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Historia

Perseguido por la Inquisición por los papeles secretos de su abuelo

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INVESTIGACIÓN.- Nuevos datos muestran cómo durante décadas familias de Ecija, Marchena, sevilla y Utrera y sus descendientes criptojudíos procedenetes de Portugal continuaron siendo perseguidos y muchos huyeron a México donde fundaron ciudades como Monterrey.

En 1661 la Inquisición ordena poner al cobro los bienes  de Juan Fernández Martos, natural de Marchena,  y su nieto de  23 años nacido en Ecija, del mismo nombre solicita a la Inquisición de Córdoba levantar el embargo de los bienes de su abuelo declarándose legítimo heredero «que como hijo mayor de Antonio Fernández Martos mi difunto padre me pertenecen».

Por este motivo fue preso en la Inquisición de Córdoba, hasta que no entregara los libros de cuentas de su abuelo. Dijo que tenia el testamento de Gonzalo Cardoso por habérselo entregado su tio Pedro Fernández Martos heredero del dicho Cardoso. Un testigo declara a la Inquisición que por entonces vivía en Marchena con su tÍo Pedro.

Juan Fernández Martos nieto del marchenero Antonio Fernández Martos, fue perseguido y encarcelado por el Licenciado Fernando Villegas inquisidor del Tribunal de Córdoba pidiendo que le entregara los libros de cuentas de su abuelo Antonio, vecino de Marchena, en los que seguramente esperaba encontrar más datos de dineros y bienes a incautar y familias criptojudías a las que apresar. 

Ya juzgado, secuestrados sus bienes, condenado y fallecido el abuelo, y huída su familia de Marchena, Juan había nacido en Ecija  y establecido en Granada como comerciante, cuando fue apresado en 1661 por causa de los libros de su abuelo que él negaba tener y se le abre un pleito fiscal inquisitorial. 

Diego de Carvajal  abogado de Juan Fernández Martos apela al tribunal de la Inquisición de Córdoba y recuerda que «se negó a mi cliente la soltura de la prisión en que está hasta que exhiba los dichos papeles y libros» y pide sacarlo de la prisión alegando no estar obligado a «exhibir dichos libros y papeles que se le piden» por defectos formales del proceso y alega que «según derecho no se puede proceder a la exhibición de los libros y más por medio tan riguroso como es la prisión».  

Pleito fiscal de Antonio Fernández Martos, vecino de Marchena (Sevilla), acreedor de los bienes de Simón Váez Sevilla, con el Real Fisco del Tribunal de la Inquisición de México en 1644.

Uno de los condenados por judaizante en el proceso del tribunal de Cuenca en 1654 -la mayoría importantes comerciantes criptojudíos portugueses relacionados con la corte madrileña del Conde Duque de Olivares- fue Juan Fernández Martos, vecino de Marchena, que antes de que le llegara la condena huyó y fue quemada su estatua en memoria. 

El  17 de Octubre de 1616 su abuelo tambien llamado Juan Fenández Martos «vassallo de su excelencia en ésta villa de Marchena» solicita a Rodrigo Ponce de León, III duque de Arcos, licencia para repartirse la renta de una hacienda embargada a Lucas Martín, vecino de Marchena, por impago. «Salió a la ejecución que en sus bienes tenía a deuda Miguel Ortiz de Lucenilla en nombre de la hacienda de su excelencia» que fueron luego embargados.

En 1655 la Inquisición de Córdoba intervino en Marchena contra varias familias de origen portugués   entre ellos los España Antonio y su hijo Juan Fernández Martos marchan a Madrid con su tío Pedro, según informe de la Inquisición.

«De España» un apellido de origen judío en la Marchena del XVII

Juan Fernández Martos era esposo de Beatriz Manuel, hija del regidor de Ecija Manuel Díaz Fernández -administrador de los Fernández de Córdoba casado con Leonor de Faro, de un linaje de conversos del Algarve, según el estudio sobre conversos portugueses de Marcos Cañas Pelayo  que entre 1644-8 sufren varios procesos por judaizar, en la Inquisición de Córdoba. El padre muere en la cárcel y la hija es torturada, reconciliada y obligada a llevar sambenito.

LOS CARDOSO DE MARCHENA

El 1 de Agosto de 1586 Diego Cardoso, el «viejo», paga a Rodrigo Ponce de León Toledo, III Duque de Arcos, rentas por una tenería y una zapatería en Marchena. Cardoso apellido marrano portugués más conocido por Yshac Fernando Cardozo que escribió «Excelencias de los hebreos» impreso en Amsterdam en 1679, fué médico de los Reyes hasta la caída del Conde Duque de Olivares, cuando volvió a Venecia para recuperar el judaísmo.

ANTONIO FERNANDEZ MARTOS VECINO DE MARCHENA EN 1642

En 1642 un cajón de canela valía más que la vida de un hombre.  Ese año Antonio Fernández Martos vecino de la villa de Marchena reclama a la Inquisición de México seis cajas de canela consignada a Simón Báez Sevilla, jefe del grupo de Castelo Branco (Portugal) y el mas rico comerciante criptojudío entre Sevilla y México que acababa de ser encarcelado por la Inquisiciónmexicana. Por este motivo sus seis cajones de canela quedaron en paradero desconocido. Los dos fueron claves en las redes de judíos secretos o cripto judíos de Sevilla y México y su origen era portugués, lo que en es etiempo equivalía a ser judío en España.  Más tarde el propio Fernández Martos también sería juzgado por la Inquisición.

En 1621, el conde Duque de Olivares,  le abre la puerta de Castilla y 10.000 conversos portugueses se establecieron en Sevilla y Cádiz  buscando el comercio con América. Ser portugués en Sevilla equivalía a ser converso.

Los portugueses tomaron el control del comercio de canela desde que Lorenzo de Almeida tomó la isla de la canela (Sri Lanka) en 1505 y Suárez de Albegaria fundó una colonia en Kotte, usando canela como moneda de pago según El Libro de las Especias,

Los negocios iban viento en popa para la familia Báez y sus colaboradores hasta que una adolescente de la familia presa de una crisis de identidad religiosa, -vivía en una familia judía en un país católico– fue a confesarse a un fraile y fueron juzgados y condenados 200 personas de su propia familia.

