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Miriam Méndez: El piano hecho duende
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1 mes agoon

La noche en Sevilla tiene un ritmo propio, un latido que se confunde con el repiqueteo de los tacones y el susurro de un quejío lejano. En un club clandestino, de esos donde la música se convierte en rito, una silueta se acerca al piano. Con un gesto elegante, Miriam Méndez desliza las manos sobre las teclas como si les estuviera contando un secreto. En un instante, el aire se espesa y el flamenco se vuelve sonido, tiempo y alma.
Niña prodigio: la música antes de la palabra
Dicen que tocaba antes de hablar. Su madre, pianista y profesora de música en Sevilla, le enseñó a vivir entre teclas y partituras, pero Miriam no necesitó traducciones. Con apenas un año, ya jugaba con el piano como otros niños con sus muñecos. Pero lo suyo no era solo un juego, era destino.
Desde pequeña, la exhibieron como a una joya. Con dos o tres años, ya componía sus propias melodías, y a los cinco, interpretaba piezas con una precisión que asombraba a cualquiera. Sin embargo, la genialidad tiene su precio. «Sentía que me exhibían, que si tocaba me amaban y si no, desaparecía», recuerda. Así que, con ocho años, lo dejó. Durante un tiempo, se refugió en la música negra, en el jazz, en los ritmos de Donny Hathaway o Stevie Wonder. Pero la llamada del piano era más fuerte. Y cuando la dejaron en paz, volvió por voluntad propia.
La rebeldía de un talento incontenible
A los once años, dejó boquiabiertos a los profesores del conservatorio cuando tocó un estudio de Chopin de oído. «Hicieron así, pum, se echaron para atrás», cuenta riendo. No tardaron en meterla en el circuito académico, donde avanzó a pasos agigantados. Pero a Miriam nunca le gustó que le dijeran qué hacer. Se saltó los programas, se adelantó a las normas, y a los 17 años ya estaba terminando la carrera de piano con un virtuosismo que desafiaba cualquier encasillamiento.
Un día, en una prestigiosa masterclass en Barcelona, se encontró con el lado más oscuro de la enseñanza musical. Un maestro ruso, heredero del brutal método soviético, gritaba, golpeaba las mesas y humillaba a los alumnos. Cuando le tocó el turno, Miriam aguantó unos minutos. Después, se giró al traductor y le dijo: «Dile que si me vuelve a gritar, le pego un berrido gitano que le retumban los oídos para toda la vida». La clase entera se quedó muda. El maestro también. Al final de la sesión, el ruso la llamó aparte y le ofreció una beca en Moscú. Miriam lo miró y dijo: «Next».
Del virtuosismo a la esencia: el flamenco y la búsqueda del alma
Su amor por la música la llevó a Bélgica, donde se sumergió en la obra de Bach. «Quería ir a la fuente, a la esencia, a la armonía universal», dice. Pero algo la llamaba de vuelta. Había crecido entre la Semana Santa de Sevilla, la imaginería, los olores a incienso y el lamento de la saeta. Y en algún momento entendió que su camino estaba ahí, en la sangre.
Miriam Méndez no toca flamenco, lo transforma. No lo imita, lo reinventa. Su piano no solo hace compás, sino que lo respira, lo lleva en el ADN. En su música, el virtuosismo clásico se encuentra con la intuición flamenca, el rigor académico con la improvisación gitana. «El flamenco es la música que más entiende el compás y el silencio. Y en el silencio está la verdad».
Un arte sin concesiones
Miriam es una artista inclasificable, y eso asusta. «Los músicos somos libres, o deberíamos serlo», dice con firmeza. La industria musical, las discográficas, las plataformas de streaming, todo le parece una maquinaria diseñada para producir artistas prefabricados. Ella ha peleado cada contrato, ha roto con quienes querían encasillarla y ha aprendido a manejar su carrera con la misma rebeldía con la que desafió al maestro ruso.
Cuando se le pregunta por la vida, responde con la intensidad de quien la ha vivido al límite. «Mañana no existe. La vida es ahora», dice, recordando las palabras de Manuel Molina. Y bajo las luces tenues de este club imaginario, con el humo en espirales y el rumor de una ciudad que nunca duerme, vuelve a posar los dedos sobre el piano. Suena el duende. Suena Miriam.
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Actualidad
Marchena vive un Sábado Santo histórico arropando a la Soledad Coronada bajo un cielo radiante
Published
2 mins agoon
20 abril, 2025
La Semana Santa de Marchena 2025 quedará grabada en la memoria colectiva por el esplendor vivido este Sábado Santo, con la Hermandad del Santo Entierro llenando las calles de fervor y emoción. La procesión, que partió de la iglesia de Santa María con el Triunfo de la Santa Cruz, el Santo Entierro de Cristo y Nuestra Señora y Madre de la Soledad Coronada, atrajo a numeroso público, tanto local como foráneo, gracias a la previsión de un tiempo favorable tras días de incertidumbre.
Desde primeras horas de la tarde, los alrededores de Santa María se vieron colmados de devotos expectantes. El paso de la Santa Cruz, el impecable trabajo de los costaleros en maniobras complicadas como el estrecho tiro de Santa María, y la solemnidad de las representaciones de las hermandades marcheneras, imprimieron un carácter único a la jornada.
La salida de la Soledad Coronada fue uno de los momentos más emotivos. Marchena revivió el esplendor de su coronación canónica, celebrada en septiembre de 2024, viendo a su Virgen lucir la corona enriquecida, en su primera estación de penitencia como Reina Coronada. La Banda de Música de la Cruz Roja de Sevilla acompañó con marchas solemnes, que pusieron música a momentos de profundo recogimiento, como el paso por la antigua cárcel o la revirá ante la Capilla de la Veracruz.
La salida procesional de Nuestra Señora y Madre de la Soledad Coronada en este Sábado Santo de 2025 ha tenido un sabor especial. Era la primera Semana Santa tras su histórica coronación canónica, celebrada el pasado 28 de septiembre de 2024, y la devoción marchenera se ha volcado aún más si cabe en torno a su Madre y Señora.
La Virgen presentó detalles que evocaban aquel día inolvidable: la corona enriquecida, símbolo de su realeza y del amor de su pueblo, brilló majestuosa bajo la luz del atardecer. En su pecho, el cordón del Consejo de Hermandades y los escudos de todas las hermandades de Marchena recordaban la unión de un pueblo entero bajo su manto.
