cristo sufriendo como Fernando VII sufrió el exilio» expone Suárez cuando Riego obligó en 1820 a Fernando VII a abandonar el país. Lo que supuso incautación de bienes de conventos y desamortizaciones y se dedice que quede un solo convento de cada orden.
Matías Gonzálvez, uno de los fundadores de la Hermandad de la Humildad en 1820
En Marchena solo quedaron dos conventos en ese tiempo: Santa Eulalia para los franciscanos y San Agustín por los agustinos, por tener al menos 24 frailes cada uno. En ese contexto se reúnen en una vivienda privada, el 28 de Mayo de 1820, los hermanos del Señor de la Humildad y fundan la cofradía, liderada por su primer Hermano Mayor, el concejal y Alcalde Matias Gonzálvez Diosdado -de origen portugués- y redactan los estatutos con la ayuda de Tomás Galindo, cura de San Miguel.
«Mantengo la teoría que la imagen del Coronado de Espinas que salía va a ser el Señor de la Humildad y Paciencia» expone Manuel Antonio Ramos. «La hermandad salía el Jueves Santo en via crucis, sin lujos, y así se mantiene en el tiempo. El actual Señor de la Humildad tiene las manos orantes propias del momento en el que le ofrecen una caña en un descanso tras la coronación de espinas según Ramos, que mostró la iconografía de cada momento.
«Hay un cambio iconografico, el Señor de la Humildad era antes un señor Coronado de Espinas que esperaba que se burlasen y lo coronaran de espinas pero la hermandad fue cambiando la iconografia. El señor salia sólo, sin más sayones» cree Ramos.
Sobre la tabla en que apareció la firma de José Mayorga y Juan Bautista Patroni, Ramos cree que está atribuída con bastante fundamento al escultor Patroni, al igual que el Cristo de la Humildad de Triana, siendo Mayorga un escultor ayudante del genovés Juan Bautista Patroni. Francisco de Acosta cuñado de Patroni trabajó en Marchena en obras como el cancel, monumento y caja del órgano de San Juan o el cancel de San Francisco que acabó en Santa Isabel.
La primera regla está en el Palacio Arzobispal y era hasta ahora desconocida en todos sus detalles, para los hermanos de la Humildad, aunque si es conocido el hecho de cómo fue encontrada la imagen del Señor de la Humildad «después de la invasión de los franceses en un lugar oscuro y nada decoroso cual fue un inmundo paxar», expone Ramos y fue llevada la imagen al convento de San Francisco y colocado en un altar.
El capitulo de las reglas de 1820 cuenta que los hermanos rezaban los ejercicios espirituales de la Madre Antigua, monja de Santa Clara, enterrada en Santa Maria cuyos ejercicios espirituales se hicieron populares en su tiempo y que dio origen a la Santa Cueva de Cádiz donde se realizaban con la música compùesta por Joseph Haydn.
También en su primera regla se indica claramente el Dia de la Cruz de Mayo y el Dia de Santiago en Julio como sus principales fiestas. De hecho la hermandad se reorganiza el dia de Santiago de 1927 acordándose incorporar la cruz de Santiago en la túnica.
De ese año data la primera documentación histórica de la Hermandad. La misa especial del día de Santiago se realizaba desde el inicio de la Hermandad en el convento de San Francisco.
También en las primera regla de La Humildad, de 1820 aparece la obligación de sacar a la Virgen de los Dolores el Jueves Santo de noche, en via crucis siendo la última estación en Santa Clara concluyendo con un sermón de la Pasión de Cristo, es decir un Mandato.
GUERRA CON LAS MONJAS CLARISAS
Santa Clara había sido el convento mas rico de Marchena y uno de los cinco más ricos de Andalucia en tierras y fincas, beneficiado por la Casa de Arcos, los frailes Capuchinos, los de Santa Eulalia y San Francisco que no podian tener nada a su nombre pero sí donaban bienes a sus hermanas las monjas clarisas.
En Abril de 1887 el convento prohibe a la Hermandad de la Humildad que guarde sus enseres en la clausura y solo le permite que entren lo que pueda caber por el torno, puesto que las monjas no querían trasiego de personas en la zona de clausura.
En 1900 las clarisas elevan un escrito al Arzobispado donde se quejan de los comportamientos irreverentes de los hermanos de la Humildad el Jueves Santo y surgen disputas por la propiedad de la imagen de la Virgen de los Doloroes que era propiedad de la familia Sanz, herederos de Lucas Fernández y que en algun momento las monjas reclaman.
Las monjas llegan a pedir la supresión de la salida de la Hermandad o que la trasladen a otra iglesia pero finalmente el Obispo Marcelo Spinola mantiene a la hermandad en Santa Clara.
En medio de estos pleitos en 1900 es cuando aparece por primera vez en documentos que las dos hermandades del Señor de la Humildad y de la Virgen de los Dolores se habían unido quiza para hacer mayor fuerza frente a las clarisas.
Actualidad
Los orígenes de la devoción a la Virgen de los Dolores en la campiña sevillana
Published
2 meses agoon
11 abril, 2025
EL ORIGEN DE LA ORDEN SERVITA
La orden Servita fue funda de 1233 por siete nobles de Florencia y traída al levante y sur español por navegantes genoveses. De esta orden dependían las venerables órdenes terceras VOT. Alcanzó su apogeo en el siglo XVIII cuando la festividad de los Siete Dolores de la Virgen fue instituida por el Papa en 1727 como preámbulo de Semana Santa y en 1814 se crea la festividad de la Virgen de los Dolores el 15 de septiembre. En 1720 se fundan los Servitas de Sevilla, Osuna en 1730, en 1739 los de Carmona, Estepa y Paradas (1765), y Marchena en 1820 cuyas reglas han sido localizadas en el Palacio Arzobispal y están en proceso de estudio.
Habitualmente la Virgen de los Dolores Servita aparece con las manos entrelazadas y con un corazón en el pecho con los siete puñales. Hoy en día solo quedan cuatro Venerables Ordenes Terceras Servitas en Andalucia, que son las Cádiz, Carmona, Málaga y San Fernando.

Dolores de Osuna
La Virgen de los Dolores de Osuna fue atribuida por Hernandez Díaz a José de Mora, es de talla completa aunque sale a la calle vestida con túnica bordada por las Clarisas de Osuna de 1917 y con una ráfaga imperial dieciochesca. La Venerable Orden Tercera de siervos de la Virgen de los Dolores de Osuna fue fundada en el antiguo colegio de padres mínimos de la Victoria actual parroquia en 1730. Aunque sale tras el Nazareno de Osuna son dos hermandades diferentes.