Resultado de imagen de Inquisicion de México

Sede de la Inquisición de México. 

Antonio Fernández Martos se vio envuelto en la trama judicial cuando pretendió recuperar sus seis cajones de canela que durante el juicio y posterior encarcelamiento de Simón Báez Sevilla habían quedado embargados por la Inquisición de México depositados en en el receptor general de la Vera Cruz de este Santo Oficio.  El  12 de diciembre de 1644 los Inquisidores Francisco de Estrada y Juan Sáez de la Higuera mandaron llamar a Simón Báez Sevilla que dijo «por Dios nuestro señor» dijo que no recibió los seis cajones de canela porque cuando llegó la carga «hay muchos días» que estaba preso del Santo Oficio.

Tras más de un siglo de persecución inquisitorial portuguesa a su familia y al clan de Castelo Branco, Báez Sevilla emigra a la capital andaluza gracias a una autorización especial del Conde Duque de Olivares para los ricos comerciantes sefarditas portugueses a cambio de elevadísimas tasas e impuestos. El paso fronterizo por el que huían a España era Castelo de Vide, donde se están desarrollando rutas por los caminos por donde huían los conversos y donde queda constancia escrita del paso de la familia Marchena, judía. 

Imagen relacionada

Establecidos en la calle Sierpes como comerciantes, conocida entonces como calle de los Portugueses, se hicieron de nuevo ricos participaron de la fundación de la cofradía de San Antonio, delconvento de San Francisco de la ciudad y otras de la diócesis, se involucraron en la cofradía de mareantes hispalense y se establecieron finalmente en México desde donde enviaban productos de Filipinas a España y comerciaban por toda América.

Desde 1610 la «nación portuguesa» se reunía periódicamente en la capilla de San Antonio de los Portugueses de Sevilla en el claustro del  convento de San Francisco en la que habían gastado 30.000 ducados. 

La hermandad de San Antonio sevillana fue fundada el 12 de agosto de 1594 en casa de Simón Fraile de Lima por un grupo de portugueses la mayoría de origen converso tal y como han estudiado Salvador Hernández González y Francisco Javier Gutiérrez Núñez en su aportación al congreso La Sevilla Lusa. 

Pleito fiscal de Juan Fernández Martos
Archivo Histórico Nacional, INQUISICIÓN,4746,Exp.6

Los Martos no fueron la única familia de criptojudías que existía en Marchena en el XVII pues ya conocíamos el periplo dela familia del último rabino sevillano, también oculto, Antonio Rodriguez Arias, esposo de Blanza Enriquez y su hermano Diego, y que también tuvo un papel fundamental en el mayor juicio de lainquisición de México contra los criptojudíos afectando a cientos de personas que estaban todas relacionadas por lazos familiares, origen portugués y negocios en Sevilla provincia.  

El vecino de Marchena Diego Rodriguez Arias, hijo de Antonio Rodríguez Arias y Blanca Enríquez fue procesado en Tenerife en 1653 que pudo ser “sacristán” de la sinagoga de Rotterdam y escapó a Londres para volverse judío donde se puso el nombre de  Abraham Rodríguez Arias y donde murió en 1676 en el Beth Holim, luego hospital judío fundado por españoles y portugueses.

MARRANOS EN MARCHENA, JUDIOS EN LONDRES

«En todo Londres se sabe que son judíos muy conocidos y que han solicitado ante Cromwell y su consejo ser parte para hacer una Sinagoga ofreciéndose para ello a dar  300.000 libras» dice de Diego Rodriguez Arias, el testigo Juan Molina,  ante la Inquisición Canaria. Añade que Diego Rodriguez Arias se llevó a su mujer «de Marchena a Londres y allí se establecieron «y la murmuración común es que todos éstos son judíos pero que lo disimulan yendo a «oír misa en casa del embajador de España y luego de que salió de Londres no le han visto más oír misa».

Cuando Londres era «marrana», hablaba español y comía ·»chorissa»

MIGUEL ARIAS DEL VALLE VECINO DE UTRERA

En diciembre de 1661 fueron apresados  y secuestrados sus bienes por orden de la Inquisición de Sevilla los hermanos de Utrera Leonor, Gonzalo, Gaspar, Francisco y Miguel Arias del Valle hijos de Diego Arias también conocido como Diego de Orduña, apellido que también usaban acusado de delitos de judaismo por el Inquisidor Gonzalo de la Escalera y Quiroga. 

 Leonor del Valle tenia 23 años, soltera y costurera, cuando fue apresada y atada en la cárcel de la Inquisición y tres meses depués se le permitió declarar que era «de casta y generación» cristianos castellanospero sus bisabuelos paternos  «habían sido portugueses». Como había perdido los nervios en la prisión y se había mordido y sangraba, la pusieron en manos de un médico que dijo que había dicho «disparates» como que ella solo creía en el «Dios de Jacob e Isaac» y que Dios le había dado fuerza para que lo dijese y que habiéndose mordido los brazos y roto las venas con los dientes para desangrarse y morirse Dios había querido reservarle la vida para que lo dijese» .  Aunque se le puso un curcifijo junto a la cara para que lo besara no lo besó y dijo que no creía en Cristo. 

Sinagoga de Utrera, antiguo Hospital de la Resurrección. 

REDES CRIPTOJUDIAS EN LA SEVILLA DEl XVII

A mediados del siglo XVII las calles de Sevilla y provincia se llenaron de comerciantes criptojudíos portugueses que buscando comerciar con América y huir de la Inquisición lusa, aprovecharon el trato de favor del Conde Duque de Olivares para crear redes internacionales de economía y política que buscaban expandir el judaísmo en América y Europa.

La expresión «que te den morcilla» y el truco judío para no ser descubiertos

Mientras ocupaban cargos en las sinagogas de Londres y Amsterdam eran tenidos por buenos cristianos en Sevilla, Córdoba, Granada, Marchena, Utrera o Ecija. Como en ese tiempo estaba prohibido el judáismo en España, llevaban una doble vida hasta que eran denunciados y comenzaba su proceso inquisittorial. 