En su saya, un pequeño broche en forma de estrella –añadido este año por los vestidores Óscar Torres y Juan Manuel Jurado– simbolizaba su título de Estrella de la Mañana, reafirmando su papel como guía espiritual para los marcheneros.
Destacó la participación de 1130 nazarenos, la gran cantidad de niños pequeños en los tramos de la cofradía y la importancia de seguir transmitiendo la fe y las tradiciones a las nuevas generaciones. La Hermandad, reforzada en número y en espíritu tras la coronación, dejó constancia del cariño y la devoción que le profesan sus hermanos y todo el pueblo.
Las bandas engrandecen el Sábado Santo de Marchena con un repertorio de altura
La música cofrade fue una de las grandes protagonistas del Sábado Santo marchenero, en una jornada en la que el Triunfo de la Santa Cruz, el Santo Entierro de Cristo y Nuestra Señora y Madre de la Soledad Coronada recorrieron las calles acompañados de algunas de las mejores formaciones musicales de la provincia.
La Banda de Cornetas y Tambores Nuestra Señora de la Merced, procedente de El Viso del Alcor, abrió la tarde acompañando al paso del Triunfo de la Santa Cruz. Su actuación, marcada por un sonido compacto y elegante, fue especialmente aplaudida durante momentos clave como la bajada de la escalinata interior de Santa María y el difícil paso por el tiro.
Por su parte, el Santo Entierro de Cristo contó con el acompañamiento de la Banda de Cornetas y Tambores Nuestro Padre Jesús Nazareno de Arahal, que dejó una profunda huella entre el público asistente. Su potencia sonora y el buen gusto en la interpretación de marchas como «Requiem», dedicada en la Capilla de la Veracruz al recordado capataz León Sala, emocionaron a los presentes. No pasó desapercibido el detalle de que numerosos marcheneros forman parte de esta agrupación, reforzando los lazos entre banda y hermandad.
La Banda del Nazareno de Arahal: sobriedad, potencia y elegancia al servicio del Santo Entierro
Definida por un estilo clásico, sobrio y elegante, la banda de Arahal destacó por su sonido limpio, grave y profundamente emotivo. Con un repertorio medido y tradicional, los músicos supieron conjugar la potencia de las cornetas con la finura en los solos, logrando en cada chicotá un diálogo respetuoso con el caminar del paso.
La actuación de la Banda de Cornetas y Tambores del Nazareno de Arahal en el Sábado Santo de Marchena no fue solo un acompañamiento musical: fue la consumación de una relación forjada a lo largo de los años entre la banda y el pueblo.
Más de una decena de sus componentes son marcheneros, y desde hace tiempo existía un deseo compartido: que esta formación acompañara al Santo Entierro de Cristo en su recorrido procesional. Un «amor platónico» que finalmente se hizo realidad en 2025, para emoción de músicos, costaleros y devotos.
Entre las marchas interpretadas, brilló con especial intensidad «Requiem», dedicada ante la Capilla de la Santa Veracruz en homenaje al recordado capataz marchenero Joaquin León Salas. El respeto al carácter fúnebre de la hermandad marcó toda su actuación, en la que sobresalieron compases serios, bien estructurados y cargados de sentimiento.
La apuesta de la Banda del Nazareno de Arahal por mantener una línea de fidelidad a la tradición y su capacidad para transmitir emociones a través de la música reafirmaron su merecido prestigio. Su participación en el Santo Entierro de Cristo de Marchena supuso, sin duda, uno de los momentos más destacados de la Semana Santa 2025.
La salida de Nuestra Señora y Madre de la Soledad Coronada fue acompañada por la magistral interpretación de la Banda de Música de la Cruz Roja de Sevilla. Esta formación volvió a demostrar su compenetración con la hermandad, ofreciendo un repertorio sobrio y emotivo en el que destacaron marchas clásicas como «Amarguras», interpretada al paso de la Virgen por el tiro de Santa María, y «La Madrugá», que envolvió de solemnidad la revirá hacia la calle San Francisco. Durante la procesión también sonó «Virgen del Valle», que subrayó el carácter dulce y majestuoso de la titular coronada.
El fenómeno musical fue tal que, en varios momentos de la tarde, las bandas acapararon la atención del público, con cientos de móviles grabando sus interpretaciones, una muestra de la fuerza que las formaciones cofrades han adquirido en la era de las redes sociales.
La elegancia de los pasos en el Sábado Santo de Marchena
El Sábado Santo de Marchena dejó una imagen imborrable: la suavidad en el andar de los pasos, especialmente el de Nuestra Señora y Madre de la Soledad Coronada, que avanzó como suspendida en el aire, regalando momentos de auténtica serenidad y belleza.
El caminar de los pasos fue una muestra de dominio, elegancia y sensibilidad. Cada chicotá se llevó con un compás suave, sin estridencias ni brusquedades, como si las cuadrillas hubiesen bordado en silencio el manto invisible de la solemnidad marchenera.
La bajada por el tiro de Santa María, los giros ajustados en Doctor Diego Sánchez y las revirás lentas hacia los cantillos fueron auténticas obras de arte, donde la destreza de los costaleros y la batuta firme pero templada de los capataces brillaron con luz propia.
En especial, la Virgen de la Soledad Coronada caminó con una majestad serena y contenida, transmitiendo una belleza que iba más allá de lo estético: un mensaje de fe, esperanza y amor a todo el pueblo. Su paso, acompasado por los sones delicados de la Banda de Música de la Cruz Roja, parecía mecerse al ritmo de un suspiro colectivo, haciendo vibrar el corazón de los fieles y dejando en cada esquina un destello de emoción.
Los capataces del Sábado Santo: el arte de llevar a Marchena sobre sus hombros
El Sábado Santo de Marchena volvió a poner en valor el papel fundamental de los capataces, verdaderos directores de orquesta que, con temple y sabiduría, condujeron a sus cuadrillas en una jornada memorable de serenidad y belleza.
Sergio Borquez fue el encargado de comandar el paso del Triunfo de la Santa Cruz, realizando maniobras tan delicadas como el descenso por el tiro de Santa María, donde el trabajo de su equipo brilló por la precisión y el cuidado en cada metro recorrido.
Al frente del Santo Entierro de Cristo estuvo Ramón Carmona, quien dejó momentos para el recuerdo, como la emotiva llamada dedicada a su padre desde las trabajaderas. Con su voz templada y su experiencia, guió a los costaleros por las estrechas calles marcheneras, logrando que el imponente paso del Señor se moviera con un compás firme y sobrecogedor.