JUAN BAUTISTA PETRONI
Es característico que las tallas de estas hermandades sean de escuela genoveses, establecidos primeramente en Cádiz y luego en el resto de Andalucia. Giovanni Batista Petroni Quartin llego a Andalucía desde de Italia en el siglo XVIII según el profesor García de la Concha, primero a Cádiz y Málaga hasta que se afincó en Sevilla. En Sevilla hizo imágenes para la Hermandad del Valle y en Carmona se le atribuye la Virgen de los Dolores y otros le atribuyen la Esperanza de Triana y el Nazareno de Arcos.
Jesús Curquejo restauró en 1996 al señor de la Humildad y apareció una inscripción que decía Mayorga Patroni (o Patrone), escultor con algunas capas de policromía al temple propias de 1600.
FUENTES DE ANDALUCÍA
Un fraile franciscano –el padre Manuel Gil– funda la congregación servita de Fuentes de Andalucía el 23 de noviembre de 1806 en la Iglesia Parroquial Santa María la Blanca.
La congregación encargó la Virgen al tallista de Ubrique José Fernández Guerrero de la Academia de San Fernando con un coste de 1.000 reales pagado por los siervos de la nueva congregación Antonio María Escalera y su hija María Dolores. La Virgen de los Dolores de Fuentes es muy parecida a la de las Angustias de Cádiz, a quien está atribuida tal y como expone en su b log Francis González cronista de Fuentes.
Foto: Blog Torre de la Reina.
Fernández Guerrero tenía taller en Cádiz donde hizo la Divina Pastora de los Capuchinos de Sevilla; San Miguel Arcángel y el Santo Ángel de San Juan de Dios; Cádiz, la Soledad de Jerez de la Frontera; o la Virgen del Mayor Dolor de la sacristía de la capilla dedicada al beato Diego José en Cádiz.
LOS SERVITAS DE MARCHENA
Recién localizadas las Reglas de la Hermandad Servita de la Virgen de los Dolores de Marchena en Palacio Arzobispal y a punto de celebrarse su 200 aniversario, hay que recordar que fray José Luis de la Fuente franciscano tercero de San Francisco de Marchena es el impulsor de los Servitas de Marchena para dar culto a la Virgen de los Dolores en 1819 con el título de Siervo de María Orden Tercera de Servitas en San Francisco donde tenía su propio altar.
Según Manuel Antonio Ramos la Venerable Orden Tercera estaba en el convento de Capuchinos antes de trasladarse al convento de San Francisco.
Fray Pedro Ximénez que residía en Santa Eulalia de Marchena autorizo a los Servitas de los Dolores en 1819 y el Arzobispado aprueba sus reglas en 1821. Realizaban procesión claustral en el interior del convento de San Francisco con la dolorosa y rezo de la Corona Dolorosa con un estandarte de la Virgen de los Dolores.
María de la purificación, Antonia e Incolaza Fernández costearon el traslado del retablo de la Virgen a Santa Clara de 1728 tras el desplome de la bóveda de la iglesia de San Francisco destruyendo el coro y la sillería en 1847. Se desconoce el autor de la Virgen de los Dolores de Marchena pero se sabe que guarda gran parecido con la del mismo nombre de Los palacios.
SERVITAS DE SEVILLA
Los Servitas de Sevilla se fundan en 1696 y en 1720 se agregó a la venerable Orden Servilla de San Marcos. En el primer paso se representa el pasaje de la Piedad, con la Virgen de los Dolores al pie de la cruz, sosteniendo en su regazo a Jesús muerto de Montes de Oca.
Actualidad
Los Cristos de San Pedro y la Vera Cruz estarán expuestos en la mañana del Viernes de Dolores en Marchena
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2 meses agoon
11 abril, 2025
Marchena vivirá este Viernes de Dolores, 11 de abril de 2025, una intensa jornada de actos religiosos y culturales que marcarán el inicio espiritual de la Semana Santa en la localidad. Desde primera hora de la mañana hasta bien entrada la noche, distintas hermandades y colectivos convocan a los fieles, vecinos y visitantes a participar en una programación repleta de momentos solemnes, exposiciones y gestos de devoción.
En la tarde del jueves 10 de abril de 2025, la Iglesia Parroquial de San Sebastián se convirtió en el epicentro del fervor cofrade marchenero durante la Misa Solemne organizada por la Hermandad del Dulce Nombre de Jesús. Este acto litúrgico, presidido por el párroco de San Miguel, Daniel Mariño Barragán, marcó el inicio de la preparación para la Estación de Penitencia del Jueves Santo. La ceremonia contó con la participación del Coro Nuestra Señora de la Piedad, cuyo repertorio sacro añadió solemnidad al evento.
En la tarde del jueves 10 de abril de 2025, la Iglesia Parroquial de San Sebastián se convirtió en el epicentro del fervor cofrade marchenero durante la Misa Solemne organizada por la Hermandad del Dulce Nombre de Jesús. Este acto litúrgico, presidido por el párroco de San Miguel, Daniel Mariño Barragán, marcó el inicio de la preparación para la Estación de Penitencia del Jueves Santo. La ceremonia contó con la participación del Coro Nuestra Señora de la Piedad, cuyo repertorio sacro añadió solemnidad al evento.
ACTOS DEL VIERNES DE DOLORES
Durante la mañana, estarán expuestas para la veneración pública dos de las imágenes más representativas de la Pasión en Marchena: el Santísimo Cristo de San Pedro y el Señor de la Santa Vera Cruz. En ambos templos se invita a los fieles a acudir en recogimiento y oración.
En el caso del Cristo de San Pedro, la veneración se realizará durante toda la mañana del Viernes de Dolores en su sede canónica. Ya por la tarde, a las 20:30 horas, tendrá lugar el traslado de la imagen a su paso procesional y, a continuación, se celebrará el tradicional Sermón de las Siete Palabras, acto central de la jornada, que conmemora las últimas palabras de Cristo en la cruz.
Por su parte, la Hermandad de la Santa Vera Cruz celebrará un devoto besapiés al Señor de la Santa Vera Cruz con horario de 10:00 a 13:30 h y de 19:00 a 21:00 h. A las 21:00 horas comenzará el Solemne Vía Crucis, seguido del traslado de su Titular a su paso procesional.