Muchos optaron por quedarse en España como judíos secretos clandestinos o criptojudíos. Otros optaban por la fórmula de abandonar definitivamente España para llevar una vida abiertamente judía en Amsterdam o Londres. El secreto jugó un papel fundamental hasta el punto de que en el siglo XX se descubrió una comunidad judía en la sinagoga de Belmonte, Portugal que venía subsistiendo desde el siglo XV ininterrumpidamente gracias a O Segredo, El secreto.  

Diego Rodríguez Arias, el español que negoció la vuelta de los judíos a Londres

Tan relevante fue la participación de los judíos conversos portugueses del comercio entre México y Sevilla que un judío portugués Luis Carvajal de la Cueva, funda por orden de Rey el Nuevo Reino de León entre México y Estados Unidos. Llegó a México en un barco llamado “Santa Catalina” con 100 familias que le acompañaron en la aventura, de las cuales se estima que alrededor del 70% de estas familias eran judíos conversos portugueses.

El origen medieval de las torrijas: rebanadas de parida

En Monterrey capital de Nuevo León, los apellidos conversos Carvajal, Garza-García y otros siguen teniendo el control económico y político formando parte de la élite de la región, tal y como muestra el monumento a Luis Carvajal. Los tres fundadores de Monerrey Alberto del Canto, Luis Carvajal y de la Cueva y Diego de Montemayor fueron judíos conversos y su presencia convirtió la región en la más poblada por la comunidad conversa en el país.

Monumento a Luis Carvajal en Monterrey. 

Las redes crriptojudías de comerciantes solían estar conectadas entre sí de forma que cuando uno de ellos caía en las garras de la Inquisición afectaba a cientos de personas de varias familias y no solo de una generación sino de generaciones posteriores, quedando marcados de nuevo por el drama familiar, lo que les obligaba a moverse de un lugar a otro de España para sobrevivir.  

La comunidad judeoconversa de Utrera era una de las más numerosas tras Ecija y Sevilla

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Cultura

Modas de Paris en la feria de Sevilla

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Las ferias de finales del siglo XIX eran muy distintas a las de hoy. Al amanecer las ganaderías tomaban el real, los turistas buscaban a las Cigarreras y a las gitanas como algo exótico y las modas francesas desplazaban a los trajes andaluces. 
La moda de Francia había invadido la moda y hasta el habla andaluza: «Oiga usted, señorita, ¿me hace usted el favor de cantar una petenera?. «Avec beaucoup de plaisir», dice la niña que habla muy mal francés y canta peor flamenco. «Donne moi un cigarrete».
Suena veces la guitarra pero va dominando el piano y aunque no están vedadas las malagueñas ni las sevillanas, suelen  oírse cuplets franceses en la feria de Sevilla según el relato de Más y Pratt.
Al alba del primer día de feria de Sevilla, el Prado de San Sebastián es tomado  por los ganaderos de Marchena, Écija, Lora, Carmona, Mairena, Morón, Estepa.
Los feriantes andaluces suelen llevar  a remolque sus familias, principalmente el tratante gitano. Las filas de carretas entran en El Prado produciendo un sonido original que procede de los crujidos de las llantas.

Los que llevan ganado boyar suelen ir al paso de sus carretas preparadas para la excursión con todos los aditamentos necesarios con toldos o tejidos de palma y bajo el tablón el cántaro de agua fresca.
Las caballerias llegan al Prado levantando nubes de polvo, la sangre del corcel andaluz se enciende con la fatiga y sus elásticas piernas se fortifican.
Se levantan tiendas provisionales, se amontona el ato de que forma parte la manta y la alforja, que han de servir de colchón y de almohada y se coloca en el lugar más seguro la bota de vino.
Los gitanos comienzam la tarea de los tratos, que para ellos es siempre fructuoso, corriendo como chispas eléctricas por todas partes con la faja mal compuesta, la chaquetilla arremangada, el pantalón a media pierna y el sombrero bailando sobre la coronilla.
Oiga usted excelencia, dicen a un señorito del pueblo con chaqueta de terciopelo. Tengo un tronco alazano que es el mismo que llevó al cielo el coche de San Elías.  El feriante le responde, que más bien parece propio de coche fúnebre de tercera clase, y se despide con un «que usted se alivie».
Después de que se ha valido de todos los subterfugios imaginables para engañar al feriante, metiendo a los caballos agujas en la oreja para que se avispe,  saca de su petaca un cigarro y le dice con exquisita finura: por estas cruces de Dios se lleva usted el bicho mejor de la feria.
Los ingleses y franceses que vienen a Sevilla por feria quieren ver la Fábrica de Tabacos y la calle San Fernando cuando salen a bandadas como las golondrinas las cigarreras que dejan la faena muy temprano y se dirigen al Real luciendo sus mantones de manila y sus peines altos y enroscados sobre la coronilla. La Cigarrera no es gitana ni flamenca sino un compuesto de ambas.
Las tiendas aristocráticas aparecen cercadas de macetas de porcelana con musgos y begonias, con colgaduras de Damasco, cubiertas de alfombras, llenas de jardineras y espejos, y a la puerta de su sencilla balaustrada, butacas escaños y elegantes mecedoras donde dormitan los señores de clase media.
La alta sociedad sevillana estos días se permite usar la falda corta de raso y la calada peineta de concha, la mantilla de encaje y el corpiño ajustado de la flamenca, comen jamón dulce y pavo trufado, emparedados y pastas de vainilla y beben Jerez y manzanilla.
Mas alla hay tascas de feria con carteles de vino y caracoles, menudo,  taberna, buñuelos y aguardiente. Alli se ven las hermosas gitanas de pura sangre. La flamenca, suele aparecer allí cantando por todo lo alto y ostentando todas las gracias de sus especies.
La gitana no se pone el pañuelo terciado con los flecos en la tierra sino que se envuelven el mantón y golpea las tablas haciéndoles crujir bajo sus plantas.
En las buñolerías, estos gitanos apuran todo el caudal de su ingenio para formar adornos y pabellones, puede decirse que en el recinto se pone las bordadas enaguas de las gitanas y sus sábanas de novia al entrar.
Texto: Mas y Pratt en La Ilustración española y americana. 22/4/1888. Fotos: Salvador Azpiazu. 1890.