En el paso de Nuestra Señora y Madre de la Soledad Coronada, el capataz Alberto López Carmona fue el encargado de transmitir, junto a su cuadrilla, esa imagen de dulzura, elegancia y recogimiento que marcó la noche. Cada revirá y cada chicotá de la Virgen fue una auténtica lección de cómo se puede caminar al son del corazón de un pueblo.
La interpretación de «Al verte marchar» por la Banda de Cornetas y Tambores del Nazareno de Arahal fue uno de los momentos más emotivos del Sábado Santo en Marchena.
Esta marcha, compuesta específicamente en honor al Santo Entierro de Cristo de Marchena, resonó en el recorrido como un lamento solemne, envolviendo de recogimiento y emoción cada rincón por donde pasaba el paso del Cristo Yacente.
La Vera Cruz se arrodilla ante el Santo Entierro: un gesto de fe y respeto en Marchena
Uno de los momentos más sobrecogedores del Sábado Santo marchenero se vivió a las puertas de la capilla de la Santa Vera Cruz, cuando el paso del Santo Entierro de Cristo llegó hasta su altura. Allí, los miembros de la junta de gobierno de la Vera Cruz y varios hermanos se arrodillaron al paso del Señor Yacente, en un gesto cargado de simbología y emoción.
La Misa de Resurrección: el corazón de la Pascua en Marchena
Mientras el Santo Entierro de Cristo recorría las calles de Marchena, en las parroquias se preparaba uno de los actos litúrgicos más significativos del año: la Misa de la Resurrección, celebrada a las doce de la noche en la tradicional Vigilia Pascual.
Esta celebración marca el paso de la muerte a la vida, de la oscuridad a la luz, simbolizando la Resurrección de Jesucristo, fundamento de la fe cristiana. La iglesia, inicialmente en penumbra, va llenándose de luz tras un rito cargado de profundo significado.
La quema de las palmas bendecidas en el Domingo de Ramos del año anterior representa el final de un ciclo litúrgico y la preparación de las cenizas que serán usadas en el Miércoles de Ceniza del próximo año, recordando así la fragilidad humana y el comienzo de una nueva vida en Cristo.
Tras esta quema simbólica, se procede al encendido del Cirio Pascual, una gran vela que simboliza a Cristo resucitado, «Luz del mundo».
Con el fuego nuevo, bendecido en la misma noche, se enciende el cirio en la entrada del templo, y su llama se va transmitiendo de mano en mano entre los fieles, iluminando la oscuridad de la iglesia.
Es el signo de que la luz de Cristo vence a las tinieblas del pecado y de la muerte, y de que su resurrección es compartida por todos los bautizados.
La Misa de Resurrección culmina así una Semana Santa de emociones y recoge el alma de los fieles en una celebración de alegría, esperanza y vida nueva.
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Luto en la tarde del Viernes Santo. Carácter y personalidad propia en el cortejo del Cristo de San Pedro
Published
1 día agoon
19 abril, 2025
La Semana Santa de Marchena volvió a vivir este Viernes Santo una jornada de gran emotividad con la salida procesional de la Archicofradía del Santísimo Sacramento, del Santísimo Cristo de San Pedro, María Santísima de las Angustias, Nuestra Señora del Rosario y San Juan Evangelista, desde la iglesia de Santo Domingo.
Durante la tarde el tiempo acompañó de forma excepcional, regalando un cielo despejado que permitió lucir con todo su esplendor a los pasos, y reunió a centenares de personas tanto en la plaza del Ayuntamiento como a lo largo del recorrido. La hermandad comenzó su estación de penitencia a las 8:30 de la tarde, destacando momentos emotivos como el difícil descenso de los pasos por las escalinatas del templo y las reverencias efectuadas frente a la capilla de la Santa Veracruz y el convento de San Andrés.
Aunque inicialmente el tiempo acompañó con un cielo despejado permitiendo lucir en todo su esplendor a los pasos y reunir a centenares de personas tanto en la plaza del Ayuntamiento como a lo largo del recorrido, la situación cambió repentinamente. Un inesperado aguacero sorprendió a la hermandad, obligando a adelantar el regreso al templo en torno a las once de la noche.
La salida de los pasos de la Archicofradía del Santísimo Cristo de San Pedro y María Santísima de las Angustias desde la iglesia de Santo Domingo en Marchena es especialmente complicada. El principal desafío reside en las grandes dimensiones de la cruz del Cristo de San Pedro y en la altura y peso del palio de la Virgen de las Angustias.
En primer lugar, la puerta del templo es estrecha y de poca altura, por lo que los costaleros deben realizar maniobras muy precisas para evitar que los pasos golpeen contra el cancel superior o los laterales. Por ello, el Cristo se presenta parcialmente «enterrado» en su canastilla, es decir, en posición más baja que la habitual, y se eleva lentamente una vez que ha superado la puerta.
Por otro lado, la iglesia cuenta con una escalinata de once peldaños que dificulta enormemente la maniobra, obligando a los costaleros a trabajar en perfecta sincronización y equilibrio, especialmente en el descenso, donde el peso del paso tiende a inclinarse peligrosamente hacia adelante.
La Virgen de las Angustias procesionó especialmente enjoyada, destacando una imponente corona de plata grandes pendientes con incrustaciones brillantes, así como broches y collares que adornaron delicadamente su pecho, enfatizando aún más la belleza y solemnidad de esta venerada imagen.
Este año, entre los estrenos destacó una nueva insignia dedicada al Papa Pío V, impulsor de la devoción al Rosario, así como la restauración del manto de María Santísima de las Angustias y la figura de San Juan Evangelista, obra de Enrique Gutiérrez Carrasquilla.
El acompañamiento musical corrió a cargo de la banda Villa de Marchena, que interpretó piezas clásicas como «Cristo de la Sangre», «Amarguras» y «Quinta Angustias», reforzando el carácter solemne y recogido del desfile.
La Hermandad del Cristo de San Pedro destaca especialmente por su acusada historia y su carácter propio dentro del cortejo penitencial. Su silueta, recortada contra la emblemática puerta de Morón, con el peculiar dosel del Cristo, símbolo inequívoco de majestuosidad, es ya una imagen icónica del Viernes Santo marchenero. Otras costumbres propias de esta hermandad, como llamar «régimen» a la vara del hermano mayor, que los capataces luzcan túnica en vez del habitual traje de chaqueta, o que los antiguos nazarenos procesionen abriendo el cortejo, tradición recientemente rescatada, otorgan a esta cofradía una identidad única. También destaca por conservar cruces de plata, alejándose de las cruces arbóreas, y por su palio de plata, presentes aún en tres hermandades de la localidad, reflejando una clara resistencia frente a los palios de tela bordada.
