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“Ahora madre, entiendo tu manto”: María Hurtado conmueve a Marchena con un pregón tejido de fe, memoria y verdad
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2 semanas agoon

Hay instantes en los que las palabras rompen en lágrimas, y otros en los que se hacen carne en los corazones de quienes las escuchan. Este domingo, en el templo abarrotado de San Juan, María Hurtado Bellido no ofreció solo un pregón. Abrió el pecho, remangó el alma y se colocó su túnica morada, no de tela, sino de verbo. Fue el atril su cruz, y la voz, la guía de una Marchena que ya huele a cera y azahar.
Desde la primera palabra hasta el último amén, María no dejó a nadie fuera. Habló a los cofrades y a los descreídos, a los que rezan cantando y a los que esperan en silencio. No lo hizo desde la superioridad, sino desde el suelo gastado de quien ha caminado todos los Viernes Santos. Su pregón fue, como dijo en sus propias palabras, “una levantá inmortal hacia ese balcón del cielo que brilla de manera perpetua en nuestros corazones”.
María habló con voz de nieta, de madre, de hermana y de Verónica. Recordó aquel año 2013 cuando cumplió su sueño de salir en la mañana del Viernes Santo y, justo ese día, su abuela Conchita partió al cielo. “Ese día no fue un día más en tu vida, María. Tu abuela también había cumplido un sueño”.
Desde el primer instante, quiso comenzar donde todo empieza: en la Caridad. “Herederos del buen Miguel Mañara”, recordó María, “con más de 375 años del aniversario de su fundación, han amparado al desamparado cada Domingo de Ramos, cuando el sol brilla sobre nuestros cuerpos”. Y evocó con una intensidad casi litúrgica el gesto solemne de esos hermanos de riguroso luto que, “caracterizados por un brazalete azul donde portan su escudo y una actitud seria propia de los más prudentes”, acompañan el féretro con una fidelidad inquebrantable. Para la pregonera, no se trata solo de una procesión: “Podemos escuchar uno de los sonidos más característicos del Domingo de Ramos: la esquila que acompaña el féretro que portan sus hermanos en el discurrir desde Milagrosa hacia San Sebastián”.
“Hermano de la Santa Caridad, a medida que escuches más de cerca el sonido de esa campanita, más próximo estará el momento de que seas tú el siguiente en tocarla”, proclamó, con una ternura que solo la experiencia puede dar.
“No hay banda, ni palio, ni palmas, ni claveles. Hay cera, hay cruz, hay compostura”, dijo, reivindicando lo esencial. Porque si en otras cofradías hay esplendor, en esta hay hondura. “La Santa Caridad no necesita pregón. Su ejemplo habla por ella”. Pero ella lo dio. Y lo dio bien. Con voz emocionada, recordó que “esta hermandad no solo desfila: acompaña, consuela, acoge, vela a los que parten y reza por los que quedan”.
Para María, la Caridad es más que una cofradía: es la raíz misma del Evangelio. “Hay hermandades que brillan con luz de cera, otras con luz de plata… pero la Santa Caridad brilla con la luz del servicio”. Por eso, su agradecimiento fue explícito, sin rodeos: “Gracias por cuidar a los que ya no están, a los que sufren, a los que nadie ve”.
Y cerró su evocación con la mirada puesta en lo eterno: “El Domingo de Ramos comienza con muerte, pero no con desesperanza. Ellos nos enseñan que todo final es también comienzo”. Por eso, “esta levantá va por todos los directores espirituales que nos acompañan durante todo el año a través de los cultos para alimentar nuestra fe”, y también por aquellos que, como los hermanos de la Caridad, “trabajan sin descanso para hacer visible lo invisible”.
Y así nos llevó a su infancia, cuando, con la impaciencia desbordada, pedía a su padre que la llevara a San Agustín. “Papá, venga, vamos ya para arriba que sale la Borriquita”, recordaba con una sonrisa casi infantil. Allí, entre la expectación del templo y el nervio en la garganta, aguardaba ese instante único en que se abren las puertas y comienza la vida pública del Señor. “Allí esperando al momento de mayor tensión, pues el miedo a esas edades no existe. Papá, que están de rodillas, que están desmontando el paso, que están bajando al Señor…”.
“Abrir el paso. Os traigo la salvación”, proclamó María, haciendo suyas las palabras de un Dios que se baja del cielo para jugar con sus hijos. “Es muy sencillo: escucharme y acompañarme. Acercaros a mí. Soy nuestro Padre Jesús de la Paz, montado en una borriquita, y vengo a salvar al pueblo de Marchena”.
El pregón se convirtió entonces en catequesis para los pequeños, en voz materna que susurra esperanza: “Niños y niñas de este pueblo, id a vuestras casas, corred la voz, que salgan todos a verme. Avisad a vuestras abuelas, que todos se vistan con sus mejores galas. A vuestros padres, decidles que os dejen estar por la calle junto a mí, que no pasa nada. Es el día de la Paz en Marchena”. Porque este día no es solo un comienzo litúrgico: es un renacer espiritual, un estallido de fe que convierte las calles en una nueva Jerusalén.
Con ternura dirigió esas palabras también a sus propios hijos: “Jesús y Jorge, hijos míos, ¿habéis escuchado el mensaje que el mismo Dios que ha bajado a la tierra ha dicho? Confiad, tened fe y amad desinteresadamente. Poneos en sus manos y agarrad fuerte esas ramitas de olivo que tienen la savia de la salvación. No las soltéis y no olvidéis llevarlas cada año después de misa a vuestras casas. Ponedle el lacito que más os guste, pero amarradla bien fuerte: tiene que durar todo un año”.
Desde ese instante del pregón, Marchena entera se vio montada en ese pollino, como si cada palmo de calle fuera una nueva bienvenida al Hijo de Dios. Y en la voz de María resonó el gozo de quien ha aprendido que la infancia no es una etapa, sino un don espiritual. Porque cada vez que sale la Borriquita, los que fuimos niños volvemos a serlo.
Y así, con la paz como estandarte, María nos recordó que la Semana Santa no empieza el Domingo de Ramos. Empieza mucho antes, en las miradas limpias de los niños, en los altares de cartón, en la rama de olivo que tiembla al viento… Y en el corazón que se prepara, año tras año, para volver a decir: “Papá, venga, que sale la Borriquita”.
Hay imágenes que no necesitan música para conmover, ni lágrimas para hablar. Basta con su andar sereno. Así es la Virgen de la Palma en la voz y en el corazón de María Hurtado, que la evocó en su pregón con la reverencia de quien ha sentido su consuelo tras la estrechez de la vida. “Madre de la Palma, eres madre de los que viven en acción de gracias. Llénanos este bonito día de algarabía”, dijo, iniciando con una súplica jubilosa lo que muy pronto se convirtió en letanía de devoción.