A la misma hora, a las 20:00 horas, se celebrará en la iglesia de San Miguel el besapiés a Nuestro Padre Jesús Nazareno, una cita que congrega cada año a numerosos fieles en torno a una de las devociones más antiguas de la ciudad.
Simultáneamente, y también a las 20:00 horas, en la capilla de Santa Clara, la Hermandad de la Humildad celebrará su Misa Solemne en honor a Nuestra Señora de los Dolores, acto preparatorio para su estación de penitencia.

La jornada del Viernes de Dolores también incluirá la exposición de la centuria romana de Nuestro Padre Jesús Nazareno, bajo el título La Roma Nazarena. La muestra se podrá visitar de 20:00 a 22:00 horas en el salón de actos de la Casa Hermandad del Nazareno, donde se exhiben los ropajes y elementos tradicionales de los armaos.
Sábado de Pasión
Desde las 9:30 de la mañana, en la calle San Pedro, se celebrará la venta de dulces artesanos elaborados por las religiosas de los conventos de Santa María y San Andrés. Todo lo recaudado irá destinado íntegramente a las comunidades conventuales. La actividad está organizada por la Hermandad del Rocío de Marchena.
Entre las 10:30 y las 12:30 del mediodía tendrá lugar, en la puerta del Casino, el concurso gastronómico “La Handosca de a esta es”, donde los vecinos podrán presentar sus torrijas o espinacas y optar a dos entradas para el Parque Warner. El evento está promovido por la firma local Noblemix.
Ya por la noche, a las 20:00 horas, la iglesia de Santa María acogerá la emotiva Ceremonia del Descendimiento, uno de los actos más sobrecogedores del calendario de Cuaresma en Marchena.
Finalmente, el Santo Vía Crucis con Nuestro Padre Jesús de la Salud, organizado por la Asociación Parroquial de San Agustín, cerrará la jornada. La salida está prevista a las 21:15 horas, tras la Santa Misa, desde la iglesia conventual de San Agustín. La imagen recorrerá calles emblemáticas del casco histórico, en un itinerario que incluye el pasaje Sergio Rodríguez, calle Sevilla, Pernía, Alejo Fernández, Mariano López Goitia, Madre de Dios, Cruz, Madre Carmen Ternero, Ibarra y regreso al punto de partida.
Actualidad
“Ahora madre, entiendo tu manto”: María Hurtado conmueve a Marchena con un pregón tejido de fe, memoria y verdad
Published
2 meses agoon
7 abril, 2025
Hay instantes en los que las palabras rompen en lágrimas, y otros en los que se hacen carne en los corazones de quienes las escuchan. Este domingo, en el templo abarrotado de San Juan, María Hurtado Bellido no ofreció solo un pregón. Abrió el pecho, remangó el alma y se colocó su túnica morada, no de tela, sino de verbo. Fue el atril su cruz, y la voz, la guía de una Marchena que ya huele a cera y azahar.
Desde la primera palabra hasta el último amén, María no dejó a nadie fuera. Habló a los cofrades y a los descreídos, a los que rezan cantando y a los que esperan en silencio. No lo hizo desde la superioridad, sino desde el suelo gastado de quien ha caminado todos los Viernes Santos. Su pregón fue, como dijo en sus propias palabras, “una levantá inmortal hacia ese balcón del cielo que brilla de manera perpetua en nuestros corazones”.
María habló con voz de nieta, de madre, de hermana y de Verónica. Recordó aquel año 2013 cuando cumplió su sueño de salir en la mañana del Viernes Santo y, justo ese día, su abuela Conchita partió al cielo. “Ese día no fue un día más en tu vida, María. Tu abuela también había cumplido un sueño”.
Desde el primer instante, quiso comenzar donde todo empieza: en la Caridad. “Herederos del buen Miguel Mañara”, recordó María, “con más de 375 años del aniversario de su fundación, han amparado al desamparado cada Domingo de Ramos, cuando el sol brilla sobre nuestros cuerpos”. Y evocó con una intensidad casi litúrgica el gesto solemne de esos hermanos de riguroso luto que, “caracterizados por un brazalete azul donde portan su escudo y una actitud seria propia de los más prudentes”, acompañan el féretro con una fidelidad inquebrantable. Para la pregonera, no se trata solo de una procesión: “Podemos escuchar uno de los sonidos más característicos del Domingo de Ramos: la esquila que acompaña el féretro que portan sus hermanos en el discurrir desde Milagrosa hacia San Sebastián”.
“Hermano de la Santa Caridad, a medida que escuches más de cerca el sonido de esa campanita, más próximo estará el momento de que seas tú el siguiente en tocarla”, proclamó, con una ternura que solo la experiencia puede dar.
“No hay banda, ni palio, ni palmas, ni claveles. Hay cera, hay cruz, hay compostura”, dijo, reivindicando lo esencial. Porque si en otras cofradías hay esplendor, en esta hay hondura. “La Santa Caridad no necesita pregón. Su ejemplo habla por ella”. Pero ella lo dio. Y lo dio bien. Con voz emocionada, recordó que “esta hermandad no solo desfila: acompaña, consuela, acoge, vela a los que parten y reza por los que quedan”.
Para María, la Caridad es más que una cofradía: es la raíz misma del Evangelio. “Hay hermandades que brillan con luz de cera, otras con luz de plata… pero la Santa Caridad brilla con la luz del servicio”. Por eso, su agradecimiento fue explícito, sin rodeos: “Gracias por cuidar a los que ya no están, a los que sufren, a los que nadie ve”.
Y cerró su evocación con la mirada puesta en lo eterno: “El Domingo de Ramos comienza con muerte, pero no con desesperanza. Ellos nos enseñan que todo final es también comienzo”. Por eso, “esta levantá va por todos los directores espirituales que nos acompañan durante todo el año a través de los cultos para alimentar nuestra fe”, y también por aquellos que, como los hermanos de la Caridad, “trabajan sin descanso para hacer visible lo invisible”.
Y así nos llevó a su infancia, cuando, con la impaciencia desbordada, pedía a su padre que la llevara a San Agustín. “Papá, venga, vamos ya para arriba que sale la Borriquita”, recordaba con una sonrisa casi infantil. Allí, entre la expectación del templo y el nervio en la garganta, aguardaba ese instante único en que se abren las puertas y comienza la vida pública del Señor. “Allí esperando al momento de mayor tensión, pues el miedo a esas edades no existe. Papá, que están de rodillas, que están desmontando el paso, que están bajando al Señor…”.