El origen del Santísimo Cristo de San Pedro de Marchena ha sido objeto de estudio y debate entre historiadores y expertos en arte sacro. Según investigaciones recientes, esta imagen podría haber sido realizada en un taller de Puebla de los Ángeles, México, durante el siglo XVI. Esta teoría se basa en similitudes estilísticas con otras obras procedentes de América y en la documentación de la época que refleja los vínculos entre Marchena y el Nuevo Mundo .Marchena Secreta
La conexión con el arte mexicano se refuerza al considerar la influencia de Fray Pedro de Gante, un franciscano que fundó en 1523 el Colegio de San José de los Naturales en Texcoco, México. Este colegio fue pionero en la enseñanza de artes y oficios a los indígenas, produciendo numerosas obras de arte sacro que posteriormente fueron enviadas a España .Marchena Secreta
Investigar a fondo esta posible conexión entre el Cristo de San Pedro y el arte mexicano permitiría desvelar aspectos poco conocidos de nuestro pasado, como las rutas de intercambio cultural y artístico entre España y América durante la época colonial. Además, contribuiría a valorar y preservar el patrimonio histórico y artístico de Marchena, destacando su papel en la difusión del arte sacro y en las relaciones transatlánticas del siglo XVI.
Actualidad
Marchena renovó su juramento de amor a su Señor en la mañana del Viernes Santo
Published
1 día agoon
18 abril, 2025
Marchena ha amanecido hoy teñida de fervor y recogimiento. A las seis en punto de la mañana, las puertas de San Miguel se abrían para dar paso a Nuestro Padre Jesús Nazareno, San Juan Evangelista y María Santísima de las Lágrimas, en una de las salidas procesionales más esperadas del año. Tras dos años de interrupciones por la lluvia, los marcheneros han vuelto a reencontrarse con su devoción más íntima.
En la plaza Alvarado, donde el Señor fue prendido. Ya en calle Carreras aparecen los nazarenos de túnica morada, los pasos portados con fuerza por sus cuadrillas, la centuria romana a pie y a caballo —única en Andalucía— y cientos de fieles que llenaban las calles. El aire fresco de la madrugada se impregnaba del inconfundible sonido de las cadenas arrastrándose por el empedrado.
A las diez en punto, la Plaza Ducal se convertía en escenario del tradicional Mandato, esa representación sacra que hunde sus raíces en el siglo XVII. El narrador, don Daniel Mariño Barragán, evocaba con solemne emoción: «La Iglesia Católica nos recuerda en esta mañana de Viernes Santo vida, milagro y pasión, muerte y resurrección de Jesús el hijo de Dios.»
Durante el Mandato, se desgranan en distintas fases los principales misterios de la Pasión: el prendimiento de Jesús. La sentencia resonó en la plaza como un eco atemporal: «En vista de su delito, mando con todo rigor que se lleve por las calles públicas de Jerusalén en medio de dos ladrones para su mayor afrenta y desprecio, llevando sobre sus hombros la cruz donde ha de morir.»
La procesión discurre luego por las calles Carreras, San Sebastián, Guillermo, Niño de Marchena, Las Torres, San Andrés y vuelta hacia San Miguel. A cada paso, una catequesis viviente: los cuadros de los nazarenos representaban escenas de la Pasión, acompañados de símbolos como el cáliz, las potencias o la corona de espinas.
La centuria romana, acompañada este año por nuevos integrantes a caballo, marcaba el ritmo solemne, mientras que el Señor de Marchena era portado con delicadeza por una cuadrilla que no dejaba de mirarlo a los ojos. «Es imposible mantenerle la mirada», confesaban emocionados los costaleros.
Entre las tradiciones más arraigadas, destacan las paradas del Señor ante las casas de enfermos o hermanos impedidos, recordando que la fe también camina hacia quienes más la necesitan.
El discípulo amado, San Juan Evangelista, avanzaba por San Sebastián al compás de la agrupación musical Carlos III de La Carlota, que estrenaba su acompañamiento este año, mientras que la Virgen de las Lágrimas envuelta en su palio de claveles rosa pálido, emocionaba a su paso por los Cantillos bajo los sones de la banda de música Amueci de Écija. La saeta brotaba espontánea desde los balcones, mientras los costaleros la mecen con mimo hasta llegar a la calle Sevilla, donde le ofrecieron una sentida petalada.
Esta mañana también ha tenido lugar un momento especialmente emotivo: bajo el manto de la Virgen de las Lágrimas se escondían dos pequeños costaleros de promesa, símbolo de un futuro que sigue latiendo.
El Mandato concluía con las palabras del narrador, llenando de emoción cada rincón de la plaza. «Jesús vuelve su mirada misericordiosa a este pueblo. Verás a tus hijos que nunca te abandonan y bendícenos, Jesús. Bendice a este pueblo de Marchena que con tanto fervor te acompaña.»
El Nazareno, centro de todas las miradas y devociones, recorrió las calles en medio de un sobrecogedor silencio, roto solo por el seco compás de los tambores roncos de la Centuria Romana. No hubo música tras Él: apenas el retumbar grave de los tambores, las cadenas de los penitentes y el murmullo rezado de un pueblo que, cada año, revive su Pasión entre respeto y fe.
María Santísima de las Lágrimas cerró la procesión envuelta en un repertorio clásico interpretado por la Banda de Música Amueci de Écija. Marchas como Coronación de la Macarena, Virgen del Valle y Amarguras acompañaron el lento avanzar del palio por las calles en flor. En la Plaza Ducal, Pasa la Virgen del Refugio puso música al amanecer marchenero, mientras frente al convento de las Mercedarias, una saeta espontánea elevó la emoción a su culmen.
Durante el acto del Mandato, en la Plaza Ducal, los sones se apagaron para dar paso a la representación solemne de la Pasión, en una ceremonia que conserva viva la huella barroca de la religiosidad marchenera.
La mañana avanzó entre incienso, oraciones y música, hasta que el sol de Viernes Santo iluminó la recogida de los pasos, dejando tras de sí un reguero de emociones que Marchena guarda cada año como un tesoro de su memoria y su alma.