La estrechez del cancel de su iglesia fue imagen del alma que se prepara para acoger lo inmenso. “Tras la estrechez, aparece la calma. Palma, después de tu salida el pueblo impaciente te espera. El cancel está abierto. Comienza la Semana Grande y con ella uno de los mensajes: Dios aprieta, pero no ahoga”. Y en esa imagen de puertas que se abren está el símbolo del alma que se ensancha, del pueblo que espera, del milagro que comienza.
María supo captar ese contraste entre el rostro sereno y la hondura del mensaje. “¿Qué hay en tu mirada, Palma? ¿Dónde escondes tus lágrimas?”, se preguntaba, y cada palabra parecía buscar cobijo entre los entrevarales de ese palio que, año tras año, vuelve a tejer la esperanza con hilo de oro. “Los entrevarales son como los barrotes de las ventanas: están hechos para asomarnos a verte”, dijo, con una sencillez estremecedora.
Cuando el alma se arrodilla y el cuerpo detiene su prisa, es porque el Señor de la Humildad ha pasado. María Hurtado, en su pregón de la Semana Santa de 2025, no solo recordó la escena; la vivió de nuevo con la emoción intacta y la convirtió en espejo de tantas vidas marcheneras.
“Señor de la Humildad, una escuela de paciencia nos das”. Una lección aprendida en silencio, en los días lentos, en las noches largas, en los hospitales y en las salas de espera, donde “tus fieles desesperan sentado, como tú, en la piedra dura de la vida intentando comprender su rumbo”.
El Señor de la Humildad se convierte así en compañero de viaje, en intercesor del que no tiene fuerzas, en consuelo del que no entiende. “Junto a ti visitéis los hospitales, la residencia, las salas de espera…”. El lenguaje se volvió íntimo, casi confidencial. El tono del pregón descendió al susurro, al tú a tú de quien habla con su Dios en lo más profundo del alma.
Pero no se detuvo ahí. María hiló esta devoción con otra tradición muy marchenera: la saeta. “Una escuela de saetas, esa en la que se enseña a orar con una entonación que nunca falla, la que se canta desde el alma, la que está orada desde la autenticidad y con un pregón de un ángel desde ese balcón que sagrado parece estar afinado de año en año”. La saeta no es aquí un adorno musical, sino una plegaria que se eleva como incienso desde los balcones al cielo.
Hablar del Señor de la Humildad, es hablar de una enseñanza sin estridencias, de un ejemplo que no necesita alarde, de una presencia que sana sin tocar. “Regresa a tu templo con tu centuria detrás y no dejes nuestras vidas nunca en el azar. Pues hágase según tu voluntad”, concluyó María, dejando la oración como última palabra, como única respuesta posible ante el misterio de un Dios que se detiene para mirar al hombre desde su mismo nivel.
Hay una esquina de Marchena donde cada primavera se mece una novicia entre naranjos y flores. La Virgen de los Dolores no camina sola: la acompañan los suspiros de generaciones que han buscado en su rostro el consuelo a penas antiguas y recientes. María Hurtado lo expresó con palabras suaves y estremecidas, con la devoción de quien sabe que el dolor, cuando se ofrece, también puede ser redentor. “En el barrio de Santa Clara hay una Virgen con una mirada infinita y suplicante hacia el firmamento”, dijo. Y con esa frase abrió la puerta de un convento que es también refugio del alma.
Ella está “con un pañuelo colgando que casi te lo da si se lo pides”. Esa imagen sencilla –una mano tendida, un paño dispuesto a secar lágrimas ajenas– resume siglos de devoción popular. “Está esperándonos para consolar esas lágrimas que seguro que hoy no saben a sal, pues ya se ha encargado ella de quitarles ese mineral”.
El peso del pueblo está en ese pañuelo. “¿Cómo podemos pedirte tanto?”, se preguntó la pregonera, con una humildad desarmante. “¿Qué cansada tienes que acabar cada Miércoles Santo? ¿Cuánto pesa ese pañuelo sobre el que has absorbido todos los dolores de tu pueblo?”. Es la maternidad espiritual llevada al extremo: una madre que recoge, que escucha, que carga con lo que los demás no pueden.
En esa noche silenciosa de primavera, María reconoció que “madre dolorosa, es normal que mires al cielo en busca de tu consuelo”, pero le pidió algo más: “Baja tu mirada, que tus hijos queremos quitar la daga que atraviesa tu corazón, esa que profetizó el viejo Simeón”.
Hay nombres que se pronuncian con ternura. Nombres que no pesan, que no hieren, que no exigen. El de Jesús, cuando es niño, se dice con la suavidad con la que se acaricia un recuerdo, con la delicadeza con la que se habla de la infancia. Así lo proclamó María Hurtado en su pregón, elevando al Dulce Nombre de Jesús a la altura de un símbolo universal de consuelo y fortaleza: “Dulce Nombre de Jesús, siento la incongruencia de tu pronombre: ¿cómo puede ser dulce el que sabe, con tan pronta edad, lo que le espera?”.
Y sin embargo, lo es. Porque en ese rostro de niño con mirada sabia se concentra la ternura de Dios encarnado. “Tu nombre es dulce, y eso se refleja en la miel de tus labios”, dijo María, evocando la imagen de un Jesús que no teme, que se ofrece, que se entrega desde su inocencia.
Hablar del Dulce Nombre es hablar del primer asombro, del descubrimiento infantil de lo sagrado. “Aún recuerdo cómo te miraba de niña a niño”, confesó la pregonera. “Me fijaba en la pequeña crucecita de plata, la misma que después en madera yo portaría el Viernes Santo por las mismas calles que tú habías pisado”. Esa coincidencia entre la mirada del pasado y la vivencia del presente unió en una sola emoción a la niña que fue y a la mujer que ahora pregonaba.
María comprendió la paradoja de este Niño-Dios, que a pesar de su aparente fragilidad “tiene una mente de un diamante irrompible hacia el amor más puro y brillante que existe: el amor de Dios”. En esa contradicción entre niñez y divinidad, entre dulzura y sufrimiento, reside la grandeza de su imagen, y así lo expresó con una ternura que emocionó a todo el templo: “No llores, Dulce Nombre de Jesús, que todos los niños y niñas de tu pueblo te están mirando, te están ayudando”.
Y con un gesto de esperanza, selló el legado de generaciones: “Hoy los costaleros que te llevan son los mismos niños ya hechos hombres, y con la ayuda de tus ángeles, a pulso te elevarán al mismo cielo”.