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Actualidad

La Compañia, de Loyola a Roma, pasando por Marchena: el legado del «Duque santo»

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Un hito importante para la llegada a Marchena y Andalucía de la Compañía fue la conversión del duque de Gandía Francisco e Borja pintada por José Moreno Carbonero, en 1884, hoy en el Museo del Prado), que representa el momento en que Francisco de Borja contempla el cadáver de la emperatriz Isabel de Portugal a quien le unía una fuerte lealtad.

Impresionado por la fugacidad de la belleza y el poder, el noble exclamó: «Nunca más serviré a señor que pueda morir», e ingresó pocos años después en la Compañía de Jesús fundada por Ignacio de Loyola.

Hijo de duques, bisnieto del papa Alejandro VI y emparentado con el emperador Carlos V, Francisco de Borja y Aragón, IV duque de Gandía (1510-1572) lo tenía todo en la corte imperial del siglo XVI. Sin embargo, una experiencia espiritual estremecedora marcó un giro radical en su vida. En 1539, Borja fue encargado de custodiar el féretro de la emperatriz Isabel de Portugal (esposa de Carlos V) hasta su sepultura en Granada. Al abrir el ataúd su vida cambió.

 

En sus dominios de Gandía, el duque acogió a jesuitas de la primera hora y financió el recién fundado Colegio Romano de Roma y estableció en sus estados la Universidad de Gandía. Tras la muerte de su esposa, Leonor de Castro, en 1546, Francisco de Borja confirmó su vocación definitiva. Renunció a sus títulos y riquezas –cediendo el ducado a su primogénito– e ingresó secretamente en la Compañía de Jesús.

En 1554 fue nombrado Comisario (superior) de los jesuitas en España, y luego tercer Padre General de la Compañía consolidando la expansión de los jesuitas por Europa y América, llevando las misiones a lugares tan distantes como Brasil. Este “duque santo”, canonizado en 1671, encarnó la fructífera alianza entre la Compañía de Jesús y la alta nobleza española.

Su prestigio social facilitó la fundación de colegios, la obtención de patronazgos y la entrada de los jesuitas en las esferas de poder. Uno de los ejemplos más significativos de esa simbiosis entre fe e influencia aristocrática fue el establecimiento de un colegio jesuita en la localidad sevillana de Marchena, bajo el mecenazgo de los duques de Arcos, parientes cercanos de Borja.

Los Duques de Arcos, adoptaron la peculiar costumbre de nombrar confesores y preceptores de sus hijos únicamente de entre los rectores jesuitas del colegio, seleccionados por la Orden entre sus miembros más ilustres tanto intelectual como espiritualmente. A lo largo del siglo XVII, los sucesivos rectores de la Encarnación llegaron a ser consejeros de confianza de los duques de Arcos, ejerciendo un poder e influencia considerables en la región. 

El colegio marchenero se reflejó en su actividad educativa y en su arquitectura. En las aulas de la Encarnación se aplicaba la Ratio Studiorum jesuita, un plan pedagógico moderno que combinaba el estudio de los clásicos del Renacimiento con las ciencias, los idiomas y la formación integral del alumno. Las crónicas elogian la eficacia de este método, que incluía incluso ejercicio físico al aire libre y preparación en música y danza para pulir modales de sociedad, algo innovador en la época. Muchos jóvenes de familias nobles y acomodadas acudieron a Marchena atraídos por la calidad de la enseñanza jesuítica.

Lideraron la renovación pedagógica de la Iglesia y llevaron el cristianismo a América, Asia y África.

Pocos rincones de Marchena encierran tanta historia como la calle Compañía, cuyo nombre no es casual ni anecdótico. Esta vía del centro histórico debe su nombre a la Compañía de Jesús, la orden religiosa fundada por San Ignacio de Loyola en 1540 y que, durante más de dos siglos, dejó una profunda huella espiritual, educativa y artística en la villa ducal.

En Marchena, los jesuitas fueron mucho más que predicadores. Su presencia se tradujo en templos, colegios, formación académica y un patrimonio artístico que aún hoy palpita entre piedras, altares y lienzos, aunque buena parte de ese legado se haya fragmentado o dispersado tras su expulsión.

La iniciativa de fundar un colegio jesuita en Marchena  partió de Doña María de Toledo, hija de la marquesa de Priego y esposa de Luis Cristóbal Ponce de León, II duque de Arcos –además de prima de San Francisco de Borja–, quien decidió dotar a su señorío de un colegio de la Compañía.

Hacia 1567, mientras Borja recorría Andalucía fundando colegios como el de Montilla, Córdoba, por invitación de la marquesa de Priego. Desde sus comienzos, el Colegio de la Encarnación de Marchena destacó como uno de los más prominentes de la Provincia Bética de la orden. No en vano, Marchena era la capital de los estados señoriales de los duques de Arcos y residencia habitual de esta poderosa casa nobiliaria. Los duques, fervientes patronos, eligieron la iglesia del colegio como nuevo panteón.

30 años antes, el 15 de agosto de 1534, Ignacio de Loyola –un ex militar vasco camino a convertirse en santo– se reunió con sus primeros siete compañeros en la colina de Montmartre (París) y juntos juraron «servir a nuestro Señor, dejando todas las cosas del mundo».

Impulsados por este voto de pobreza, castidad y servicio religioso, y frustrada su intención inicial de peregrinar a Jerusalén, el grupo viajó a Roma. Allí, tras largas deliberaciones, fundaron la Compañía de Jesús, que fue aprobada por el papa Paulo III el 27 de septiembre de 1540.

Personajes como San Francisco Javier se convirtieron en leyendas vivas –el navarro murió en 1552 tras predicar en India y Japón–, simbolizando el celo misionero global de los jesuitas.

Nacía así una nueva orden religiosa católica con marcado carácter misionero e intelectual, destinada a jugar un papel fundamental en la Contrarreforma y en la evangelización fuera de Europa.