Tal y como señaló la pregonera nazarena María Hurtado, en Marchena, si hay un nombre que agita las entrañas del pueblo entero, ese es el de Nuestro Padre Jesús Nazareno. El Señor que no se menciona, se reza; el que no se mira, se sigue; el que no se explica, se siente. Y eso hizo María Hurtado: sentir. “¿En serio? ¿No me lo puedo creer? ¿Y ahora qué hago?”, se preguntaba recordando el instante en que se encontró frente a Él, tras veinte años de espera en una lista “que parece ser eterna para ponerme por un instante frente a ti, cara a cara”.
Su voz, que tantas veces se quebró a lo largo del pregón, pareció quebrarse aún más cuando pronunció esas palabras: “Ese día no sabía si hablarte desde mi tristeza o desde el agradecimiento”. Porque el día que María se revistió de Verónica fue el mismo día en que su abuela Conchita se despidió de este mundo. Y no, no fue casualidad. “Tú decidiste que yo, vestida de Verónica, justo ese día ascendiera a ti”.
Aquella escena no fue solo un rito ni un sueño cumplido: fue un abrazo entre generaciones, un gesto de la Providencia. “Tu rostro yo limpiar o tú el mío. A mí no podía estar nerviosa ese día, solo quería hablar contigo y que me explicaras qué es lo que pasaría”. Y en ese diálogo íntimo entre nieta y Señor, entre túnica morada y paño blanco, se selló una alianza de vida entera.
“No vi a mi abuela desde el balcón viendo pasar a su nieta, sino que fui yo la que la acerqué a ti al balcón infinito del cielo”. Y en ese gesto, María comprendió algo esencial: que cuando Dios está por medio, no hay casualidades, solo misterios que se revelan con amor.
No es extraño que su camino nazareno lo viva como una misión. “Por eso camino descalza y de morado, desde San Miguel, cuando las puertas están de par en par, un Viernes Santo de madrugada, bajo un cielo estremecido de gargantas que se rompen a rezar”. Porque seguir a Jesús Nazareno no es solo vestir la túnica: es descalzarse del mundo, entregarse sin medida, fundirse en cada chicotá con el latido de su pueblo.
Con la emoción contenida de quien ha sentido esa madrugada en la piel, fue relatando cada recoveco del recorrido, cada paso que Él da por las calles de Marchena. “Bajo una luna llena primaveral, camino descalza y de morado, siguiendo una cruz de guía bajando de la Rabal”. Esas calles, que de día son barrio, en su paso se hacen santuario: Plazuela del Topo, calle Estudio, calle Sevilla, San Sebastián, Milagrosa, Santa Clara… “Calle Sevilla, que no sube, que reza por la paz bajo una palma merced y pilar”.
Y en ese discurrir lento, fatigado, arrastrando la cruz, María descubre que no solo camina Jesús. Camina el pueblo entero con Él, cada cual con su herida, cada cual con su fe. “Camino descalza y de morado hasta llegar al más sagrado altar del Monumento, donde está Jesucristo ya no muerto, sino vivo”. Porque Jesús no cae, se arrodilla. No se cansa, se entrega. “Tú que caminas, tú que no te paras, tú que no te cansas y el que nos miras cara a cara”.
Hay lágrimas que no se ven, pero que mojan por dentro. Lágrimas de sal y de silencio, de fe y de desahogo. Lágrimas como las de María Santísima de las Lágrimas, que no brotan solo de sus ojos tallados, sino de todos los que la miran. María Hurtado, con la emoción desbordada, se dirigió a Ella no como pregonera, sino como hija, como mujer, como madre, como alguien que un día descubrió que aquellas manos abiertas no solo recogían súplicas: también sostenían vidas.
“Virgen de las Lágrimas, tengo que pedirte perdón por haberte dado de lado durante tantos años”, confesó con humildad, reconociendo que sus miradas y sentimientos “se concentraban en tu Hijo primero”. Pero la vida, con su manera extraña de ponernos en nuestro sitio, hizo que fuese precisamente Ella quien la tomara de la mano en uno de los momentos más íntimos y reveladores. “Me pusieron junto a ti. Mejor dicho, en tus manos. Siempre abiertas se quedaron desde entonces, como hacen todas las madres”.
Ese instante, que quedó “fosilizado” en el corazón cofrade de la pregonera, ocurrió cuando estaba embarazada de su hijo Jorge. “Con uno de mis hijos en mi vientre pude acompañarte al son de la misma marcha que hoy aquí ha acontecido: Amarguras, Fondeanta”. La misma marcha que abría el pregón y que ahora regresaba para abrazar la memoria de aquella noche. “Lo admito: estaba algo triste de no poder hacer mi estación de penitencia ese año. Aunque lo intenté, me puse mi túnica, pero solo aguanté hasta pasar el arco”.
En su interior, una vida latía, y afuera, otra Vida —la de la Virgen— se desbordaba en compasión. “Qué mágicos son los momentos”, dijo, cuando, “a la voz de un Jorge costalero al mando de su capatá, daba voz a otro Jorge, el de mis adentros”. Porque no todas las lágrimas son de tristeza, y María supo reconocerlo: “También las hay de agradecerte, Virgen de las Lágrimas, que tu amargura se desvanece y la vida resurge al pasar y verte”.
De ese dolor hecho belleza brotó una descripción que conmovió a todo el templo: “Ahora, Madre, entiendo tu manto. Tu manto azul, de azul cobalto. No va a ser de otro color si está lleno de penas y de llanto”. Un manto que no cubre solo una imagen, sino que arropa a todo un pueblo. “Lo llenas tanto y tanto que es el océano de Marchena cada Viernes Santo”.
Y como ola tras ola, sus palabras se hicieron poesía. “Ahora, Madre, entiendo tu manto: de Nazarenos ahogados entre el dolor acumulado de los porrazos que la vida te golpea cuando menos estás preparado”. Ese manto, dijo, recoge las lágrimas de las madres que luchan en silencio, “de las que los vaivenes del día a día te consumen más todavía y esperan a verte para desahogar su agonía”.
Actualidad
El Dulce Nombre recupera su recorrido histórico y revitaliza el Jueves Santo de Marchena
Published
1 día agoon
18 abril, 2025
La Hermandad del Dulce Nombre brilló en el Jueves Santo de Marchena 2025, estrenando nuevo recorrido, nuevas sensaciones y consolidándose como una de las cofradías con más proyección. Con 665 personas entre nazarenos, capataces, costaleros, banda y guardia romana, la corporación demostró su fuerza y su compromiso con la tradición.