Desde lo alto de una azotea, en un rincón que roza el cielo, una niña lanzaba su primera petalá sin saber que estaba sembrando una devoción que años más tarde haría florecer con palabras. Así nacía el amor de María Hurtado por la Virgen de la Piedad. “Desde la azotea de Cayetano veía de pequeña la salida del Dulce Nombre y desde allí también le ofrecía una petalá a la Virgen de la Piedad”, confesó con voz de memoria emocionada.
No hay calle en Marchena más silenciosa que aquella por la que pasa la Virgen de la Piedad. No hay rincón más íntimo que su paso lento, medido, donde todo parece pararse para dejar que el pueblo respire su consuelo. “Si te mecen, déjate llevar, Piedad es nuestra manera de que puedas andar”, proclamó María, poniendo en boca del pueblo ese susurro que se convierte en plegaria cuando Ella aparece.
La oración siguió fluyendo, tejida como los bordados de su manto: “Si te levantan al cielo, déjate llevar, Piedad es la manera de hacerte volar”. Porque esta Virgen no solo camina, no solo llora: se eleva. La eleva su pueblo, que la sostiene con amor callado, la mece con ternura infinita. “Si te rezan en silencio, déjate llevar, Piedad es nuestra manera de tus penas quitar”.
El Jueves Santo en Marchena no comienza en el reloj, sino en el corazón de quienes esperan que se abra el portón franciscano. De allí sale cada año, envuelto en lirios morados y recogimiento, el Cristo de la Santa y Vera Cruz, llevando consigo la memoria de generaciones que han hecho de este paso una oración viva. María Hurtado, con la emoción serena que da el amor antiguo, abrió su evocación con una confesión sincera: “Cuando habla mi corazón de la Vera Cruz, habla de recuerdos, sobre todo aquellos que guardo con un cariño muy especial”.
En su niñez, María deseaba ser costalera, pero en aquellos años no se podía. Así que se conformaba “con ir a los ensayos y llevar la radio”, porque lo importante no era el rol, sino estar cerca del Señor que camina entre sombras y cal.
La Vera Cruz, para María, no es una cofradía más: es la cofradía de su familia materna los Bellidos. Ess casa el Jueves Santo se convertía en una casa hermandad, «donde las túnicas de mis primos estaban muy bien colgadas y planchadas en los muebles del salón de cada casa”.
“El Jueves Santo en Marchena todo parece transformarse”, proclamó la pregonera. “La noche se oscurece, el cielo comienza a eclipsarse ante tu inminente muerte. Se abre un portón en la capilla franciscana, donde en el cancel espera un nazareno que porta esa peculiar cruz de guía”.
En ese momento, Marchena se vuelve un templo al aire libre. “Suena cornetas y tambores y una rampa de madera sobre la que rachean suavemente con un poco de cuerpo a tierra”, y Él baja “camino del barrio más monumental, entre esquinas que se retuercen, muy padeciente, coronado de espinas y la sangre derramada”. La marcha no es música, es latido; la cera no es luz, es lágrima; y el paso no es madera, es altar: “Una elegante levantá a pulso siempre te eleva, esas trabajaderas sagradas que rachean suavemente y que rezan sin parar en una noche que parece que no tiene final”.
María describió el instante en que la silueta del Cristo se proyecta sobre las paredes blancas del barrio, como una aparición: “De repente, por las paredes encaladas previamente, una silueta se refleja del Señor que pasa por tu casa. Verte. ¡Cuánta elegancia hay en tu barrio! ¡Qué silencio tan solemne!”. Porque si algo distingue a la Vera Cruz es el recogimiento que envuelve su discurrir, la sobriedad que no necesita ornamento, el rezo callado que no exige respuesta.
Hay nombres que no se pronuncian, se respiran. Nombres que no hacen falta decir en voz alta porque ya viven en el corazón. Así es la Esperanza en Marchena: no necesita presentaciones ni alardes. Basta con mirarla para entender por qué su manto verde no es un color cualquiera. “Dicen que el color de la Esperanza no es un verde normal”, explicó María Hurtado. “A mí me recuerda al verde del mar”. Pero no a un mar en calma, sino al mar que lucha, al que no se rinde. “El mar revuelto, ese que arrastra toda la arena del fondo cuando rompe la ola, justo ese es el color”.
Así la sintió la pregonera desde niña. No como un símbolo decorativo, sino como una necesidad vital. “La Esperanza te tripula para poder navegar, allá en tu fondo más profundo que te arranca el alma sin avisar”. Y como quien se aferra a una tabla en mitad del naufragio, elevó su canto: “Cuando la mar esté revuelta, a cara a cara mírala: es la Esperanza la que te salva de la deriva en alta mar”.
Por eso, la Esperanza de Marchena no es simplemente bella. “No vas a ser bella, Esperanza, tienes que serlo por necesidad”. Porque cada mirada busca en Ella una respuesta, un consuelo, un sí o un no que cambie el rumbo de una vida. “Sino, ¿cómo te miramos esperando encontrar la respuesta a ese sí o a ese no que ansiamos escuchar?”.
En esa mezcla de ternura y fortaleza, María fue desgranando su oración íntima: “Bella es la Esperanza que de verde tiñes el mar cuando la ves pasar, va demostrando un no sé qué que te sacia cuando se va”. Porque verla no basta. Se necesita, se ansía, se espera. “Bella es la Esperanza que de verde tiñes el mar del que anhela encontrar los vaivenes de la vida que aparecen cuando no los sabemos tolerar”.
La pregonera describió con palabras sentidas esa conexión íntima entre la Virgen y su pueblo, donde cada uno lanza plegarias en silencio. “Miras para abajo, para nuestros ojos encontrar esas plegarias que te lanzamos y que en ti la respuesta está”. Y entonces se comprende que Ella, coronada y serena, no está solo para embellecer una calle, sino para sostener un alma. “Bella es la Esperanza, esa que porta alfajín de Capitán General y coronada está, la que navega sobre un palio estrellado hecho de terciopelo y plata, impregnada en nazar, y llevas más de 20 años siendo Reina de Marchena, de la cristiandad y de todo el mar”.
Hay imágenes que no se nombran sin estremecerse. Y en Marchena, si hay un nombre que agita las entrañas del pueblo entero, ese es el de Nuestro Padre Jesús Nazareno. El Señor que no se menciona, se reza; el que no se mira, se sigue; el que no se explica, se siente. Y eso hizo María Hurtado: sentir. “¿En serio? ¿No me lo puedo creer? ¿Y ahora qué hago?”, se preguntaba recordando el instante en que se encontró frente a Él, tras veinte años de espera en una lista “que parece ser eterna para ponerme por un instante frente a ti, cara a cara”.