“Abrir el paso. Os traigo la salvación”, proclamó María, haciendo suyas las palabras de un Dios que se baja del cielo para jugar con sus hijos. “Es muy sencillo: escucharme y acompañarme. Acercaros a mí. Soy nuestro Padre Jesús de la Paz, montado en una borriquita, y vengo a salvar al pueblo de Marchena”.
El pregón se convirtió entonces en catequesis para los pequeños, en voz materna que susurra esperanza: “Niños y niñas de este pueblo, id a vuestras casas, corred la voz, que salgan todos a verme. Avisad a vuestras abuelas, que todos se vistan con sus mejores galas. A vuestros padres, decidles que os dejen estar por la calle junto a mí, que no pasa nada. Es el día de la Paz en Marchena”. Porque este día no es solo un comienzo litúrgico: es un renacer espiritual, un estallido de fe que convierte las calles en una nueva Jerusalén.
Con ternura dirigió esas palabras también a sus propios hijos: “Jesús y Jorge, hijos míos, ¿habéis escuchado el mensaje que el mismo Dios que ha bajado a la tierra ha dicho? Confiad, tened fe y amad desinteresadamente. Poneos en sus manos y agarrad fuerte esas ramitas de olivo que tienen la savia de la salvación. No las soltéis y no olvidéis llevarlas cada año después de misa a vuestras casas. Ponedle el lacito que más os guste, pero amarradla bien fuerte: tiene que durar todo un año”.
Desde ese instante del pregón, Marchena entera se vio montada en ese pollino, como si cada palmo de calle fuera una nueva bienvenida al Hijo de Dios. Y en la voz de María resonó el gozo de quien ha aprendido que la infancia no es una etapa, sino un don espiritual. Porque cada vez que sale la Borriquita, los que fuimos niños volvemos a serlo.
Y así, con la paz como estandarte, María nos recordó que la Semana Santa no empieza el Domingo de Ramos. Empieza mucho antes, en las miradas limpias de los niños, en los altares de cartón, en la rama de olivo que tiembla al viento… Y en el corazón que se prepara, año tras año, para volver a decir: “Papá, venga, que sale la Borriquita”.
Hay imágenes que no necesitan música para conmover, ni lágrimas para hablar. Basta con su andar sereno. Así es la Virgen de la Palma en la voz y en el corazón de María Hurtado, que la evocó en su pregón con la reverencia de quien ha sentido su consuelo tras la estrechez de la vida. “Madre de la Palma, eres madre de los que viven en acción de gracias. Llénanos este bonito día de algarabía”, dijo, iniciando con una súplica jubilosa lo que muy pronto se convirtió en letanía de devoción.
La estrechez del cancel de su iglesia fue imagen del alma que se prepara para acoger lo inmenso. “Tras la estrechez, aparece la calma. Palma, después de tu salida el pueblo impaciente te espera. El cancel está abierto. Comienza la Semana Grande y con ella uno de los mensajes: Dios aprieta, pero no ahoga”. Y en esa imagen de puertas que se abren está el símbolo del alma que se ensancha, del pueblo que espera, del milagro que comienza.
María supo captar ese contraste entre el rostro sereno y la hondura del mensaje. “¿Qué hay en tu mirada, Palma? ¿Dónde escondes tus lágrimas?”, se preguntaba, y cada palabra parecía buscar cobijo entre los entrevarales de ese palio que, año tras año, vuelve a tejer la esperanza con hilo de oro. “Los entrevarales son como los barrotes de las ventanas: están hechos para asomarnos a verte”, dijo, con una sencillez estremecedora.
Cuando el alma se arrodilla y el cuerpo detiene su prisa, es porque el Señor de la Humildad ha pasado. María Hurtado, en su pregón de la Semana Santa de 2025, no solo recordó la escena; la vivió de nuevo con la emoción intacta y la convirtió en espejo de tantas vidas marcheneras.
“Señor de la Humildad, una escuela de paciencia nos das”. Una lección aprendida en silencio, en los días lentos, en las noches largas, en los hospitales y en las salas de espera, donde “tus fieles desesperan sentado, como tú, en la piedra dura de la vida intentando comprender su rumbo”.
El Señor de la Humildad se convierte así en compañero de viaje, en intercesor del que no tiene fuerzas, en consuelo del que no entiende. “Junto a ti visitéis los hospitales, la residencia, las salas de espera…”. El lenguaje se volvió íntimo, casi confidencial. El tono del pregón descendió al susurro, al tú a tú de quien habla con su Dios en lo más profundo del alma.
Pero no se detuvo ahí. María hiló esta devoción con otra tradición muy marchenera: la saeta. “Una escuela de saetas, esa en la que se enseña a orar con una entonación que nunca falla, la que se canta desde el alma, la que está orada desde la autenticidad y con un pregón de un ángel desde ese balcón que sagrado parece estar afinado de año en año”. La saeta no es aquí un adorno musical, sino una plegaria que se eleva como incienso desde los balcones al cielo.
Hablar del Señor de la Humildad, es hablar de una enseñanza sin estridencias, de un ejemplo que no necesita alarde, de una presencia que sana sin tocar. “Regresa a tu templo con tu centuria detrás y no dejes nuestras vidas nunca en el azar. Pues hágase según tu voluntad”, concluyó María, dejando la oración como última palabra, como única respuesta posible ante el misterio de un Dios que se detiene para mirar al hombre desde su mismo nivel.
Hay una esquina de Marchena donde cada primavera se mece una novicia entre naranjos y flores. La Virgen de los Dolores no camina sola: la acompañan los suspiros de generaciones que han buscado en su rostro el consuelo a penas antiguas y recientes. María Hurtado lo expresó con palabras suaves y estremecidas, con la devoción de quien sabe que el dolor, cuando se ofrece, también puede ser redentor. “En el barrio de Santa Clara hay una Virgen con una mirada infinita y suplicante hacia el firmamento”, dijo. Y con esa frase abrió la puerta de un convento que es también refugio del alma.
Ella está “con un pañuelo colgando que casi te lo da si se lo pides”. Esa imagen sencilla –una mano tendida, un paño dispuesto a secar lágrimas ajenas– resume siglos de devoción popular. “Está esperándonos para consolar esas lágrimas que seguro que hoy no saben a sal, pues ya se ha encargado ella de quitarles ese mineral”.