Muchos monarcas europeos vieran a los jesuitas con recelo durante la Ilustración, al sospechar que anteponían la lealtad a Roma sobre la obediencia al poder temporal. Irónicamente, en los siglos XVI y XVII reyes y papas consideraron a la Compañía aliada indispensable: sus miembros contribuyeron al éxito del Concilio de Trento,

Además de los tres votos tradicionales de pobreza, castidad y obediencia monástica, la Compañía adoptó un cuarto voto especial de obediencia al Papa,

Su ubicación, junto a la Puerta de Osuna de la muralla marchenera, propició que en 1609 se fundase anexo un segundo colegio, San Jerónimo, destinado a estudiantes pobres de filosofía y moral, ampliando así la labor docente y asistencial de los jesuitas en la comarca.

En 1609, el clérigo Gonzalo Fernández fundó el Colegio de San Jerónimo, destinado a estudiantes pobres que aspiraban al sacerdocio. Este colegio, ubicado en la Plaza de San Andrés, fue construido por el maestro albañil Mateo Orellana y el cantero de Cabra en 1629. Los jesuitas lo usaban para alojar a los colegiales que venian de todos los pueblos del Estado de Arcos. Tras la expulsión de la Compañía en 1767, el edificio se transformó en hospital, tal como había previsto su fundador .

A partir de 1673 comenzó su declive: aquel año los duques de Arcos trasladaron definitivamente su residencia a Madrid, privando a la institución de su principal sostén social y económico.

Aunque los jesuitas mantuvieron su presencia en Marchena varias décadas más, la influencia y el “peso específico” del colegio en Andalucía occidental disminuyeron notablemente tras la ausencia de sus protectores directos. La Encarnación siguió activa hasta que un terremoto político de alcance nacional cambió su destino: la expulsión de los jesuitas de España en 1767. En esa fecha, el floreciente colegio marchenero –al igual que todos los de la Compañía– fue abruptamente clausurado por orden del rey Carlos III.

A las cinco de la madrugada del 3 de abril de 1767, un escuadrón de caballería, acompañado por el asistente de la villa (figura equivalente al alcalde) José Monseur y el alguacil mayor, se presentó en la puerta principal del colegio –entonces conocido también como “de San Jerónimo”, por su cercanía a la plaza de San Andrés.

Los soldados entraron y comunicaron a la pequeña comunidad jesuita la orden real de destierro inmediato. Los sacerdotes y hermanos fueron detenidos e incomunicados en sus celdas mientras se organizaba su traslado.

Pocas horas después, eran conducidos bajo escolta hacia Jerez de la Frontera, y de allí al puerto de Santa María, donde se reunieron con unos 700 religiosos expulsos de diversos puntos de Andalucía para embarcarlos rumbo al exilio en Italia. Todos los bienes del colegio de Marchena fueron incautados en nombre de la Corona. Inventarios de la época revelan la prosperidad material de la misión jesuita marchenera.

Poseían tres casas, dos solares urbanos, un molino de aceite frente al colegio y otro en la hacienda de Jarda, cuatro huertas (una junto al colegio, llamadas de Atoche, Azofaifos y Benjumea) y veinte olivares, además de varias tierras de labor y viñas en el contorno del pueblo.

Este modesto “imperio” agrícola y urbano, fruto de legados y compras acumulados en dos siglos, pasó a engrosar el erario real. Para colmo, en Madrid el ministro de Hacienda, Pedro Rodríguez de Campomanes, había justificado la expulsión argumentando que las riquezas jesuitas debían expropiarse para aliviar la crisis financiera de la nación.

La expulsión de 1767: causas y contexto

La drástica expulsión de los jesuitas de todos los dominios de Carlos III en 1767 no fue un rayo caído de un cielo sereno, sino el clímax español de una oleada antijesuítica europea que venía gestándose durante el siglo XVIII.

Carlos III había crecido bajo la tutela de su madre, la reina Isabel de Farnesio, “que siempre les tuvo animadversión”. Además, durante su reinado en Nápoles había respirado el aire anticlerical dominante en aquellas cortes italianas.

En Madrid, en marzo de 1766, estalló el célebre Motín de Esquilache, un tumulto popular contra las medidas reformistas (especialmente un edicto sobre vestimenta) del ministro Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache. Aunque las causas reales del motín fueron el descontento por la carestía y el choque cultural con las modas impuestas, pronto corrió el rumor de que los jesuitas habrían instigado la revuelta en la sombra

La Corona aspiraba a controlar la educación y la moral sin interferencias de Roma, mientras la Compañía encarnaba la lealtad absoluta a la Santa Sede

La Ilustración cuestionaba el poder excesivo de la Iglesia en la educación y la política. El propio Carlos III, influido por las ideas reformistas y por consejeros regalistas, desconfiaba de la Compañía. Seis años después, la presión diplomática de las cortes borbónicas logró incluso lo impensable: la supresión universal de la Compañía de Jesús por el Papa.

En 1814, tras la caída de Napoleón, el papa Pío VII restituyó globalmente a los jesuitas, declarando nulo el decreto de supresión anteriores. Consecuentemente, el rey Fernando VII –hijo de Carlos III y ferviente absolutista– permitió el regreso de la Orden a España en 1815. Desde 1875), los jesuitas retornaron definitivamente y reanudaron sus obras educativas y pastorales en España.

Desde entonces, la Iglesia del Sagrado Corazón (situada en la calle Jesús del Gran Poder) se convirtió en un centro espiritual jesuita en la ciudad. Hasta tiempos recientes, la Iglesia del Sagrado Corazón fue la casa central de los jesuitas en Sevilla, albergando oficinas de la Fundación Loyola (red educativa) y de la Fundación SAFA.  La Universidad Loyola Andalucía, fundada en 2013, es la primera universidad privada de inspiración jesuita en la región, con campus en Dos Hermanas (Sevilla) y Córdoba. El colegio Portaceli, inaugurado en 1950 en la Huerta del Rey de Sevilla, se ha convertido en uno de los centros escolares más prestigiosos de la ciudad.