Su voz, que tantas veces se quebró a lo largo del pregón, pareció quebrarse aún más cuando pronunció esas palabras: “Ese día no sabía si hablarte desde mi tristeza o desde el agradecimiento”. Porque el día que María se revistió de Verónica fue el mismo día en que su abuela Conchita se despidió de este mundo. Y no, no fue casualidad. “Tú decidiste que yo, vestida de Verónica, justo ese día ascendiera a ti”.
Aquella escena no fue solo un rito ni un sueño cumplido: fue un abrazo entre generaciones, un gesto de la Providencia. “Tu rostro yo limpiar o tú el mío. A mí no podía estar nerviosa ese día, solo quería hablar contigo y que me explicaras qué es lo que pasaría”. Y en ese diálogo íntimo entre nieta y Señor, entre túnica morada y paño blanco, se selló una alianza de vida entera.
“No vi a mi abuela desde el balcón viendo pasar a su nieta, sino que fui yo la que la acerqué a ti al balcón infinito del cielo”. Y en ese gesto, María comprendió algo esencial: que cuando Dios está por medio, no hay casualidades, solo misterios que se revelan con amor.
No es extraño que su camino nazareno lo viva como una misión. “Por eso camino descalza y de morado, desde San Miguel, cuando las puertas están de par en par, un Viernes Santo de madrugada, bajo un cielo estremecido de gargantas que se rompen a rezar”. Porque seguir a Jesús Nazareno no es solo vestir la túnica: es descalzarse del mundo, entregarse sin medida, fundirse en cada chicotá con el latido de su pueblo.
Con la emoción contenida de quien ha sentido esa madrugada en la piel, fue relatando cada recoveco del recorrido, cada paso que Él da por las calles de Marchena. “Bajo una luna llena primaveral, camino descalza y de morado, siguiendo una cruz de guía bajando de la Rabal”. Esas calles, que de día son barrio, en su paso se hacen santuario: Plazuela del Topo, calle Estudio, calle Sevilla, San Sebastián, Milagrosa, Santa Clara… “Calle Sevilla, que no sube, que reza por la paz bajo una palma merced y pilar”.
Y en ese discurrir lento, fatigado, arrastrando la cruz, María descubre que no solo camina Jesús. Camina el pueblo entero con Él, cada cual con su herida, cada cual con su fe. “Camino descalza y de morado hasta llegar al más sagrado altar del Monumento, donde está Jesucristo ya no muerto, sino vivo”. Porque Jesús no cae, se arrodilla. No se cansa, se entrega. “Tú que caminas, tú que no te paras, tú que no te cansas y el que nos miras cara a cara”.
Hay lágrimas que no se ven, pero que mojan por dentro. Lágrimas de sal y de silencio, de fe y de desahogo. Lágrimas como las de María Santísima de las Lágrimas, que no brotan solo de sus ojos tallados, sino de todos los que la miran. María Hurtado, con la emoción desbordada, se dirigió a Ella no como pregonera, sino como hija, como mujer, como madre, como alguien que un día descubrió que aquellas manos abiertas no solo recogían súplicas: también sostenían vidas.
“Virgen de las Lágrimas, tengo que pedirte perdón por haberte dado de lado durante tantos años”, confesó con humildad, reconociendo que sus miradas y sentimientos “se concentraban en tu Hijo primero”. Pero la vida, con su manera extraña de ponernos en nuestro sitio, hizo que fuese precisamente Ella quien la tomara de la mano en uno de los momentos más íntimos y reveladores. “Me pusieron junto a ti. Mejor dicho, en tus manos. Siempre abiertas se quedaron desde entonces, como hacen todas las madres”.
Ese instante, que quedó “fosilizado” en el corazón cofrade de la pregonera, ocurrió cuando estaba embarazada de su hijo Jorge. “Con uno de mis hijos en mi vientre pude acompañarte al son de la misma marcha que hoy aquí ha acontecido: Amarguras, Fondeanta”. La misma marcha que abría el pregón y que ahora regresaba para abrazar la memoria de aquella noche. “Lo admito: estaba algo triste de no poder hacer mi estación de penitencia ese año. Aunque lo intenté, me puse mi túnica, pero solo aguanté hasta pasar el arco”.
En su interior, una vida latía, y afuera, otra Vida —la de la Virgen— se desbordaba en compasión. “Qué mágicos son los momentos”, dijo, cuando, “a la voz de un Jorge costalero al mando de su capatá, daba voz a otro Jorge, el de mis adentros”. Porque no todas las lágrimas son de tristeza, y María supo reconocerlo: “También las hay de agradecerte, Virgen de las Lágrimas, que tu amargura se desvanece y la vida resurge al pasar y verte”.
De ese dolor hecho belleza brotó una descripción que conmovió a todo el templo: “Ahora, Madre, entiendo tu manto. Tu manto azul, de azul cobalto. No va a ser de otro color si está lleno de penas y de llanto”. Un manto que no cubre solo una imagen, sino que arropa a todo un pueblo. “Lo llenas tanto y tanto que es el océano de Marchena cada Viernes Santo”.
Y como ola tras ola, sus palabras se hicieron poesía. “Ahora, Madre, entiendo tu manto: de Nazarenos ahogados entre el dolor acumulado de los porrazos que la vida te golpea cuando menos estás preparado”. Ese manto, dijo, recoge las lágrimas de las madres que luchan en silencio, “de las que los vaivenes del día a día te consumen más todavía y esperan a verte para desahogar su agonía”.
Hay imágenes que parecen detenidas en el tiempo. Y otras que, aunque inertes, respiran. El Santísimo Cristo de San Pedro no camina, pero avanza en el alma de quien lo contempla. Así lo vio María Hurtado cuando, con la voz encogida, narró su primer reencuentro con Él al saber que sería pregonera: “¿Cómo no sentir ese dolor, Santísimo Cristo de San Pedro, al verte pasar a través de las calles estrechas, donde el silencio se rompe con el crujir de tu madera y el rachear del esparto sobre el suelo desgastado, al eco de tu ‘Miserere’ y entonaciones de quintas y sextas?”
En ese momento, lo esencial no fue hablar, sino ver. “La primera hermandad que fui a visitar fue esta”, confesó, “y ¿qué vi? Vi a ese Cristo que está allí, a lo lejos, en Santo Domingo, fundido en madera. Madera convertida en talla. Talla traducida a vida”. Porque en Marchena, el arte no es adorno, sino dogma: las imágenes respiran y sangran, y el Cristo de San Pedro es prueba de ello.
Fue en una visita posterior cuando la pregonera se atrevió a mirarlo desde más cerca, desde abajo, desde sus pies. Y en ese ángulo inédito descubrió una dimensión hasta entonces desconocida: “Tuve el atrevimiento de acercarme y, desde ese ángulo, pude percatarme de algo que jamás vi en la tarde del Viernes Santo: la dureza que padeciste. Tus manos moradas, tus brazos estirados, tus piernas fatigadas, tus pies ensangrentados y tu rostro, Señor, desfigurado”.