El peso del pueblo está en ese pañuelo. “¿Cómo podemos pedirte tanto?”, se preguntó la pregonera, con una humildad desarmante. “¿Qué cansada tienes que acabar cada Miércoles Santo? ¿Cuánto pesa ese pañuelo sobre el que has absorbido todos los dolores de tu pueblo?”. Es la maternidad espiritual llevada al extremo: una madre que recoge, que escucha, que carga con lo que los demás no pueden.
En esa noche silenciosa de primavera, María reconoció que “madre dolorosa, es normal que mires al cielo en busca de tu consuelo”, pero le pidió algo más: “Baja tu mirada, que tus hijos queremos quitar la daga que atraviesa tu corazón, esa que profetizó el viejo Simeón”.
Hay nombres que se pronuncian con ternura. Nombres que no pesan, que no hieren, que no exigen. El de Jesús, cuando es niño, se dice con la suavidad con la que se acaricia un recuerdo, con la delicadeza con la que se habla de la infancia. Así lo proclamó María Hurtado en su pregón, elevando al Dulce Nombre de Jesús a la altura de un símbolo universal de consuelo y fortaleza: “Dulce Nombre de Jesús, siento la incongruencia de tu pronombre: ¿cómo puede ser dulce el que sabe, con tan pronta edad, lo que le espera?”.
Y sin embargo, lo es. Porque en ese rostro de niño con mirada sabia se concentra la ternura de Dios encarnado. “Tu nombre es dulce, y eso se refleja en la miel de tus labios”, dijo María, evocando la imagen de un Jesús que no teme, que se ofrece, que se entrega desde su inocencia.
Hablar del Dulce Nombre es hablar del primer asombro, del descubrimiento infantil de lo sagrado. “Aún recuerdo cómo te miraba de niña a niño”, confesó la pregonera. “Me fijaba en la pequeña crucecita de plata, la misma que después en madera yo portaría el Viernes Santo por las mismas calles que tú habías pisado”. Esa coincidencia entre la mirada del pasado y la vivencia del presente unió en una sola emoción a la niña que fue y a la mujer que ahora pregonaba.
María comprendió la paradoja de este Niño-Dios, que a pesar de su aparente fragilidad “tiene una mente de un diamante irrompible hacia el amor más puro y brillante que existe: el amor de Dios”. En esa contradicción entre niñez y divinidad, entre dulzura y sufrimiento, reside la grandeza de su imagen, y así lo expresó con una ternura que emocionó a todo el templo: “No llores, Dulce Nombre de Jesús, que todos los niños y niñas de tu pueblo te están mirando, te están ayudando”.
Y con un gesto de esperanza, selló el legado de generaciones: “Hoy los costaleros que te llevan son los mismos niños ya hechos hombres, y con la ayuda de tus ángeles, a pulso te elevarán al mismo cielo”.
Desde lo alto de una azotea, en un rincón que roza el cielo, una niña lanzaba su primera petalá sin saber que estaba sembrando una devoción que años más tarde haría florecer con palabras. Así nacía el amor de María Hurtado por la Virgen de la Piedad. “Desde la azotea de Cayetano veía de pequeña la salida del Dulce Nombre y desde allí también le ofrecía una petalá a la Virgen de la Piedad”, confesó con voz de memoria emocionada.
No hay calle en Marchena más silenciosa que aquella por la que pasa la Virgen de la Piedad. No hay rincón más íntimo que su paso lento, medido, donde todo parece pararse para dejar que el pueblo respire su consuelo. “Si te mecen, déjate llevar, Piedad es nuestra manera de que puedas andar”, proclamó María, poniendo en boca del pueblo ese susurro que se convierte en plegaria cuando Ella aparece.
La oración siguió fluyendo, tejida como los bordados de su manto: “Si te levantan al cielo, déjate llevar, Piedad es la manera de hacerte volar”. Porque esta Virgen no solo camina, no solo llora: se eleva. La eleva su pueblo, que la sostiene con amor callado, la mece con ternura infinita. “Si te rezan en silencio, déjate llevar, Piedad es nuestra manera de tus penas quitar”.
El Jueves Santo en Marchena no comienza en el reloj, sino en el corazón de quienes esperan que se abra el portón franciscano. De allí sale cada año, envuelto en lirios morados y recogimiento, el Cristo de la Santa y Vera Cruz, llevando consigo la memoria de generaciones que han hecho de este paso una oración viva. María Hurtado, con la emoción serena que da el amor antiguo, abrió su evocación con una confesión sincera: “Cuando habla mi corazón de la Vera Cruz, habla de recuerdos, sobre todo aquellos que guardo con un cariño muy especial”.
En su niñez, María deseaba ser costalera, pero en aquellos años no se podía. Así que se conformaba “con ir a los ensayos y llevar la radio”, porque lo importante no era el rol, sino estar cerca del Señor que camina entre sombras y cal.
La Vera Cruz, para María, no es una cofradía más: es la cofradía de su familia materna los Bellidos. Ess casa el Jueves Santo se convertía en una casa hermandad, «donde las túnicas de mis primos estaban muy bien colgadas y planchadas en los muebles del salón de cada casa”.
“El Jueves Santo en Marchena todo parece transformarse”, proclamó la pregonera. “La noche se oscurece, el cielo comienza a eclipsarse ante tu inminente muerte. Se abre un portón en la capilla franciscana, donde en el cancel espera un nazareno que porta esa peculiar cruz de guía”.
En ese momento, Marchena se vuelve un templo al aire libre. “Suena cornetas y tambores y una rampa de madera sobre la que rachean suavemente con un poco de cuerpo a tierra”, y Él baja “camino del barrio más monumental, entre esquinas que se retuercen, muy padeciente, coronado de espinas y la sangre derramada”. La marcha no es música, es latido; la cera no es luz, es lágrima; y el paso no es madera, es altar: “Una elegante levantá a pulso siempre te eleva, esas trabajaderas sagradas que rachean suavemente y que rezan sin parar en una noche que parece que no tiene final”.
María describió el instante en que la silueta del Cristo se proyecta sobre las paredes blancas del barrio, como una aparición: “De repente, por las paredes encaladas previamente, una silueta se refleja del Señor que pasa por tu casa. Verte. ¡Cuánta elegancia hay en tu barrio! ¡Qué silencio tan solemne!”. Porque si algo distingue a la Vera Cruz es el recogimiento que envuelve su discurrir, la sobriedad que no necesita ornamento, el rezo callado que no exige respuesta.