Por último, la Comunidad de Jesuitas de Portaceli –residencia de los miembros de la orden en Sevilla– sigue siendo centro neurálgico de todas estas obras, asegurando la coordinación y el espíritu común.

Fuentes: Archivos y estudios históricos sobre la expulsión de 1767; obras de historiadores (Domínguez Ortiz, E. Giménez, César Cervera) sobre las causas políticas e ideológicas del destierro jesuitas; documentos eclesiásticos y crónicas de la orden (Autobiografía de S. Ignacio;

Diario de S. Francisco de Borja) para anécdotas fundacionales

 investigaciones universitarias sobre el Colegio de Marchenawww2.ual.eswww2.ual.es; y fuentes contemporáneas de la Compañía de Jesús en Andalucía (Web Jesuitas España, Universidad Loyola) para la situación actual. 

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Actualidad

Puerta de Osuna y otras puertas y murallas medievales destruidas

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La puerta de Osuna se ubicaba al final de la calle Carrera de los Caballos (Carreras). De esta puerta solo queda el torreón de la Inmaculada, la otra estaba justo enfrente y ambas estaban unidas por un arco.
Arco de la Puerta de Osuna reconstrucción digital.
La Inmaculada de Puerta Osuna esta allí «desde la conquista de Marchena por el rey San Fernando» según explica un escrito del Ayuntamiento con fecha de 1880 en respuesta a un grupo de vecinos que pedían autorización para trasladarla. En concreto Juan Ortiz y otros vecinos de la calle piden autorización al Ayuntamiento para colocar el lienzo que estaba sobre el arco de la desaparecida Puerta de Osuna en calle Carreras, dentro de la torre.
El oratorio público de la Inmaculada Concepción de Marchena estaba ubicado en la puerta de Osuna desde 1640 cuando fue  aprobado por  licencia por D. Gaspar de Borja y Velasco. 
La licencia fue prorrogada por Fray Pedro de Tapia en 1654 y luego por  el visitador Ambrosio Ignacio Spínola y Guzmán el 25 de agosto 1675.
Estos datos aparecen en el Estudio de los Oratorios domésticos y Capillas privadas en los siglos XVII y XVIII  del Arzobispado de Sevilla,  de Rosalía María Vinuesa Herrera.

 

En 1880 se inicia el derribo de la Puerta de Osuna, o Puerta de la Concepción, que estaba al final de la calle Carreras por orden del Ayuntamiento. Se componía de una doble torre y un arco central de herradura sobre el que se ubicaba un lienzo de la Inmaculada.

 

En 1873 varios vecinos piden al Ayuntamiento la cesión de varios torreones de la muralla en la calle Las Torres, entonces San Pedro para instalar habitaciones auxiliares. En diciembre de 1880 el Ayuntamiento confirma el derribo de la Puerta de Osuna o Arco de la Concepción” acordada en la sesión del dos de mayo según aparece en la obra “De la Revolución a la Restauración”. Crónica de los hechos políticos, económicos y sociales en Marchena durante los años 1868 a 1885”. de Fernando Alcaide Aguilar.

El Gobernador Civil envía un escrito de protesta al Ayuntamiento el 28 de octubre de 1880 pidiendo explicaciones por la demolición de los arcos “de la Carrera y San Francisco más algunos torreones de la muralla” de espaldas a la Comisión Provincial de Monumentos. 
Otros vecinos se habían apropiado de los torreones construyendo terrazas y azoteas “sin derecho ni título alguno”. En 1860 se destruyó el arco de la Tomiza o del Berral.

El Alcalde Arcenegui explica que el arco de San Francisco se derribó por la corporación anterior. Justifica el derribo de Puerta Osuna en la mejora del tránsito, ruina y facilitar el paso “de procesiones en Semana Santa”.

 

Un arco de herradura de época almohade y procedente de la muralla de Marchena se encuentra en la Hacienda Ibarburu de Dos Hermanas, propiedad privada según nos informa Fernando Begines, historiador del arte.
Dicho arco fue comprado por la familia Pickman e instalado en la Hacienda en la reforma hecha en los años 20 según informa Begines.  El arco procede de Marchena según Hernández Díaz que lo publicó en el catálogo histórico-artístico de Sevilla y provincia en los años 30 en cuatro tomos.

Hace apenas 50 años se conservaba la trama urbana original de Marchena. En esta foto vemos el colegio y huerta de Santa Isabel como era originalmente. Además se observan un conjunto de edificaciones conocidas como casas de las beatas. En la llamada huerta de los padres se edificó el actual Parque de la Cigueña al final de la calle La Mina. La calle Compañía recibió los nombres de calle Real, o calle del nombre de Jesús, que iba desde la puerta de Osuna hasta la Puerta Real, y la Alameda una zona verde del XVIII.
El nombre original de la calle Carreras era «Carrera de los Caballos» tal y como aparece mencionado en un documento de compraventa de casas de la Plaza Ducal a favor del Duque de Arcos en 1702 Joaquín Ponce de León Lancáster.Además la Plaza Ducal era conocida como Plaza Palacio, Plaza Arriba o Plaza del Cabildo.
La tablilla exvoto de la capilla Veracruz muestra la fachada del Palacio, el convento de Capuchinos, el antiguo Ayto, el arco de la calle Amargura, el arco de Puerta Osuna y el arco de la Alameda, situado al final de la calle Compañia.
La calle Carreras o Carreras de Caballos daba salida a la puerta de Osuna y Alameda desde el Palacio Ducal.