La Hermandad del Dulce Nombre de Jesús protagonizó uno de los momentos más significativos del Jueves Santo de 2025 en Marchena al recuperar su recorrido histórico, que le permitió visitar de nuevo la plaza de la Cárcel y la iglesia de San Juan, puntos emblemáticos de su pasado procesional. Los nazarenos, en un gesto de profunda devoción, entraron en el templo para realizar una oración ante el Monumento Eucarístico, reforzando así el carácter penitencial de su estación.
El objetivo de este cambio, además de devolver al cortejo la esencia de sus primeros tiempos —un trazado que había quedado en el olvido desde los años setenta—, fue imprimir un ritmo de paso más constante y evitar los parones prolongados que provocaban agotamiento entre costaleros y nazarenos. El esfuerzo por mantener un andar más fluido dio sus frutos: la hermandad cumplió estrictamente sus horarios y logró una estación de penitencia más llevadera y ordenada.
La organización fue supervisada al detalle. En el interior de la iglesia de San Juan, delegados del Consejo de Hermandades se encargaron de anotar los horarios de paso de cada corporación, garantizando que todo transcurriera según lo previsto. La efectividad del dispositivo quedó demostrada cuando, a la llegada de la Cruz de Guía de la Hermandad de la Vera Cruz a la plaza de San Juan, la Virgen de la Piedad acababa de pasar por la puerta del templo apenas quince minutos antes, cumpliéndose el ajuste horario con precisión.
A las siete en punto, las puertas de San Sebastián se abrieron para que la cruz de guía iniciara su caminar entre un público más numeroso que nunca. La salida fue ágil y poderosa. La Guardia Romana, con 26 hombres, desfiló con la solemnidad que caracteriza a esta hermandad, abriendo paso al Dulce Nombre de Jesús, acompañado magistralmente por la Agrupación Musical Dulce Nombre de Jesús, que hizo vibrar la plaza con marchas como «Padre Nuestro» y «Tu dulce rostro».
A la salida de la Hermandad del Dulce Nombre este Jueves Santo de 2025, la Agrupación Musical Dulce Nombre de Jesús interpretó «Padre Nuestro», en los primeros compases de la salida desde la parroquia de San Sebastián. «Tu dulce rostro», acompañando al Dulce Nombre de Jesús mientras se iba posicionando en la plaza. Además, en el recorrido inicial también sonaron otras marchas propias del repertorio de la agrupación, como «Cautivo» en los primeros metros de la salida.
Estas marchas marcaron un ritmo muy poderoso y solemne, que definió el andar del paso en este primer tramo del recorrido, caracterizado este año por un paso más ágil para adaptarse a su nuevo itinerario.
El nuevo capataz, Samuel González, dirigió con firmeza y sensibilidad un andar poderoso, «siempre de frente», que imprimió carácter a cada chicotá. Los costaleros, bajo las trabajaderas, dieron una lección de oficio en su primera salida completa tras el cambio de itinerario. El tramo de paveros, lleno de niños, simbolizó el futuro vivo de la hermandad.
María Santísima de la Piedad surcó las calles con su paso enriquecido de nuevo exorno floral: clavelinas, azahar, mini calas y hojas de romero, acompañada por la Banda de Música Villa de Marchena. El palio, con su estética romántica y sus candelabros restaurados, lució más impresionante que nunca.
Tras la salida, los momentos de máxima emotividad se vivieron en los saludos a la Humildad en la capilla de Santa Clara y la residencia de ancianos y la capilla de la Milagrosa, donde los costaleros levantaron a pulso a sus titulares para ofrecerles sendos homenajes. La hermandad mantuvo horarios estrictos, cumpliendo la promesa de un recorrido más fluido, acercándose a San Juan y ampliando su estación de penitencia.
La Virgen de la Piedad ha sorprendido este Jueves Santo de 2025 en Marchena con un cuidado exorno floral que reafirma la línea estética romántica que la Hermandad del Dulce Nombre viene impulsando en los últimos años. El paso de palio lució una composición íntegramente blanca, formada por clavelinas, solomios, azahar, mini calas y hojas de romero, que aportaban frescura y delicadeza a la imagen.
Destacó especialmente la innovadora disposición de la candelería: entre los cirios se integraban pequeños ramilletes de flores de cera, en un guiño a la estética decimonónica que evoca las antiguas fotografías de la Semana Santa andaluza. Los candelabros de tres y cinco luces, restaurados de la candelería histórica de la Virgen, también fueron revestidos de flores de cera, aportando unidad y elegancia al conjunto.
La corona de María Santísima de la Piedad fue enriquecida para esta estación de penitencia, presentando nuevos elementos enjollados que añadieron mayor movimiento y contraste visual entre el oro de la talla del paso y los toques de plata que salpicaban los remates de las tulipas y los atributos pasionistas.
La Hermandad culmina así un proyecto de varios años en los que ha apostado por recuperar la impronta romántica de finales del siglo XIX, reforzando la personalidad y el mensaje de su paso de palio, que este año, de nuevo, ha sido uno de los grandes protagonistas del Jueves Santo marchenero.
La Banda de Música Villa de Marchena volvió a poner su sello de elegancia y solemnidad en el acompañamiento musical de María Santísima de la Piedad durante el Jueves Santo de 2025. Desde su salida en la parroquia de San Sebastián, los sones de la formación marcaron el paso de un palio que este año volvió a apostar por la estética romántica y decimonónica.
La interpretación comenzó con el Himno Nacional, arriando el paso en la plaza del Dulce Nombre, como es tradición en el arranque de la estación de penitencia. A continuación, la banda ejecutó la marcha «Esperanza de Vida», aportando dulzura y emotividad en los primeros compases del recorrido.
Ya en su avance hacia la capilla de la Medalla Milagrosa, sonaron composiciones como «Aniversario Macareno» y «A ti, Padre», engrandeciendo momentos especialmente emotivos como el saludo a los residentes de la Asociación de la Medalla Milagrosa. Más adelante, en su caminar por la calle Niño de Marchena, resonó la marcha «Triana de Esperanza», ofreciendo un contraste vibrante que encajó a la perfección con el andar elegante y reposado del palio.
La Banda Villa de Marchena, que lleva cerca de 15 años acompañando a la Virgen de la Piedad, volvió a demostrar su excelente estado de forma, adaptándose a los compases de una hermandad que este año estrenaba itinerario más extenso y exigente. La conjunción entre capataces, cuadrilla y músicos consolidó uno de los momentos más bellos y esperados de la Semana Santa marchenera.