Hay nombres que no se pronuncian, se respiran. Nombres que no hacen falta decir en voz alta porque ya viven en el corazón. Así es la Esperanza en Marchena: no necesita presentaciones ni alardes. Basta con mirarla para entender por qué su manto verde no es un color cualquiera. “Dicen que el color de la Esperanza no es un verde normal”, explicó María Hurtado. “A mí me recuerda al verde del mar”. Pero no a un mar en calma, sino al mar que lucha, al que no se rinde. “El mar revuelto, ese que arrastra toda la arena del fondo cuando rompe la ola, justo ese es el color”.
Así la sintió la pregonera desde niña. No como un símbolo decorativo, sino como una necesidad vital. “La Esperanza te tripula para poder navegar, allá en tu fondo más profundo que te arranca el alma sin avisar”. Y como quien se aferra a una tabla en mitad del naufragio, elevó su canto: “Cuando la mar esté revuelta, a cara a cara mírala: es la Esperanza la que te salva de la deriva en alta mar”.
Por eso, la Esperanza de Marchena no es simplemente bella. “No vas a ser bella, Esperanza, tienes que serlo por necesidad”. Porque cada mirada busca en Ella una respuesta, un consuelo, un sí o un no que cambie el rumbo de una vida. “Sino, ¿cómo te miramos esperando encontrar la respuesta a ese sí o a ese no que ansiamos escuchar?”.
En esa mezcla de ternura y fortaleza, María fue desgranando su oración íntima: “Bella es la Esperanza que de verde tiñes el mar cuando la ves pasar, va demostrando un no sé qué que te sacia cuando se va”. Porque verla no basta. Se necesita, se ansía, se espera. “Bella es la Esperanza que de verde tiñes el mar del que anhela encontrar los vaivenes de la vida que aparecen cuando no los sabemos tolerar”.
La pregonera describió con palabras sentidas esa conexión íntima entre la Virgen y su pueblo, donde cada uno lanza plegarias en silencio. “Miras para abajo, para nuestros ojos encontrar esas plegarias que te lanzamos y que en ti la respuesta está”. Y entonces se comprende que Ella, coronada y serena, no está solo para embellecer una calle, sino para sostener un alma. “Bella es la Esperanza, esa que porta alfajín de Capitán General y coronada está, la que navega sobre un palio estrellado hecho de terciopelo y plata, impregnada en nazar, y llevas más de 20 años siendo Reina de Marchena, de la cristiandad y de todo el mar”.
Hay imágenes que no se nombran sin estremecerse. Y en Marchena, si hay un nombre que agita las entrañas del pueblo entero, ese es el de Nuestro Padre Jesús Nazareno. El Señor que no se menciona, se reza; el que no se mira, se sigue; el que no se explica, se siente. Y eso hizo María Hurtado: sentir. “¿En serio? ¿No me lo puedo creer? ¿Y ahora qué hago?”, se preguntaba recordando el instante en que se encontró frente a Él, tras veinte años de espera en una lista “que parece ser eterna para ponerme por un instante frente a ti, cara a cara”.
Su voz, que tantas veces se quebró a lo largo del pregón, pareció quebrarse aún más cuando pronunció esas palabras: “Ese día no sabía si hablarte desde mi tristeza o desde el agradecimiento”. Porque el día que María se revistió de Verónica fue el mismo día en que su abuela Conchita se despidió de este mundo. Y no, no fue casualidad. “Tú decidiste que yo, vestida de Verónica, justo ese día ascendiera a ti”.
Aquella escena no fue solo un rito ni un sueño cumplido: fue un abrazo entre generaciones, un gesto de la Providencia. “Tu rostro yo limpiar o tú el mío. A mí no podía estar nerviosa ese día, solo quería hablar contigo y que me explicaras qué es lo que pasaría”. Y en ese diálogo íntimo entre nieta y Señor, entre túnica morada y paño blanco, se selló una alianza de vida entera.
“No vi a mi abuela desde el balcón viendo pasar a su nieta, sino que fui yo la que la acerqué a ti al balcón infinito del cielo”. Y en ese gesto, María comprendió algo esencial: que cuando Dios está por medio, no hay casualidades, solo misterios que se revelan con amor.
No es extraño que su camino nazareno lo viva como una misión. “Por eso camino descalza y de morado, desde San Miguel, cuando las puertas están de par en par, un Viernes Santo de madrugada, bajo un cielo estremecido de gargantas que se rompen a rezar”. Porque seguir a Jesús Nazareno no es solo vestir la túnica: es descalzarse del mundo, entregarse sin medida, fundirse en cada chicotá con el latido de su pueblo.
Con la emoción contenida de quien ha sentido esa madrugada en la piel, fue relatando cada recoveco del recorrido, cada paso que Él da por las calles de Marchena. “Bajo una luna llena primaveral, camino descalza y de morado, siguiendo una cruz de guía bajando de la Rabal”. Esas calles, que de día son barrio, en su paso se hacen santuario: Plazuela del Topo, calle Estudio, calle Sevilla, San Sebastián, Milagrosa, Santa Clara… “Calle Sevilla, que no sube, que reza por la paz bajo una palma merced y pilar”.
Y en ese discurrir lento, fatigado, arrastrando la cruz, María descubre que no solo camina Jesús. Camina el pueblo entero con Él, cada cual con su herida, cada cual con su fe. “Camino descalza y de morado hasta llegar al más sagrado altar del Monumento, donde está Jesucristo ya no muerto, sino vivo”. Porque Jesús no cae, se arrodilla. No se cansa, se entrega. “Tú que caminas, tú que no te paras, tú que no te cansas y el que nos miras cara a cara”.
Hay lágrimas que no se ven, pero que mojan por dentro. Lágrimas de sal y de silencio, de fe y de desahogo. Lágrimas como las de María Santísima de las Lágrimas, que no brotan solo de sus ojos tallados, sino de todos los que la miran. María Hurtado, con la emoción desbordada, se dirigió a Ella no como pregonera, sino como hija, como mujer, como madre, como alguien que un día descubrió que aquellas manos abiertas no solo recogían súplicas: también sostenían vidas.