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Actualidad

El azulejo de la Inmaculada del convento de Santa María de Marchena que muestra el puerto de Sevilla

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Sobre la puerta de entrada del convento de Santa Maria hay un histórico azulejo de Hernando de Valladares, escuela trianera de 1623, ubicado a la entrada del convento de Santa María de Marchena que es único por dibujar el puerto de Sevilla de su época y estar inspirado en una pintura de Pacheco, el suegro de Velázquez.
Se trata de una joya de la azulejería sevillana que se encuentra en mal estado de conservación, debido a los sucesivos traslados agravado por permanente exposición a la intemperie y a la luz solar, que «está reclamando a voces una urgente restauración dado el valor artístico, histórico y cultural que tiene» indica Ravé en el número de Diciembre de la revista de la Asociación de Amigos de la Cerámica Niculoso Pisano y que además es un nexo de unión entre Triana, Marchena y Rota.
Según Rave, se trata de «un excepcional documento histórico del debate inmaculista sevillano y una expresiva imagen de la vinculación entre el régimen señorial, la mentalidad y la religiosidad barroca» al tiempo que refuerza la declaración de voluntad ducal de defensa del dogma de la Inmaculada, que se juró en Marchena en 1616 y dio pie a celebrar la Magna Mariana en 2016 y la relación de la Casa Ducal con la orden franciscana cuyo escudo aparece en la pieza.
Este convento de religiosas recoletas clarisas de Marchena fue fundado en 1623 por Catalina de Góngora y Rodrigo Ponce de León Álvarez de Toledo, y su esposa, Ana Fernández de Córdoba y Aragón, a cambio de la entrega del cuerpo de Sor María de la Antigua en cuyo templo está enterrado y fue traído desde Sevilla en carro. Es uno de los cinco conventos de la orden franciscana que tuvo la localidad y el último que queda y en el tenían reservada plaza las mujeres de la familia Ponce de León.

GALERIA: Exposición de las joyas del Palacio Ducal en el convento de Santa María

Conserva además la sortija con la que se casaban las duquesas en el XVIII, donada por Guadalupe Láncaster procedente de la Virgen de Guadalupe extremeña, así como una importante colección de arte y grabados procedentes del Palacio y la Casa Ducal, como unos grabados de Durero.
El panel de azulejos es una transcripción casi exacta del lienzo de Pacheco que se conserva en el Palacio Arzobispal de Sevilla, fechada por diversos autores entre 1617 y 1620 realizado por el ceramista Hernando de Valladares, trianero que tuvo una relación prolongada con los Ponce de León dibujando los paneles de azulejos de Santo Domingo de Marchena, San Agustín de Sevilla, claustro del santuario de Regla en  Chipiona, y probablemente los azulejos del Palacio Ducal de Marchena.
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Escudo de los Ponce en Santo Domingo de Marchena, probable obra de Hernando de Valladares. 
Un  documento inédito de 1630, pide  «dar a Fernando de Valladares, vezino de Triana, dozientos reales que valen seis mill y ochocientos mrs. los quales son por 300 azulejos, setenta y cinco alizares y ciento y cinquenta adeseras (A.H.N. Sec. Osuna. Cartas. L. 550‑76) por un lote de 300 azulejos, más una serie de aliceres, adeseras o guardillas, que confirman la continua presencia de los Valladares como proveedores de la casa ducal. 

Los azulejos gemelos de Chipiona y Marchena, unidos por los Ponce de León

El taller de Hernando de Valladares era a comienzos del XVII el ceramista de referencia, de Sevilla trabajando para los principales conventos como San Pablo el Real, Regina, Santa Paula, San Agustín, capillas privadas, el Alcázar, las casas nobles, etc. Igualmente logró exportar sus obras a Córdoba, Lisboa, México o Perú.

Así era el sabat, el pasadizo elevado de origen islámico, que unía Santa María con el Palacio

Los duques de Arcos y los Valladares están relacionados con las decoraciones cerámicas de otras instituciones de patronato ducal como el claustro y convento de san Agustín de Sevilla, panteón de los Ponces de León en Sevilla, parte de cuyos azulejos se conservan hoy en el palacio de la condesa de Lebrija mostrando el escudo ducal y fechados en 1610.
Escalera del Palacio Ducal de Marchena conservada en el Palacio de Lebrija de Sevilla. 
Tras el fallecimiento de Hernando, sus hijos seguirán trabajando para Don Rodrigo en otras obras como los conventos de Santo Domingo de Marchena en 1638 y el de Regla en Chipiona de 1640.

Cuando la Reina agilizó la construcción del convento de Santo Domingo de Marchena

Ravé cree de que este retablo estuvo montado antes en cualquiera de los dos emplazamientos previos del convento: en la ermita de San Lorenzo en torno a 1623 o en la casa del Ave María entre 1628 y 1630, lo que centra su cronología entre 1623 y 1628.

El juego de pelota que estuvo en el Palacio Ducal desde 1541

Azulejos de Chipiona, convento de Regla, de Hernando de Valladares.

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Hermandades

La fotografía más antigua de Marchena es una imagen de la Soledad de 1861

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La fotografía se inventó en Francia en 1839 y pocos años después un nutrido grupo de viajeros fotógrafos franceses e ingleses recorren España impartiendo clases de fotografía a los españoles.
Uno de los primeros fotógrafos de los que se tiene noticia que visitó Marchena fue Ludvik Tarzensky, “Conde de Lipa” (1793-1871) que fotografió a la Soledad en 1861.
Capitán polaco, se levantó contra el zar ruso en 1830 y tuvo que huir a Francia y luego a España, donde fue fotógrafo de las reinas de España y Portugal.
En el 31 fue el responsable de reunir información sobre los refugiados polacos en Francia y tuvo que hacer frente a acusaciones públicas contra su honor militar y otros dicen que fue espía. Del 31 al 39 fotografía el Museo del Louvre.
Resultado de imagen de Virgen de la soledad por el Conde de Lipa
Además del primer maestro que tuvieron los fotógrafos de Andalucía vendía cámaras y utensilios fotográficos que importaba de Francia y destaca como retratista.
En 1843 defendió la ciudad de Sevilla del ataque de Van Halen en las guerras carlistas por lo que la reina lo nombra caballero de la Orden de Isabel II. En 1844 se casa en la parroquia hispalense de San Vicente. En El Puerto de Santa María (1845-47) era profesor de esgrima y nace su hija Mayor. En el 47 instala en Málaga el primer estudio de daguerrotipo.
Resultado de imagen de Virgen de la soledad por el Conde de Lipa
En 1861 instaló una escuela de fotografía en la calle Mármoles 9 de Sevilla según el diario El Porvenir del 21 de junio de 1861, año en que participa en tertulias literarias de la ciudad recitando una Oda a Polonia.
Realizó una exposición fotográfica en 1862 en Sevilla con motivo de la visita de Isabel I y luego abre un estudio fotográfico en Córdoba para trasladarse hasta el 64 en Jaén donde llega acompañando a la Reina y luego da clases en Jaén a Amalia López, la primera mujer fotógrafa.
Realizó una serie de fotos de las vírgenes más conocidas de la provincia: Consolación (Utrera) Valme, (Dos Hermanas) Virgen conservada en San Eutropio Paradas y la Soledad de Marchena.
En 1866 se convierte en fotógrafo oficial de la reina, se instala en la calle Atocha de Madrid y fotografía la primera piedra de la Biblioteca Nacional de España.  Al año siguiente se instala en Zafra donde muere con 77 años no sin antes patentar en Cáceres las tarjetas con vistas de monumentos.