No lo dijo con aspavientos, sino con la seriedad de quien ha tocado el dolor. “Parece que vives, aunque estás recién muerto”, sentenció. Porque en el Cristo de San Pedro no hay dulzura ni calma, sino el espanto contenido de una muerte real. Y eso fue lo que más conmovió a María: la crudeza.
Recordó, entonces, aquella última vez que Marchena lo vio por sus calles, en andas y sin dosel, y comprendió por qué sus hermanos quisieron bordarle un dosel de terciopelo que disimulara las heridas: “Tuvieron que mandar hacer tal reliquia para que se pudieran disimular tus lesiones, tu frialdad, tus traumatismos, tus llagas y esa mirada perdida en busca de consuelo”.
El dosel, entendido como refugio, no como adorno. “Todo, Señor, para salvar a tu pueblo”. Porque no hay ornamento más sagrado que el que envuelve el sufrimiento. María lo entendió y lo explicó con una claridad conmovedora: ese dosel no es sólo belleza, es compasión. Un escudo bordado frente al horror.
La noche del Viernes Santo no se apaga del todo mientras quede encendida la mirada de una madre. Y en Marchena, esa madre tiene un nombre: María Santísima de las Angustias. A Ella se dirigió María Hurtado con un susurro convertido en plegaria, con ese respeto que sólo se puede tener hacia quien lo ha perdido todo y, sin embargo, sigue en pie.
“Madre, aunque eres modelo y maestra de la fe, me ha costado enfrentarme a ti”, comenzó diciendo. No porque no la amara, sino porque representa aquello que a nadie le gusta atravesar: “Representas una de las advocaciones que menos queremos sentir en nuestras vidas: la angustia, el temor, el miedo, la desesperación”.
La pregonera imaginó su dolor no desde la distancia, sino como hija, como madre, como mujer. Y se preguntó con temblor en la voz: “¿Qué día tan largo tuviste que pasar? ¿Cuál fue el más duro? ¿Su condena? ¿Las burlas? ¿Ver cómo caminaba y caía con la cruz? ¿Ver cómo lo crucificaban? ¿O tenerlo de nuevo entre tus brazos ya sin vida?”
La escena es desgarradora. Y María no la suavizó, no la embelleció con palabras vacías. Fue al centro del abismo, al instante exacto en el que la Virgen recoge a su Hijo muerto. “Ya no hay mayor espanto, pues llegó el instante. La palabra está cumplida. La muerte ha discurrido por las calles. Tu hijo, crucificado, ya sin dolor, esperando la salvación, su resurrección”.
Cada palabra fue tallada con lágrimas. “Madre, en esta noche teñida de luto, donde las calles de Marchena han intercambiado luces por sombras y el silencio se ha apoderado del murmullo, la cera de tus nazarenos va llorando por el suelo”. Esa cera que llora, como tú, como todos.
“Seis lágrimas de angustia resbalan por tu bello y blanquecino rostro, donde el sofoco del pánico que debiste sufrir le dan color a tu mejilla”, continuó, como quien ha sostenido la imagen entre las manos y ha sentido el temblor del alma. “Madre de negro y pálido corazón, aunque sintieras en tu garganta ese nudo que te hace callar, aunque sintieras en tu alma ese dolor que te ahoga aún más, aunque sintieras en tu corazón cien puñales al hincar… angustias más desamparadas quisieran los marcheneros quitar”.
El Sábado Santo en Marchena no es una noche de duelo, sino un umbral. Y ese umbral tiene forma de paso: el Santo Entierro, el “resumen del que todo lo consume”, como lo definió María Hurtado, con el corazón lleno y la voz hecha incienso. Porque tras la muerte, dijo, “es el poliedro perfecto, donde Cristo yacente, descendido de la cruz, triunfante, duerme por poco tiempo”.
No habló sólo del silencio ni de la solemnidad, sino del milagro tallado en madera. “Si hubiese sabido tu escultor, Jerónimo Hernández, que luego vendría un Guzmán Bejarano para dejarnos perplejos ante tan majestuosa obra, no se lo hubiese imaginado. Nada falta, Señor”. Y es que ese paso no es un paso: es un retablo andante que late con cada zancada.
Es un libro abierto, con capítulos de oro y lirios morados. “Es un retablo abierto que camina entre decorados con lirios pasionantes, que van haciendo justicia ante tu paso”. En sus esquinas, las cuatro esquinas del mundo: “¿Quién no ha mirado a sus esquinas, con sus evangelistas? A San Lucas, acompañado con la fuerza del toro. A San Marcos, con el poder del león. A San Juan, con el águila que todo lo divisa. O a San Mateo, con ese ángel que nos aguarda”.
Y allí, en el vértice de todo, en el centro geométrico de la fe, está Él: “Sí, porque en el vértice, en el extremo de tu poliedro, Señor, estás una vez más tú, transformado en polígono, para que podamos vivir a través de ti”. Un paso que, al avanzar, no pisa, sino que flota. “Da igual que subas a toda prisa con un izquierdo que rachea por el susurrar del paso del tiempo, ante un suelo desgastado y unas paredes que, si hablaran, Señor, quizás no seguirían en pie”.
Marchena no sólo lo contempla, lo acompaña. Y Él, a su vez, la guía en su ascenso hacia la esperanza. “Sigue subiendo hacia la mota más alta y atraviesa esa puerta medieval, esa que nos acerca más de ti, pues tu fe nos guía”.
Pero no va solo. Le siguen las que no fallan nunca. “Seguido de tus tres Marías: Salomé, Magdalena, María Cleofás, y la Verónica, que nos muestra tu Santa Faz”. Son ellas las custodias del silencio, las guardianas de ese cuerpo que duerme, pero que no ha muerto del todo.
Y María lo proclama con la certeza de quien lo ha sentido en carne viva: “Santo Entierro, que no te hemos enterrado. Que a tu sepulcro te hemos acompañado solo para que vuelvas a vivir, ahora sí, toda la eternidad”.
Cuando ya la Semana Santa declina, cuando las túnicas se guardan y el silencio vuelve a tomar las calles, una figura sigue en pie. Es la Virgen de la Soledad, coronada de estrellas, sostenida por la oración de un pueblo entero que, aunque la llama sola, nunca la deja sola.
Así la describió María Hurtado, con ese respeto que sólo se profesa a lo que es eterno. “Madre, eres modelo de amor, y das todo aunque te duela”, comenzó, en un tono de íntima veneración. “¿Cómo te llaman Soledad, con un pueblo que te corona y que sola no te deja estar?”