“Virgen de las Lágrimas, tengo que pedirte perdón por haberte dado de lado durante tantos años”, confesó con humildad, reconociendo que sus miradas y sentimientos “se concentraban en tu Hijo primero”. Pero la vida, con su manera extraña de ponernos en nuestro sitio, hizo que fuese precisamente Ella quien la tomara de la mano en uno de los momentos más íntimos y reveladores. “Me pusieron junto a ti. Mejor dicho, en tus manos. Siempre abiertas se quedaron desde entonces, como hacen todas las madres”.
Ese instante, que quedó “fosilizado” en el corazón cofrade de la pregonera, ocurrió cuando estaba embarazada de su hijo Jorge. “Con uno de mis hijos en mi vientre pude acompañarte al son de la misma marcha que hoy aquí ha acontecido: Amarguras, Fondeanta”. La misma marcha que abría el pregón y que ahora regresaba para abrazar la memoria de aquella noche. “Lo admito: estaba algo triste de no poder hacer mi estación de penitencia ese año. Aunque lo intenté, me puse mi túnica, pero solo aguanté hasta pasar el arco”.
En su interior, una vida latía, y afuera, otra Vida —la de la Virgen— se desbordaba en compasión. “Qué mágicos son los momentos”, dijo, cuando, “a la voz de un Jorge costalero al mando de su capatá, daba voz a otro Jorge, el de mis adentros”. Porque no todas las lágrimas son de tristeza, y María supo reconocerlo: “También las hay de agradecerte, Virgen de las Lágrimas, que tu amargura se desvanece y la vida resurge al pasar y verte”.
De ese dolor hecho belleza brotó una descripción que conmovió a todo el templo: “Ahora, Madre, entiendo tu manto. Tu manto azul, de azul cobalto. No va a ser de otro color si está lleno de penas y de llanto”. Un manto que no cubre solo una imagen, sino que arropa a todo un pueblo. “Lo llenas tanto y tanto que es el océano de Marchena cada Viernes Santo”.
Y como ola tras ola, sus palabras se hicieron poesía. “Ahora, Madre, entiendo tu manto: de Nazarenos ahogados entre el dolor acumulado de los porrazos que la vida te golpea cuando menos estás preparado”. Ese manto, dijo, recoge las lágrimas de las madres que luchan en silencio, “de las que los vaivenes del día a día te consumen más todavía y esperan a verte para desahogar su agonía”.
Hay imágenes que parecen detenidas en el tiempo. Y otras que, aunque inertes, respiran. El Santísimo Cristo de San Pedro no camina, pero avanza en el alma de quien lo contempla. Así lo vio María Hurtado cuando, con la voz encogida, narró su primer reencuentro con Él al saber que sería pregonera: “¿Cómo no sentir ese dolor, Santísimo Cristo de San Pedro, al verte pasar a través de las calles estrechas, donde el silencio se rompe con el crujir de tu madera y el rachear del esparto sobre el suelo desgastado, al eco de tu ‘Miserere’ y entonaciones de quintas y sextas?”
En ese momento, lo esencial no fue hablar, sino ver. “La primera hermandad que fui a visitar fue esta”, confesó, “y ¿qué vi? Vi a ese Cristo que está allí, a lo lejos, en Santo Domingo, fundido en madera. Madera convertida en talla. Talla traducida a vida”. Porque en Marchena, el arte no es adorno, sino dogma: las imágenes respiran y sangran, y el Cristo de San Pedro es prueba de ello.
Fue en una visita posterior cuando la pregonera se atrevió a mirarlo desde más cerca, desde abajo, desde sus pies. Y en ese ángulo inédito descubrió una dimensión hasta entonces desconocida: “Tuve el atrevimiento de acercarme y, desde ese ángulo, pude percatarme de algo que jamás vi en la tarde del Viernes Santo: la dureza que padeciste. Tus manos moradas, tus brazos estirados, tus piernas fatigadas, tus pies ensangrentados y tu rostro, Señor, desfigurado”.
No lo dijo con aspavientos, sino con la seriedad de quien ha tocado el dolor. “Parece que vives, aunque estás recién muerto”, sentenció. Porque en el Cristo de San Pedro no hay dulzura ni calma, sino el espanto contenido de una muerte real. Y eso fue lo que más conmovió a María: la crudeza.
Recordó, entonces, aquella última vez que Marchena lo vio por sus calles, en andas y sin dosel, y comprendió por qué sus hermanos quisieron bordarle un dosel de terciopelo que disimulara las heridas: “Tuvieron que mandar hacer tal reliquia para que se pudieran disimular tus lesiones, tu frialdad, tus traumatismos, tus llagas y esa mirada perdida en busca de consuelo”.
El dosel, entendido como refugio, no como adorno. “Todo, Señor, para salvar a tu pueblo”. Porque no hay ornamento más sagrado que el que envuelve el sufrimiento. María lo entendió y lo explicó con una claridad conmovedora: ese dosel no es sólo belleza, es compasión. Un escudo bordado frente al horror.
La noche del Viernes Santo no se apaga del todo mientras quede encendida la mirada de una madre. Y en Marchena, esa madre tiene un nombre: María Santísima de las Angustias. A Ella se dirigió María Hurtado con un susurro convertido en plegaria, con ese respeto que sólo se puede tener hacia quien lo ha perdido todo y, sin embargo, sigue en pie.
“Madre, aunque eres modelo y maestra de la fe, me ha costado enfrentarme a ti”, comenzó diciendo. No porque no la amara, sino porque representa aquello que a nadie le gusta atravesar: “Representas una de las advocaciones que menos queremos sentir en nuestras vidas: la angustia, el temor, el miedo, la desesperación”.
La pregonera imaginó su dolor no desde la distancia, sino como hija, como madre, como mujer. Y se preguntó con temblor en la voz: “¿Qué día tan largo tuviste que pasar? ¿Cuál fue el más duro? ¿Su condena? ¿Las burlas? ¿Ver cómo caminaba y caía con la cruz? ¿Ver cómo lo crucificaban? ¿O tenerlo de nuevo entre tus brazos ya sin vida?”
La escena es desgarradora. Y María no la suavizó, no la embelleció con palabras vacías. Fue al centro del abismo, al instante exacto en el que la Virgen recoge a su Hijo muerto. “Ya no hay mayor espanto, pues llegó el instante. La palabra está cumplida. La muerte ha discurrido por las calles. Tu hijo, crucificado, ya sin dolor, esperando la salvación, su resurrección”.