Actualidad
Cuando la Veracruz se dió cita con la Eternidad en la Plaza de San Juan
Published
2 días agoon
18 abril, 2025
La Hermandad de la Vera Cruz se dio cita con la eternidad en la plaza de San Juan en una noche perfecta, medida al detalle por los miembros del Consejo de Hermandades, quienes coordinaron con acierto todos los horarios previstos. Dentro de la iglesia de San Juan, varios consejeros controlaban los tiempos de paso para garantizar que todo discurriera según lo planeado.
La Semana Santa de Marchena volvió a regalar una noche para la memoria con la salida solemne de la Hermandad de la Vera-Cruz. A las diez en punto de la noche, el cerrojo de la Capilla de San Francisco anunciaba el comienzo de una de las estaciones de penitencia más sobrias y emotivas de la localidad. La noche, de temperatura plácida y sin amenaza de lluvia, favoreció el recogimiento que caracteriza a esta corporación.
Los capataces Jesús Díaz y Jesús Clavijo llevaron con maestría los pasos del Señor de la Santa Vera-Cruz y de María Santísima de la Esperanza Coronada, en una salida especialmente delicada tras las recientes obras de elevación de la calle San Francisco, que obligaron a extremar las medidas y ajustar los movimientos.
Entre las novedades más destacadas de este 2025, la Hermandad recuperó el acompañamiento musical de la Banda de Cornetas y Tambores María Santísima de la Palma tras varios años de ausencia, aportando su fuerza característica desde la salida». La Banda de Música de La Algaba acompañó al paso de palio de la Esperanza Coronada, que este año lució radiante, con la candelería totalmente encendida y un esmerado exorno floral a base de rosas y claveles blancos en forma de conos.
Otro de los momentos especiales fue el recuerdo a los hermanos difuntos durante la salida del paso de Cristo, donde los costaleros rezaron el Padre Nuestro bajo las trabajaderas, en un ambiente de absoluto recogimiento. La cruz de guía, con su característica leyenda «Toma tu cruz y sígueme», precedió un cortejo donde destacó el respeto del público, que aguardaba en silencio la salida de los pasos.
En el apartado de estrenos, la Virgen de la Esperanza Coronada estrenó una cruz pectoral donada por el Grupo Joven, obra del orfebre Manuel Casiano, inspirada en la cruz del titular cristífero. También se restauró la toca de sobremanto, reforzando el esplendor del paso de palio, que caminó elegante bajo su techo verde estrellado.
En su recorrido, la hermandad avanzó desde la Capilla de San Francisco hacia San Juan Bautista, para rendir estación de penitencia ante el Santísimo Sacramento. Allí, como es tradición, todos los nazarenos, costaleros y capataces accedieron al templo para adorar al Santísimo, en uno de los momentos más emotivos de la noche.
Una efeméride importante acompañaba este Jueves Santo: el 50 aniversario de la creación de la primera cuadrilla de hermanos costaleros en la Hermandad de la Vera-Cruz, bajo el mando histórico de Joaquín León Salas, cuyo recuerdo estuvo muy presente durante toda la noche.
El cortejo discurrió con agilidad, permitiendo un encuentro inédito: mientras la Virgen de la Esperanza Coronada avanzaba por la calle Coullaut Valera, para entrar en la Plaza de San Juan quince minutos después ldel paso por la puerta de San Juan de la cruz de guía del Dulce Nombre, hecho histórico en esta Semana Santa.
La Hermandad del Dulce Nombre comenzó su paso por la plaza de San Juan pasadas las diez de la noche. Sus nazarenos, en un esfuerzo común, aceleraron discretamente el andar desde Cristóbal de Morales, entrando por la puerta de San Juan que da a Padre Marchena, y saliendo por la puerta del Perdón hacia la plaza del Cardenal Spínola.
Todo se cumplió a la perfección. Sin incidencias ni alteraciones, la Hermandad de la Vera Cruz llegó a la plaza de San Juan en torno a las once de la noche, justo quince minutos después de que la Virgen de la Piedad pasara por dicha puerta de San Juan.
Con la aparición del Cristo de la Vera Cruz en la plaza, la Banda de La Palma interpretó dos marchas sublimes. La última de ellas, «Eternidad», dejó al Cristo de la Vera Cruz a las puertas de la iglesia de San Juan, envuelto en un aura de solemnidad y emoción. La interpretación de la marcha de Rosario de Cádiz elevó aún más la intensidad del momento, realzando la seriedad que la Hermandad de la Vera Cruz imprime a su paso por los añejos barrios de San Juan.
Con sus cuatro hachones encendidos y un andar majestuoso, el Cristo de la Vera Cruz parecía resucitar la arquitectura dormida de la plaza de San Juan, esa arquitectura sacra que, cada Jueves Santo, parece haber sido creada para acoger el misterio de la muerte y la redención.
La Banda de La Palma demostró estar en un espléndido momento de forma, destacando la labor de sus nuevos componentes, quienes están sabiendo renovar y dar frescura a la agrupación sin perder la esencia que la caracteriza. Una noche para la historia, una noche de eternidad.
Actualidad
Marchena revive su Miércoles Santo: humildad, emoción y fe bajo cielos grises
Published
3 días agoon
17 abril, 2025
La tarde del 16 de abril de 2025, Marchena volvió a encontrarse con su Miércoles Santo más esperado. A las puertas del convento de Santa Clara, la Hermandad de Nuestro Padre y Señor de la Humildad y Paciencia y Nuestra Señora de los Dolores escribió una nueva página de fe y tradición, ante la atenta mirada de un pueblo que no quiso faltar a su cita, ni siquiera cuando el cielo, cubierto de nubes caprichosas, amenazaba con aguar la jornada. Aunque en distintos puntos como en la salida, o en la calle San Sebsatián y San Andrés algunas gotas se dejaron caer timidamente, pero afortunadamente la cosa no fue a más y solo descargó un leve aguacero cuando la hermandad ya estaba entro del templo.
La jornada comenzó con esperanza y parecía prometer una tarde luminosa. Sin embargo, a media mañana, la inquietud se extendió entre los cofrades: nubes grises asomaron y el viento comenzó a soplar con más fuerza. Aun así, la Hermandad de la Humildad, optó por seguir adelante. Tal y como recordaban algunos veteranos, el Miercoles Santo tiene tradición de librarse de la lluvia.
Poco antes de las ocho de la tarde, el convento de Santa Clara hervía en emoción contenida cuando la Cruz de Guía, rompía en aplausos el silencio de la tarde marchenera. Era el primer paso: la cofradía se echaba a las calles.