La contradicción de tu nombre no hace sino subrayar el consuelo que repartes. “Te llaman Soledad, pero en tu tiro te cobijan y no te dejan escapar. Te llaman Soledad, pero eres la madre de todos los marcheneros”, afirmó la pregonera, recogiendo ese anhelo callado que acompaña a tantos en la noche más honda del año.
Hay instantes que sólo Marchena entiende. Uno de ellos ocurre bajo tu palio, cuando los cirios titilan y las bambalinas tiemblan. María no lo dejó pasar: “¿Capatá, qué se siente cogiendo ese llamador de plata? ¿Dónde están puestas todas las plegarias de un pueblo? Saber que en ti está la voz que hace que los milagros se cumplan”.
No son versos, son verdades de fe. “Cuántos rezos de madre desconsolada hacia la madre de Marchena, Soledad Coronada”. Madres que encuentran en ti un espejo, un refugio, un bálsamo. Porque tú, aunque rota, sigues de pie. Porque tú, aunque te llamen Soledad, estás acompañada de todas las mujeres de Marchena: “baja, acordonada por mujeres que sola no te van a dejar, vestidas de manto y que no paran de rezar”.
Tu palio es más que orfebrería, es un cielo tangible. “Tu palio repleto de estrellas relucientes entre una palmera muy ducal que tiene siete hojas, una por cada hermandad”, dijo María, hilando historia, estética y símbolo en una sola imagen. “Tus bambalinas son lunas que se mecen sin parar, camino de ese sepulcro que vacío dicen que está”.
María nos lleva al instante último de tu tránsito por las calles, allí donde los adioses se pronuncian sin voz. “Soledad, abre un poco esas manos, déjalas de apretar, que desde mi ventana te lanzo una plegaria más. Recíbela: de cariño es igual de importante que las demás, pero esta tiene más peso. No, no es para mí. Es para quien tú ya sabes”.
Y en ese gesto final, en ese cerrar de manos, María Hurtado depositó el anhelo más profundo de todos: salud para quienes luchan. “No te olvides, Soledad, a por otro año de salud para los que están”. Porque si alguien puede guardar ese deseo, eres tú, que llevas siglos custodiando el dolor, la esperanza y la fe de Marchena.
“Cierra tus manos. El secreto dicho está. ¡Viva la Soledad Coronada! ¡Viva María sin pecado original!”. Con esa exclamación concluyó María su ofrenda, con el corazón en vilo y los ojos húmedos de quien ha comprendido que la Soledad no es ausencia, sino compañía fiel hasta el final.
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Actualidad
Mairena del Alcor inaugura la temporada de ferias en Andalucía con su 583ª edición
Published
32 mins agoon
23 abril, 2025
La localidad sevillana de Mairena del Alcor da el pistoletazo de salida a la temporada de ferias en Andalucía con la celebración de su Feria de Abril, que este año alcanza su 583ª edición. Declarada Fiesta de Interés Turístico de Andalucía, esta cita se desarrollará del 24 al 27 de abril y constituye, por historia y tradición, uno de los grandes hitos festivos de la comunidad andaluza.
La Feria de Mairena es mucho más que un evento lúdico: es un símbolo de identidad para todo un pueblo. “En estos días la villa se reconoce a sí misma”, sostienen los cronistas locales, y no es para menos. Escritores e investigadores como Washington Irving, Estébanez Calderón o Jorge Bonsor ya destacaron la importancia de esta celebración en sus escritos, dejando constancia de su alcance y valor patrimonial.
Una feria con raíces en el siglo XV
La historia de la Feria de Mairena se remonta al año 1441, cuando Juan II de Castilla concedió a Juan Ponce de León, señor de Mairena, la facultad de celebrar un mercado anual. El objetivo era estimular la repoblación del territorio mediante el abastecimiento de productos y la movilidad del ganado. Posteriormente, en 1757, una Real Provisión estableció las fechas definitivas de celebración, consolidándola como la primera feria del año en la Baja Andalucía y uno de los principales centros ganaderos del sur peninsular.
Un programa musical para todos los gustos
El Ayuntamiento ha preparado una intensa programación cultural en la Caseta Municipal, donde se darán cita grandes nombres del panorama musical andaluz, agrupaciones locales y artistas emergentes. La feria comenzará con actos previos el miércoles 23 de abril, incluyendo el tradicional almuerzo de mayores, la actuación del Coro La Molineta y el Canto de Exaltación a la Feria, a cargo de Jorge Pozas.
A partir del jueves 24, se sucederán las actuaciones de artistas como Raya Real, Grupo Arsé, Somos del Sur, La Húngara, Los del Guadalquivir, Nolasco, Los Cantores de Híspalis y Raúl Guillén, junto a academias de baile como la de Rosario Jiménez o el Estudio de Arte Flamenco Vanessa Montaño. La feria contará también con sesiones de DJs, que amenizarán la madrugada en un ambiente festivo y multigeneracional.
La feria en cifras
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Fecha de inicio: Jueves 24 de abril de 2025.
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Fecha de clausura: Domingo 27 de abril de 2025.
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Lugar: Recinto ferial y Caseta Municipal de Mairena del Alcor.
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Acceso: Gratuito.
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Artistas destacados: La Húngara, Nolasco, Somos del Sur, Los Cantores de Híspalis.
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Tradición: Feria fundada en 1441; declarada Fiesta de Interés Turístico de Andalucía.
Una fiesta viva y en expansión
La Feria de Mairena del Alcor continúa evolucionando sin perder sus raíces. Su carácter temprano, su conexión con la historia ganadera de la región y su fuerza cultural la convierten en una cita imprescindible del calendario festivo andaluz. A lo largo de sus siglos de vida, ha sabido mantenerse como un espacio de encuentro, memoria y celebración, donde el pasado y el presente bailan juntos al compás de sevillanas.
Este 2025, Mairena vuelve a mostrar por qué su feria es pionera, no solo por ser la primera en el calendario, sino por su capacidad para emocionar, unir y perdurar.
Actualidad
La Gloria tras la Pasión: Comienza la Temporada de Romerías en la Andalucía
Published
1 hora agoon
23 abril, 2025
La primavera andaluza da paso a una de sus manifestaciones más auténticas y esperadas: las romerías. Tras la introspección y recogimiento de la Semana Santa, llega el momento de celebrar, de reencontrarse con el campo y con la comunidad, de revivir tradiciones centenarias que aún laten con fuerza. En el corazón de la Andalucía Occidental, las provincias de Huelva, Cádiz y Sevilla se preparan para un fin de semana (del 25 al 27 de abril de 2025) repleto de fervor, caminos polvorientos, carretas engalanadas y la devoción hecha fiesta.