Cada palabra fue tallada con lágrimas. “Madre, en esta noche teñida de luto, donde las calles de Marchena han intercambiado luces por sombras y el silencio se ha apoderado del murmullo, la cera de tus nazarenos va llorando por el suelo”. Esa cera que llora, como tú, como todos.
“Seis lágrimas de angustia resbalan por tu bello y blanquecino rostro, donde el sofoco del pánico que debiste sufrir le dan color a tu mejilla”, continuó, como quien ha sostenido la imagen entre las manos y ha sentido el temblor del alma. “Madre de negro y pálido corazón, aunque sintieras en tu garganta ese nudo que te hace callar, aunque sintieras en tu alma ese dolor que te ahoga aún más, aunque sintieras en tu corazón cien puñales al hincar… angustias más desamparadas quisieran los marcheneros quitar”.
El Sábado Santo en Marchena no es una noche de duelo, sino un umbral. Y ese umbral tiene forma de paso: el Santo Entierro, el “resumen del que todo lo consume”, como lo definió María Hurtado, con el corazón lleno y la voz hecha incienso. Porque tras la muerte, dijo, “es el poliedro perfecto, donde Cristo yacente, descendido de la cruz, triunfante, duerme por poco tiempo”.
No habló sólo del silencio ni de la solemnidad, sino del milagro tallado en madera. “Si hubiese sabido tu escultor, Jerónimo Hernández, que luego vendría un Guzmán Bejarano para dejarnos perplejos ante tan majestuosa obra, no se lo hubiese imaginado. Nada falta, Señor”. Y es que ese paso no es un paso: es un retablo andante que late con cada zancada.
Es un libro abierto, con capítulos de oro y lirios morados. “Es un retablo abierto que camina entre decorados con lirios pasionantes, que van haciendo justicia ante tu paso”. En sus esquinas, las cuatro esquinas del mundo: “¿Quién no ha mirado a sus esquinas, con sus evangelistas? A San Lucas, acompañado con la fuerza del toro. A San Marcos, con el poder del león. A San Juan, con el águila que todo lo divisa. O a San Mateo, con ese ángel que nos aguarda”.
Y allí, en el vértice de todo, en el centro geométrico de la fe, está Él: “Sí, porque en el vértice, en el extremo de tu poliedro, Señor, estás una vez más tú, transformado en polígono, para que podamos vivir a través de ti”. Un paso que, al avanzar, no pisa, sino que flota. “Da igual que subas a toda prisa con un izquierdo que rachea por el susurrar del paso del tiempo, ante un suelo desgastado y unas paredes que, si hablaran, Señor, quizás no seguirían en pie”.
Marchena no sólo lo contempla, lo acompaña. Y Él, a su vez, la guía en su ascenso hacia la esperanza. “Sigue subiendo hacia la mota más alta y atraviesa esa puerta medieval, esa que nos acerca más de ti, pues tu fe nos guía”.
Pero no va solo. Le siguen las que no fallan nunca. “Seguido de tus tres Marías: Salomé, Magdalena, María Cleofás, y la Verónica, que nos muestra tu Santa Faz”. Son ellas las custodias del silencio, las guardianas de ese cuerpo que duerme, pero que no ha muerto del todo.
Y María lo proclama con la certeza de quien lo ha sentido en carne viva: “Santo Entierro, que no te hemos enterrado. Que a tu sepulcro te hemos acompañado solo para que vuelvas a vivir, ahora sí, toda la eternidad”.
Cuando ya la Semana Santa declina, cuando las túnicas se guardan y el silencio vuelve a tomar las calles, una figura sigue en pie. Es la Virgen de la Soledad, coronada de estrellas, sostenida por la oración de un pueblo entero que, aunque la llama sola, nunca la deja sola.
Así la describió María Hurtado, con ese respeto que sólo se profesa a lo que es eterno. “Madre, eres modelo de amor, y das todo aunque te duela”, comenzó, en un tono de íntima veneración. “¿Cómo te llaman Soledad, con un pueblo que te corona y que sola no te deja estar?”
La contradicción de tu nombre no hace sino subrayar el consuelo que repartes. “Te llaman Soledad, pero en tu tiro te cobijan y no te dejan escapar. Te llaman Soledad, pero eres la madre de todos los marcheneros”, afirmó la pregonera, recogiendo ese anhelo callado que acompaña a tantos en la noche más honda del año.
Hay instantes que sólo Marchena entiende. Uno de ellos ocurre bajo tu palio, cuando los cirios titilan y las bambalinas tiemblan. María no lo dejó pasar: “¿Capatá, qué se siente cogiendo ese llamador de plata? ¿Dónde están puestas todas las plegarias de un pueblo? Saber que en ti está la voz que hace que los milagros se cumplan”.
No son versos, son verdades de fe. “Cuántos rezos de madre desconsolada hacia la madre de Marchena, Soledad Coronada”. Madres que encuentran en ti un espejo, un refugio, un bálsamo. Porque tú, aunque rota, sigues de pie. Porque tú, aunque te llamen Soledad, estás acompañada de todas las mujeres de Marchena: “baja, acordonada por mujeres que sola no te van a dejar, vestidas de manto y que no paran de rezar”.
Tu palio es más que orfebrería, es un cielo tangible. “Tu palio repleto de estrellas relucientes entre una palmera muy ducal que tiene siete hojas, una por cada hermandad”, dijo María, hilando historia, estética y símbolo en una sola imagen. “Tus bambalinas son lunas que se mecen sin parar, camino de ese sepulcro que vacío dicen que está”.
María nos lleva al instante último de tu tránsito por las calles, allí donde los adioses se pronuncian sin voz. “Soledad, abre un poco esas manos, déjalas de apretar, que desde mi ventana te lanzo una plegaria más. Recíbela: de cariño es igual de importante que las demás, pero esta tiene más peso. No, no es para mí. Es para quien tú ya sabes”.
Y en ese gesto final, en ese cerrar de manos, María Hurtado depositó el anhelo más profundo de todos: salud para quienes luchan. “No te olvides, Soledad, a por otro año de salud para los que están”. Porque si alguien puede guardar ese deseo, eres tú, que llevas siglos custodiando el dolor, la esperanza y la fe de Marchena.
“Cierra tus manos. El secreto dicho está. ¡Viva la Soledad Coronada! ¡Viva María sin pecado original!”. Con esa exclamación concluyó María su ofrenda, con el corazón en vilo y los ojos húmedos de quien ha comprendido que la Soledad no es ausencia, sino compañía fiel hasta el final.
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