El pasacalles de la centuria romana por las calles del centro, perfectamente ensayado y ordenado, precedió a uno de los momentos más esperados: la salida del Señor de la Humildad. Con la banda de la Agrupación Musical «Aroquia Martínez» de Jódar, Jaén marcando el compás de la emoción.
Francisco Núñez —el capataz— pidió a sus costaleros una «levantá» al cielo por la humildad que tanto necesita nuestro pueblo. El Señor fue mecido por sus hombres con fuerza, ternura y respeto, arrancando lágrimas entre los presentes.
La maniobra de salida, siempre ajustada en la estrechez de la iglesia de Santa Clara, fue superada con maestría. El Señor de la Humildad, custodiado por su centuria, avanzó decidido por la calle Santa Clara, mientras una leve llovizna jugueteaba entre las plumas de los romanos y los cirios encendidos. El aroma de incienso flotaba denso, mezclado con la incertidumbre del cielo y la certeza del corazón.
Minutos más tarde, en el interior de Santa Clara, la Virgen de los Dolores se preparaba para su difícil salida de rodillas. David Romero, celebrando sus 25 años como capataz, emocionó a sus costaleros con palabras de agradecimiento y ánimo. Con un esfuerzo sobrehumano, la Reina de Santa Clara atravesó las puertas y fue alzada al cielo de Marchena entre aplausos y lágrimas.
El manto restaurado de la Virgen, su corazón traspasado por los siete dolores y su candelería brillante, dejaron una estampa inolvidable mientras el paso avanzaba elegante por Santa Clara arriba, acompañado por las notas delicadas de la Banda de Música del Liceo de Sevilla. Sonaban marchas inéditas y profundas, como «Regina Mater Dolorosa» de Francisco Javier Guisado, un estreno especialmente sentido tras dos años de espera.
La estación de penitencia continuó con paso ágil y sereno. El Señor de la Humildad ejecutó una revirá majestuosa en Niño Marchena hacia San Sebastián, acompañado de las vibrantes marchas de su banda y los vítores de un público entregado. Tras él, la Virgen de los Dolores giraba con suavidad en la misma esquina, flotando sobre un río de cirios encendidos.
El cielo, caprichoso toda la tarde, concedió finalmente una tregua. Bajo la noche serena, los tramos de nazarenos avanzaban con uniformidad y recogimiento, mientras la cera ardía con dificultad por el persistente viento.
La virgen de Dolores fue, un año más anudando corazones a su mirada implorante, que calaba en los corazones como una lluvia silenciosa, y nos tiraba del corazón, como un marejada silente, que invitaba a seguirla, como ella, conlos ojos fijos en el cielo.
Marchena volvió a demostrar que su Miércoles Santo no es solo un día en el calendario: es una declaración de amor a su historia, a su gente y a sus tradiciones. Y este 2025, bajo la amenaza de un cielo incierto, Marchena volvió a caminar junto a sus titulares, con humildad, paciencia… y la novicia mas bonita de Santa Clara.
Cuando el alma se arrodilla y el cuerpo detiene su prisa, es porque el Señor de la Humildad ha pasado. María Hurtado, en su pregón de la Semana Santa de 2025, no solo recordó la escena; la vivió de nuevo con la emoción intacta y la convirtió en espejo de tantas vidas marcheneras.
“Señor de la Humildad, una escuela de paciencia nos das”. Una lección aprendida en silencio, en los días lentos, en las noches largas, en los hospitales y en las salas de espera, donde “tus fieles desesperan sentado, como tú, en la piedra dura de la vida intentando comprender su rumbo”.
El Señor de la Humildad se convierte así en compañero de viaje, en intercesor del que no tiene fuerzas, en consuelo del que no entiende. “Junto a ti visitéis los hospitales, la residencia, las salas de espera…”. El lenguaje se volvió íntimo, casi confidencial. El tono del pregón descendió al susurro, al tú a tú de quien habla con su Dios en lo más profundo del alma.
Pero no se detuvo ahí. María hiló esta devoción con otra tradición muy marchenera: la saeta. “Una escuela de saetas, esa en la que se enseña a orar con una entonación que nunca falla, la que se canta desde el alma, la que está orada desde la autenticidad y con un pregón de un ángel desde ese balcón que sagrado parece estar afinado de año en año”. La saeta no es aquí un adorno musical, sino una plegaria que se eleva como incienso desde los balcones al cielo.
Hablar del Señor de la Humildad, es hablar de una enseñanza sin estridencias, de un ejemplo que no necesita alarde, de una presencia que sana sin tocar. “Regresa a tu templo con tu centuria detrás y no dejes nuestras vidas nunca en el azar. Pues hágase según tu voluntad”, concluyó María, dejando la oración como última palabra, como única respuesta posible ante el misterio de un Dios que se detiene para mirar al hombre desde su mismo nivel.
Hay una esquina de Marchena donde cada primavera se mece una novicia entre naranjos y flores. La Virgen de los Dolores no camina sola: la acompañan los suspiros de generaciones que han buscado en su rostro el consuelo a penas antiguas y recientes. María Hurtado lo expresó con palabras suaves y estremecidas, con la devoción de quien sabe que el dolor, cuando se ofrece, también puede ser redentor. “En el barrio de Santa Clara hay una Virgen con una mirada infinita y suplicante hacia el firmamento”, dijo. Y con esa frase abrió la puerta de un convento que es también refugio del alma.
Ella está “con un pañuelo colgando que casi te lo da si se lo pides”. Esa imagen sencilla –una mano tendida, un paño dispuesto a secar lágrimas ajenas– resume siglos de devoción popular. “Está esperándonos para consolar esas lágrimas que seguro que hoy no saben a sal, pues ya se ha encargado ella de quitarles ese mineral”.
El peso del pueblo está en ese pañuelo. “¿Cómo podemos pedirte tanto?”, se preguntó la pregonera, con una humildad desarmante. “¿Qué cansada tienes que acabar cada Miércoles Santo? ¿Cuánto pesa ese pañuelo sobre el que has absorbido todos los dolores de tu pueblo?”. Es la maternidad espiritual llevada al extremo: una madre que recoge, que escucha, que carga con lo que los demás no pueden.
En esa noche silenciosa de primavera, María reconoció que “madre dolorosa, es normal que mires al cielo en busca de tu consuelo”, pero le pidió algo más: “Baja tu mirada, que tus hijos queremos quitar la daga que atraviesa tu corazón, esa que profetizó el viejo Simeón”.
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