Romería de San Marcos en Casariche
El 25 de abril de 2025 en la Sierra de El Puntal del Sur, de Casariche se celebra romería e San Marcos, organizada por la Hermandad Romera de Casariche, parte desde la parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación y recorre aproximadamente 10 km hasta la ermita situada en la sierra. Decenas de carrozas engalanadas y cientos de romeros acompañan la imagen de San Marcos en un ambiente festivo que incluye música, gastronomía y actividades tradicionales.
También hay Romería de San Marcos en El Saucejo y Herrera.
Calañas (Huelva): Sotiel Coronada, una romería de raíces profundas
Desde el 21 de abril hasta el 3 de mayo, Calañas celebra la Romería de Sotiel Coronada, una de las más significativas de la provincia. El domingo 27 de abril tendrá lugar la función principal: una misa solemne con el Coro de Calañas, la procesión de la Virgen y la subasta del clavel, una costumbre local cargada de simbolismo. Esta romería destaca por la «traída» de la Virgen desde su ermita hasta el pueblo, acompañada por costaleros y la figura de la «galana». La danza de los Seises, los cantos, el rosco de Pascua y la Solemne Novena completan una festividad viva y participativa, que ha sabido mantener su esencia con el paso del tiempo.
Los Barrios (Cádiz): San Isidro en los Alcornocales, fe y naturaleza
La Romería de San Isidro Labrador en Los Barrios se celebrará los días 26 y 27 de abril. El sábado, los romeros partirán en una espectacular comitiva de carretas hacia «La Montera del Torero», en el Parque Natural de Los Alcornocales. Allí, tras una noche de convivencia, tendrá lugar la misa campestre y el regreso al municipio el domingo por la tarde. Esta romería combina espiritualidad, disfrute del entorno y un fuerte sentimiento de identidad local. La parada en la «Venta del Frenazo» y la organización del transporte reflejan el compromiso del Ayuntamiento con una tradición que sigue convocando a cientos de vecinos.
Ubrique (Cádiz): un día de encuentro en honor a San Isidro
El sábado 26 de abril, Ubrique vivirá su particular homenaje a San Isidro con una romería que parte a las 9:30 de la mañana desde el Parque Rafael Alberti hasta el Parque Periurbano del Trasvase. La jornada estará marcada por el ambiente festivo, la música, el baile, la comida compartida y los carros decorados con esmero. Esta romería destaca por su carácter cercano, su duración de un solo día y el protagonismo que adquiere la estética popular, impulsada por subvenciones municipales para la decoración de carretas.
Actualidad
Arahal celebra la Elección de la Reina del Verdeo 2025 con la voz única de Álex Ortiz
Published
2 horas agoon
23 abril, 2025
Arahal vuelve a vestir sus mejores galas para celebrar uno de sus actos más esperados: la Elección de la Reina del Verdeo 2025, que tendrá lugar el próximo sábado 26 de abril. Este evento, que aúna elegancia, tradición y cultura local, contará este año con un invitado muy especial: el cantante sevillano Álex Ortiz, reconocido por su versatilidad y su profunda conexión con las raíces musicales andaluzas.
Con una trayectoria consolidada y una discografía que abarca desde el pop melódico hasta los ecos más flamencos, Álex Ortiz ha sabido ganarse un lugar en el panorama musical nacional. Su capacidad para emocionar con la saeta, género que domina con maestría, promete ser uno de los momentos más intensos de la noche. En el escenario de Arahal, desplegará parte de su repertorio en una actuación que combinará sentimiento, fuerza y autenticidad.
Las entradas estarán disponibles a partir del martes 22 de abril, y podrán adquirirse de forma presencial en la Casa de la Cultura o a través de la página web del Teatro de Arahal:
👉 www.teatro.arahal.org
Actualidad
Osuna calienta motores para su Feria con un desfile de moda flamenca y un cartel taurino de altura
Published
2 horas agoon
23 abril, 2025
Osuna se prepara para vivir con intensidad su Feria de Mayo 2025, y lo hace con una combinación de tradición, arte y cultura. Hoy miércoles 23 de abril, la calle Sevilla se convertirá en una pasarela viva con la tercera edición de Flamenca Osuna Design (FOD_25), un evento que une moda, arte y raíces flamencas bajo el lema «Diseño Emergente». Organizado por la Escuela Superior de Enseñanzas Artísticas de Osuna (ESEA) con la colaboración del Ayuntamiento, FOD_25 es ya una cita imprescindible para descubrir el talento joven del diseño andaluz.
La feria continúa su preámbulo con un plato fuerte: el sábado 3 de mayo, el Teatro Municipal Álvarez Quintero acogerá el espectáculo «Por el Tango» de Martirio y Raúl Rodríguez. Un viaje musical que conecta Andalucía y América en una simbiosis única entre voz, guitarra y alma. Las entradas están a la venta en la Casa de la Cultura, la Oficina de Turismo, el Teatro o a través de la web osunacultura.sacatuentrada.es.
Y como no podía faltar en la feria de una de las plazas más señeras de Andalucía, la Plaza de Toros de Osuna acogerá dos grandes festejos taurinos. Sábado 17 de mayo, Corrida de toros con reses de Julio de la Puerta, para un cartel de lujo Miguel Ángel Perera, Alejandro Talavante y Cayetano. Domingo 18 de mayo, Corrida de rejones con toros de Benítez Cubero, protagonizada por Andy Cartagena, Guillermo Hermoso de Mendoza y Sebastián Fernández.
Ambos festejos comenzarán a las 19:00 h. La renovación de abonos tendrá lugar del 30 de abril al 3 de mayo. Las entradas sueltas estarán disponibles desde el 5 de mayo en la taquilla de la plaza y en la web espectaculoscarmelogarcia.com, además del teléfono 627 696 754.
Actualidad
La Feria de Paradas 2025, brillará desde el 30 de Abril al 4 de Mayo
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3 horas agoon
23 abril, 2025
La Feria de Mayo de Paradas ya tiene fecha y promete ser uno de los grandes encuentros festivos de la comarca. El programa oficial de la Caseta Municipal, que se desarrollará del miércoles 30 de abril al domingo 4 de mayo de 2025, está repleto de actuaciones musicales, espectáculos de baile y homenajes a la tradición local.
El acto inaugural comenzará el miércoles 30 de abril a las 19:30 h con el XXV Pregón de la Feria de Mayo, a cargo de Vanessa Gómez Avécilla, periodista y comunicadora muy querida en el municipio. La presentación estará conducida por Evelyn Morilla Montero, en el Aula Municipal de Cultura «La Comarcal». A las 22:00 h se procederá al tradicional encendido del alumbrado, seguido por la actuación del Trío Fantasía a las 22:30 h.