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Arahal

El libro que reetrató la Andalucía de hace 200 años y fomentó el turismo más que ninguno

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El autor del libro más publicado y traducido del mundo después de la Biblia y el Quijote y Hamlet pasó por nuestra comarca camino de Granada hace casi 200 años, fue publicado en EEUU en 1832. 
En la primavera del año 1829, el escritor norteamericano Washington Irving viajó de Sevilla a Granada por la campiña y la serranía andaluza, cuajada de bandoleros. En Granada se alojó en la Alhambra. Sus excursiones documentadas fuera de la ciudad de Sevilla se dirigieron principalmente a los «Lugares Colombinos» en Huelva y a las ciudades de tránsito necesarias dentro de la provincia de Sevilla. Irving y su compañero se hospedaron en una posada en Gandul, una antigua aldea de Alcalá de Guadaíra, durante su viaje de Sevilla a Granada en mayo de 1829. 

A pesar de su lugar destacado en la ruta, no hay ninguna mención directa de que Washington Irving visitara Marchena durante sus viajes documentados en 1828-1829. Su diario Visita a los Lugares Colombinos y otros relatos de sus movimientos dentro de la provincia de Sevilla no incluyen a Marchena entre las localidades en las que se detuvo.

SABER MAS:  Washington Irving en España publicado por la Universidad Internacional de Andalucía en 2015.
Colón, la Alhambra y el Quijote enamoraron a Irving desde su infancia en Nueva York. Su historia había quedado impregnada en Andalucía. La oportunidad de hacer realidad su sueño de venir a Andalucía llegó cuando trabajaba como diplomático de EEUU en Madrid.
En la cultura americana la aventura española de Irving muestra cómo el viaje de dos amigos a España hace casi dos siglos inició el  redescubrimiento  de una herencia antigua y de siglos perdidos en la historia de Europa.
Irving se acompañó del Príncipe ruso Dimitri Ivanovich Dolgorukov, que luego sería enviado como embajador a Persia. Irving tenía fama de escritor de cuentos e historias populares americanas como la de Rip van Winkle, o la leyenda de Slipy Hollow.
El Frontiers Magazine, revista de viajes dee EEUU explica lo que vió Irving y la sociedad americana en ese libro que se convirtió en un superventas: «la historia de una civilización perdida, de reyes y reinas en su palacio de la Alhambra, de princesas vestidas de terciopelo carmesí y oro y perlas, de guerreros con lanzas y cimitarras y armaduras pulidas que brillaban a la luz».
El libro transformó las actitudes hacia el pasado de España. El gobierno español comenzó a preservar los edificios históricos que hasta entonces habían caído en la ruina, y de hecho este fue el comienzo del turismo español moderno (S. XIX).
Para Frontiers Magazine «la historia de los moros de España no es solo una historia de aventura y romance. Es una clave esencial para entender el crecimiento de la ciencia y la erudición en la Europa medieval».
IRVING EN SEVILLA
En 1828 Irving llegó a Sevilla en el primer vapor de la ciudad, denominado Betis, y permaneció. un año buscando datos en el Archivo de Indias para su biografía de Colón, necesitada de una edición resumida y corregida.
En la capital andaluza se relacionó con la influyente colonia británica, que le facilitó el acceso a los rincones más inaccesibles de la ciudad, estuvo buscando cuadros de Murillo, fué a los toros y a la ópera y se interersó por las tradiciones locales en Dos Hermanas, Alcalá y Gelves para abandonar la ciudad rumbo a Granada el uno de mayo de 1829.
Cuentos de la Alhambra, uno de los libros más difundidos de la historia, se inicia con la descripción de los paisajes del Sur de España y se recrea en las costumbres y tradiciones españolas de origen musulmán.
A Irving le enamoró el carácter español, el hecho de que todo el mundo desde el más al menos culto, sabía mantener las formas y la educación, su espontaneidad, su nobleza y su fortaleza de espíritu, y no tuvo reparos en adaptarse a nuestras costumbres y a dormir a las camás más duras y soportar incómodos y peligrosos viajes con tal de conocer a fondo el alma y la cultura española.
Al pasar por la campiña sevillana pasó por Alcalá, durmió en posadas de Arahal y Osuna describiendo el viaje y las personas que se encontraba al detalle, participó en improvisadas fiestas flamencas en una posada de Antequera, y descubrió las tradiciones musulmanas en Loja.
Al llegar a Granada se alojó en la misma Alhambra, entonces casi abandonada, y se impregnó del espíritu del monumento, hasta el punto que escribió más libros sobre el tema, como Historia de la Conquista de Granada donde destaca el papel del Señor de Marchena Rodrigo Ponce de León, Mahoma y sus Sucesoras, La Alhambra, Leyendas de la Conquista de España, Papeles de España.
El éxito de su libro Cuentos de la Alhambra influyó en la llegada de más viajeros de todo el mundo a Andalucía, hasta el punto de que dicha obra es una de las principales fuentes de conocimiento sobre el Sur de España en el resto del mundo y ya en nuestros días se creó la Ruta de Washintong Irving  que incluye a Marchena.
La narrativa de Irving es amena, ágil y divertida sin dejar de ser erudita, y nos transporta a la Andalucía de hace 200 años. A pesar de ello, la obra de Irving es poco y mal conocida en España, pero en Sevilla y Granada se conservan monumentos y placas en recuerdo de su paso.

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