El jueves 1 de mayo comenzará con la Copa de la 3ª Edad, que incluirá un recital de copla a las 13:30 h de la mano de Ana González, acompañada al piano por Francisco Carmona. Por la tarde, a las 19:00 h, la Academia de Baile Eli Parrilla ofrecerá su espectáculo, y de nuevo el Trío Fantasía pondrá música a la noche a partir de las 22:30 h.
El viernes 2 será el turno de la conocida artista La Húngara, que subirá al escenario a las 22:00 h. A continuación, volverá a sonar el Trío Fantasía, ya convertido en la banda sonora oficial de estas fiestas.
El sábado 3 de mayo será una jornada para todos los públicos: comenzará a las 16:00 h con el grupo Salmarina, continuará con una actuación infantil a las 19:00 h, y a las 22:00 h llegará el espectáculo El Regreso de la Década, con versiones inolvidables que prometen animar a toda la caseta. Como es costumbre, el Trío Fantasía cerrará la noche desde las 23:30 h.
El domingo 4 de mayo tendrá lugar uno de los momentos más emotivos: a las 16:00 h, Jonathan Santiago y Manuel Berraquero ofrecerán el espectáculo “La Sevillana y la Copla”, seguido a las 22:00 h por la entrega de trofeos de la Feria. El Trío Fantasía actuará una vez más a las 23:00 h, y la feria se despedirá por todo lo alto a la 1:00 h con un espectáculo de fuegos artificiales.
Actualidad
La calle del Moral, y el pasaje de Capuchinos, una parte olvidada de nuestra historia
Published
3 horas agoon
23 abril, 2025
En Febrero de 2021 se ejecutaron labores de limpieza, toma de catas y documentación de estructuras, trabajos previos que servirán para redactar el proyecto de intervención de la Fase 2 de recuperación de la Muralla del Palacio Ducal, en los alrededores de la calle Del Moral, una calle olvidada en pleno barrio de San Juan. En estos trabajos se documentó el antiguo pasaje de Capuchinos que conectaba la calle doctor diego Sánchez a través de a calle del Moral con los jardines y huerts del palacio pasando por debajo de las ruinas del convento capuchino, fundado en 1650 por el IV Duque Rodrigo Ponce, virrey en Nápoles.
Ubicación del Pasaje de Capuchinos. Antes de existir el convento de Capuchinos se llamó Calle del Moral.
Así era el sabat, el pasadizo elevado de origen islámico, que unía Santa María con el Palacio
LA CALLE DEL MORAL
En la calle Del Moral que lleva muchos años sin tener acceso público, había casas cedidas por el Duque a hermandades como la Veracruz y Animas de San Juan (hoy fusionadas) aunque el mayor propietario de la zona era el Conventos de San Francisco y en menor medida Santo Domingo. Sus casas se tomaron para construir el convento de Capuchinos.
Rodrigo Ponce de León en 1649 escapó de milagro a la rebelión de Massaniello siendo Virrey de Nápoles (1647).
Por temor a las clases populares compró las casas de la barriada Puerta Ecija que lindaban con el Palacio para eliminarlas y construir en parte del solar resultante el Convento y Huerta de Capuchinos sobre solares de las casas de la calle Del Moral y otras en 1650.
Una de estas casas, la sexta era de María de la Cruz, «que paga a la cofradía de la Vera Cruz 30 reales y al convento de san Pedro, 9” casa valorada en 660 reales. Vicente Baeza, lacayo del Duque, pagaba anualmente diez reales y un cuartillo al convento de San Francisco por unas casas en la calle del Moral por escritura otorgada ante el escribano Francisco Xuares.
Lindaba la casa del convento de San Francisco con otra de Maria Pérez y otra de la Cofradía de la Veracruz «por escritura de venta ante Diego Núñez, escribano público que fue de esta villa en 1599.
La barriada perdida en Marchena tras la rebelión de Nápoles contra el Duque de Arcos
El 21 de enero de 1620 Luis Guillermo de Fuentes, escribano de cámara del Duque de Arcos y «rector que soy de la Cofradia de Animas del Purgatorio de la iglesia de San Juan» redime las rentas de unas casas propiedad de dicha cofradía en la calle del Moral, a Diego Garcia de Montemayor y Maria Alfonso su mujer.
En la desaparecida calle Del Moral había casas cedidas por el Duque a hermandades como la Veracruz y Animas de San Juan (hoy fusionadas) aunque el mayor propietario de la zona era el Conventos de San Francisco y en menor medida Santo Domingo. Sus casas se tomaron para construir el convento de Capuchinos.
El juego de pelota que estuvo en el Palacio Ducal desde 1541
Una de estas casas, la sexta era de María de la Cruz, «que paga a la cofradía de la Vera Cruz 30 reales y al convento de san Pedro, 9” casa valorada en 660 reales.
La casa de Maria de la Cruz tenía dos rentas una del convento de San Pedro Mártir, de 156 reales, «por un codilicio de Gregorio de Angulo, ante Luis de Utrera de 18 de Noviembre de 1593», y otra renta principal que iba a la Cofradía de la Veracruz por la casa que tenía arrendada a María de la Cruz y que fue a parar a Pedro González Bayón.
Vicente Baeza, lacayo del Duque, pagaba anualmente diez reales y un cuartillo al convento de San Francisco por unas casas en la calle del Moral por escritura otorgada ante el escribano Francisco Xuares.
Lo que queda del Palacio Ducal de Marchena según excavaciones arqueológicas
Lindaba la casa del convento de San Francisco con otra de Maria Pérez y otra de la Cofradía de la Veracruz «por escritura de venta ante Diego Núñez, escribano público que fue de esta villa en 1599, sobre la cual se cargan anualmente dos reales y un cuartillo, que se pagan anualmente al convento de San Francisco» por la Festividad de Todos los Santos «de la limosna de dos misas rezadas por el alma de Catalina Gutiérrez».
El 21 de enero de 1620 Luis Guillermo de Fuentes, escribano de cámara del Duque de Arcos y «rector que soy de la Cofradia de Animas del Purgatorio de la iglesia de San Juan» redime las rentas de unas casas propiedad de dicha cofradía en la calle del Moral, a Diego Garcia de Montemayor y Maria Alfonso su mujer.
GALERIA: Exposición de las joyas del Palacio Ducal en el convento de Santa María
FUENTES:
-“Memoria del dinero que es menester para la redención de los censos de las capellanías y cofradías de la santa Veracruz y Änimas de de San Juan y misas de los Vice Beneficiados”. Archivo Histórico de la Nobleza,OSUNA,C.171,D.268-285.
-«Documentación relativa a la fundación y patronazgo, por parte de los duques de Arcos, del Convento de Capuchinas de la orden de San Francisco, situado extramuros de la villa de Marchena (Sevilla).» Archivo: Archivo Histórico de la Nobleza. Signatura: OSUNA,C.171,D.214-229).
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